miércoles, 20 de marzo de 2013

HAIKUS DEL VIENTO, LA LLUVIA Y EL ARCOIRIS





Agua y cristal
bañan nuestras almas, y
en suave riego

caen cascadas
transparentes y bellas
por las montañas.

Saludan rutas,
soplando leves brisas.
Nos acarician.

Rompe la quietud
una negra tormenta
amenazante.

Silvan los vientos;
anuncian aguaceros.
Vienen furiosos.



Truenos y rayos
asustan y separan
los sentimientos

que confundidos
corren bajo la lluvia;
buscan abrigo.

Gritan los truenos
persiguiendo los rayos.
Desbordan ríos.





Vuelve la brisa
y el sol se asoma
entre las nubes.

Se va la lluvia
y sobre el río, entre
montañas verdes,

un arcoiris
atraviesa el cielo
en las riberas.

Quietas las almas, 
los corazones unen
sus sentimientos.




Caracas, 20 de marzo de 2013

IMAGENES: WEB






sábado, 16 de marzo de 2013

MUSITA




              Ataba cabos mentales. Buscaba en mi interior, hurgaba en mi cerebro para tratar de escribir algunas  frases que me llevaran a un cuento, pero no lo lograba. Aunque tenía una vaga idea del tema, nada  se me ocurría:  mi mente estaba en blanco y también mi libreta, donde acostumbro a escribir la idea original para luego pasarla a la computadora. Por último, en vista de la ausencia de inspiración, dejé a un lado el cuaderno, y me dije que ya se me ocurriría algo. Entonces me recosté en el diván. ¡Se estaba tan bien!   
           La ventana abierta me traía, además de la brisa, el canto de los grillos y las chicharras que, en hermoso contrapunto, anunciaban lluvia. De pronto, un revoloteo, un zumbido cerca de la cara me hicieron espantar lo que yo creí era un abejorro. Retomé entonces el hilo de mis pensamientos y traté de concentrarme, pero de nuevo el zumbido me distrajo y busqué con la vista al animalito.

         ¡Pero, no! Para mi asombro no se trataba de un abejorro como  había pensado, no.  Junto a la estatuilla haitiana del beso, se encontraba una diminuta figura alada que me miraba un poco sorprendida.
          -  Por favor, Myriam, no me mires con esa cara de susto. Mi nombre es Musita y no te voy a molestar, al contrario, vengo a ayudarte.
     
     Por supuesto que me quedé muda. Sólo la observaba. No podía creer el espectáculo que se ofrecía a mis ojos: la figura de una niña con alas de gasa del tamaño de mi dedo índice  ahora se dirigía hacia el aguerrido practicante de Tai Chi, otra de mis estatuillas, y se arrellanó entre los pliegues de su bata oriental. Aturdida, le pregunté:
        -  Dime, criatura ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? Pareces sacada de un libro de cuentos…
       -  Mi nombre es Musita, ya te dije –afirmó enfática- No pertenezco a ninguna ilustración; soy un personaje real.
       -   ¿Un personaje real? ¿A qué te refieres… ¿Musita?
    - Pues es muy sencillo:  soy una de las orientadoras de trabajo intelectual, porque creemos en nuestro grupo de trabajo, debido a que la inspiración viene de lo más profundo de cada escritor y de sus vivencias. Como ves, tengo la misión de ayudar a los aficionados, como tú, a las letras, cuando se encuentran bloqueados. De las historias se encargan ustedes, después de nuestra ayuda.



     -            ¿Aficionados? 
      Sí,  a los aficionados, como tú, pues a los escritores consagrados, a quienes ya  hemos visitado cuando nos lo han solicitado, saben ahora cómo hacerlo. Esto no quiere decir que no nos vuelvan a requerir,  no. Lo hacen y  los orientamos, pero en forma menos frecuente. En mi propio caso, acostumbro a visitar a los escritores noveles que se encuentren bloqueados en la búsqueda de alguna idea para redactar  un artículo, un cuento, o  el bosquejo de una novela. En tu caso, yo presentí la llamada.  Por eso vine, porque lo necesitas¿No es verdad?

      Mi respuesta fue afirmativa, aunque no se me ocurría de qué manera  podría ella ayudarme. No obstante, dejé mis dudas a un lado para decirle:
-      Bueno, entonces, si es ese el caso, bienvenida a mi casa Musita, porque en realidad, por más que pienso, no se me ocurre nada. Quería escribir un cuento, pero a pesar de que tengo el argumento de lo que deseo narrar, no logro  encontrar las palabras, y mucho menos las frases para iniciarlo.
          -   Déjame darte una mano. Lo importante es no desmayar, Myriam. Persiste, siempre persiste. Llegar a escribir bien supone muchos sacrificios y muchísimos intentos. ¿Recuerdas los consejos que tu padre te da acerca de plasmar toda la idea, escribirla y luego “castigarla”? Eres hija de Luis Alberto Paúl, Premio Nacional de Periodismo. ¡Por Dios, Myriam! ¿Qué te pasa? Aprovecha sus conocimientos, sus enseñanzas. Por otra parte ¿Recuerdas lo que dice Gabriel García Márquez al inicio de sus “Doce Cuentos Peregrinos”, acerca de calentar el brazo y de la disciplina que se imponía él para escribir?
          -  Sí, ya lo se. Y leer los clásicos, además de los escritores contemporáneos; esos son algunos de los consejos que mi padre siempre me ha dado. Pero hay algo más, escribir supone poseer una gran dosis de creatividad; conocer a fondo el castellano e inspirarse en algo o en alguien, pero hay ocasiones en las que no podemos estructurar las ideas. Nos cuesta describirlas.

           -   Todo lo que has dicho está muy bien, pero hay algo que no debes olvidar y  es que con sólo observar lo que tienes  a tu alrededor y contárselo a alguien, ahí ya tienes una crónica. Lo mismo ocurre con tu  propia vida interior,  tus viajes -aunque éstos sean a la esquina. Tú atesoras recuerdos de la infancia, adolescencia, y ahora de tu madurez. Siempre has tomado nota los viajes que has realizado; de todo aquello que te ha llamado la atención. Por ejemplo ¿Donde está la libreta de notas de tu viaje a Estambul, la de Lisboa? ¿Y aquellos viejos diarios de tu infancia¿ El de Viena? ¿Donde se encuentran también los dibujos que realizaste en el tanquero Independencia I, cuando hiciste aquel trabajo a bordo? ¿Dónde está todo ese material?
            -    En  alguna parte archivado...- le respondí un poco avergonada.

       -  ¡Ajá, archivado. ¡Y por qué no lo sacas?  Piensas que no-te-viene-la-inspiración… No, Myriam, ¡NO! Has tenido, como todo el mundo, experiencias, vivencias hermosas. Has sufrido también, como el resto de tus congéneres, en cualquier área, sobre todo en la vida amorosa, y esas experiencias cuentan al momento de escribir una historia, un cuento y hasta una novela. Tienes en tu haber muchas anécdotas divertidas que una vez, hace ya mucho tiempo empezaste a compilar. Creo que escribiste el viaje real con el Príncipe Feisa que una vez hiciste desde el Aeropuerto de Schwechat a Viena.. Se que te gusta narrar. Además, cuentas con un maravilloso grupo de amigos con excelentes cualidades literarias, que al igual que tú, poseen sus propias vivencias, hermosas todas. Puedes nutrirte de ellos y, a la inversa,  ellos de tí. ¡Entonces, comienza a escribir!
      Yo la escuchaba con gran atención y le dije que tenía razón y que trataría de encontrar esa información recopilada. Quizás pudiera escribir algo para inspirarme en los los autores de los libros que había leído desde niña.

         -Eso está muy bien, pues la inspiración viene cuando escuchas o lees a las personas que narran sus propias experiencias. Son distintas, y el hecho de serlo, despiertan tu interés, así como las tuyas despiertan el de tu interlocutor o el de quien te lea. Más tarde viene la disciplina en el oficio de escribir. Así que medita sobre lo que te he dicho. 
     Recopila tus experiencias y comienza. Y, como dice también tu padre, escribe todo de una vez. Plasma la idea y luego “castigas” la prosa. Claro que sería aún mejor,  como ya te ha dicho tu padre, que desde un principio, comenzaras a escribir bien. Pero, no te preocupes que eso viene con la práctica.

    

          Entonces Musita se deslizó por el tobogán del pliegue chino y ya, un poco cansada, me dijo:

     -Ahora me voy, Myriam. Me llaman de La Alameda y creo que también de Cumbres de Curumo. Al igual que tú, hay otros escritores atascados. 

         - ¿Cómo lo sabes? – le pregunté, curiosa.
    -Mi  objetivo, como te dije, es ayudar   a los escritores. No importa su edad. Recibo muchas llamadas, aunque no uso celular. Me basta con mi poder mental, telepatía, intuición. Todas mis percepciones las registro en los dos puntos azules interiores de mis alas para no olvidarme. Ahora, Myriam, sólo te pido un favor…
     - ¿Deseas tomar algo, ir al baño?- le pregunté avergonzada por mi olvido, como anfitriona.
    - No, gracias. Sólo quisiera una gota de miel y otra de agua, pues debo reponer fuerzas.
     - ¿Sólo eso? ¿Y comer algo antes de partir, Musita? 
    - No, querida, sólo eso. Estoy a dieta, pues para volar necesito estar muy liviana.
   No pude menos que sonreír porque yo también estaba en la misma situación, aunque lo que hacía era caminar para, también, poder estar más liviana.
    Una vez que Musita hubo tomado su merienda, se sentó sobre mi libreta y me dijo muy seria:
   - Bueno, amiga mía, ahora sí tengo que irme. Recuerda lo que hablamos. Transmite mis consejos a tu grupo de amigos escritores. Que nos llamen, si nos necesitan. Puede que algún día o una noche, si no llueve mucho, me cuele por sus ventanas y converse un rato con ellos. Es posible que ya mis compañeros hayan ido en su ayuda. Somos muchos las  Musas y los  Inspiradores. Hoy yo estaba disponible, pero quizás la próxima vez  te visite otro de mis compañeros.
      Luego de agradecer su ayuda, Musita remontó vuelo hacia mi cara. Sentí una cosquilla en la mejilla, producida por el minúsculo beso de despedida de mi pequeña profesora. Luego, ella prendió una lucecita, se iluminó toda y  salió por la ventana rumbo a La Alameda. La vi perderse en la distancia, hasta que se confundió con los cocuyos, en medio de la noche azul marino.

       Me incorporé.  La figura china en la repisa, ahora tenía los pliegues de la bata vacíos. Mi cuaderno de notas yacía en el suelo junto al lápiz. En los cerros vecinos las luces de los edificios parecían luciérnagas, que se confundían como bandadas en la noche estrellada.

       De pronto el revoloteo de un abejorro, que rondaba las flores del jarrón, me hizo volver la cabeza.
    
    - ¿Musita?










Caracas, setiembre de 1992, 2013 

IMAGENES: WEB
    










sábado, 2 de marzo de 2013

AMOR LIBRE


       Desnudos, pletóricos de felicidad, de bienestar, ellos salieron salpicando agua de la quebrada. Corrían despreocupados por la calle, importándoles poco la gente, a la que, en su euforia, arrollaban al pasar. Eran jóvenes y enfrentaban la vida con la insolencia propia de quien tiene la riqueza del tiempo en su haber. Jugar al amor en el agua, al estilo de la serie de televisión Pantanal y haber soltado las amarras de la tensión en el encuentro, les daba un brillo especial en los ojos.

         Ella, de andar grácil y elegante: músculos lisos, ausente la grasa, enfrentaba las miradas: curiosas unas, indiferentes otras. El, igualmente musculoso, elástico, joven como ella y juguetón, buscaba en el caminar acelerado, la cercanía de su pareja, en tierna caricia. Se sentían dueños del mundo. 

  Lejanos, felizmente, a los problemas que muchos hacen del amor o encuentran en este arte amatorio: continuidad-seguridad; discontinuidad-inseguridad. La duda eterna del me querrá, no me querrá. El clásico deshojar de la margarita, que, no obstante su humildad, cobra capital importancia en el mundo de los amantes.

      Pero la joven pareja carecía de esta clase de preocupaciones. No transitaba por esos complicados dédalos. Quienes la componían tenían compañero hoy y mañana también. ¿Distinta? ¿Qué importaba? ¿Y... el sentimiento? Bueno, eso concernía a los humanos...

VIVAMOS EL PRESENTE, QUERIDA, SOLO EL PRESENTE...
IMAGENES: WEB                                                                

    Ellos, perros satos comunes y corrientes, vivían el presente perdiéndose, felices, entre la muchedumbre que aprisionaba la calle arbolada y sinuosa de una urbanización caraqueña...

Caracas, 1993