viernes, 4 de septiembre de 2015

LOS PEQUEÑOS MONSTRUOS BELICOS

     



     Como diminutos tanques de guerra que disparan su fuego contra nuestros inocentes pulgares, hoy proliferan las captahuellas en toda Venezuela. La instalación de estos artefactos destructores  y controladores de compras comenzó en forma tímida, en los automercados del gobierno. Luego en las principales redes de farmacias. La gente protestó ante tal atropello que sólo trataba de controlar la ineficacia de un modelo económico y obsoleto. Ante la protesta generalizada por un absurdo control, el gobierno trató de suavizar la terrible situación económica que vivimos en Venezuela,  demorando la medida, incluso se llegó a leer en la prensa que la presentación del número de la cédula de identidad para comprar productos regulados se iba a anular. Pero no fue así. Ahora estas captahuellas controladoras de las compras pululan por todas partes. El usuario no puede volver a hacerlo por una o dos semanas. Estos tanquecitos de guerra (de economía de guerra) avanzan hacia tí como pequeños monstruos, queriéndote destruir uno a uno tus pobres dedos. Y no sólo de un pulgar, sino los dos, o más dedos si no se tienen los que  ella te exige. 

    Hoy me aterroricé, cuando esta mañana fui a comprar algunas medicinas para el dolor de cabeza y una sal de fruta y escuché al empleado de la farmacia decirme: "Ponga el pulgar derecho. Ahora el otro". Me sentí como en una estación de policía de las series que uno ve en televisión,  en la que le piden a los delincuentes poner sus diez huellas dactilares. Les dije que yo no era una criminal para que me tomaran las huellas de las dos manos y me fui, devolviéndoles la compra. Como el fin, para mí no justifica este medio, me niego a aceptarla. Es humillante. Y todo por controlar lo incontrolable: las fallas y la ineficiencia que trae la falta de producción y la aplicación del señalado modelo económico obsoleto que no funciona. La prueba está en los pequeños tanques de guerra: las captahuellas.




     
       Estoy consciente de que los funcionarios sólo cumplen con su deber al exigirte las huellas. Pero mi conciencia me dicta no hacerlo. Yo, a mi vez cumplo con el mío.
  Luego, por la tarde me encontré con una amiga en el supermercado Gama de Santa Fe y la invité a tomar un café. Mi terror volvió al ver por primera vez una captahuellas en el Gourmet del Gama. La historia de la mañana se repetía. Cuando fui a pagar los  cafés me pidieron que pusiera mis huellas y les dije que no lo haría y menos  por dos cafés. Y me negué a ponerlas cuando pagué, por lo que mi amiga y yo nos sentamos a una de las mesas a tomar nuestras bebidas en relativa paz.
     Se que uno no debe decir "de esta agua no beberé", porque también "la necesidad tiene cara de hereje"y uno en casos de emergencia de salud tiene que bajar la guardia.   Pero, ya lo dije: Por Salud. Mientras pueda me abstendré de esta horrible humillación. A no ser que las pongan en todos los abastos y bodegas de Caracas, del país, y entonces decida no morirme de hambre.












Caracas, 4 de septiembre de 2015.
IMAGENES: WEB