sábado, 23 de diciembre de 2023

UN MISTERIOSO AGUJERO





Una tarde Martina jugaba junto a sus hermanos y primos en el patio trasero de la casa.Disfrutaban de la vacaciones navideñas. Luego, cansados  y sudorosos se sentaron a descansar   un rato. Como ya se acercaba la Navidad, la conversación giró en torno a lo que le habían solicitado al Niño Jesús o a Santa para Nochebuena.

         -Yo pedí una patineta –dijo Nicolás.

         - Y yo una caja de pinturas al óleo - expresó Emiliana, mientras se tomaba un refresco.

         -Yo un muñeco orinón- terció Mariela.

         - Pues yo les pedí al que pudiera, el Niño o Santa, una bicicleta –  agregó Eugenia.

 Como Martina permaneciera callada escuchándolos, Mariela le preguntó extrañada:

- ¿Y tú todavía no le has escrito a Santa, prima?

- Claro que sí. Hace unos días mi papá se llevó nuestras cartas para enviarlas desde su oficina.

-¿Y qué te van a traer, se puede saber?

- Pues además de algunos cuentos y una muñeca, les dije que me trajeran unos patines rueda libre de acero. Tú sabes,  los Winchester  de primera. con municiones, pues ya los míos están muy viejos y no son tan rápidos. Les dije que no importaba si no me podían traer todo, pero que, por favor,  no se olvidaran de mis patines con municiones- expresó esperanzada.

La chica soñaba con ellos, pues sólo tenía unos  winchester de segunda clase que  reducían la velocidad de sus carreras, durante las patinatas navideñas.

Ese día de la tertulia se hacían las hallacas en  la casa y el olor del guiso se esparcía por todas partes.  Y sucedió que, en uno de los  constantes viajes de la patinadora a la cocina para cogerse las pasitas, su madre tomándola por un brazo le dijo:

- Martina, muchacha, deja ya de comerte las pasitas que después van a hacer falta. Hazme  más bien un favor, en lugar de estar curucuteando en la cocina. Ve a mi cuarto, y en  la última gaveta del  armario busca un rollo de pabilo y me lo traes rápido, que ya se me está acabando y me falta todavía envolver los bollos.

Cuando la niña buscaba el pabilo en la gaveta, su mano tropezó con un paquete  envuelto en papel navideño. “Posiblemente sea uno de los aguinaldos que mami tiene que dar en sus fiestas benéficas”, pensó. Y ya se iba con el encargo, cuando su curiosidad la detuvo. Sacó el pesado paquete, lo palpó, tratando de adivinar su contenido y como no lo consiguió, le abrió con mucho cuidado un huequito al papel. Sus ojos se agrandaron al ver que por él salía una rueda de patín ¡con municiones! Feliz con el hallazgo, comenzó a girar la rueda una y otra vez, hasta que la voz de su madre la sobresaltó:

- Martina, apúrate y tráeme el pabilo que lo necesito ahora, no mañana.

- Sí, mami, ya voy, ya voy- contestó azorada , pues conocía el tono de voz materno, cuando ella desobedecía,  así que, apresurada,  volvió a guardar el atractivo envoltorio en el mismo lugar en el que lo había encontrado. Pero sucedió que cada vez que se presentaba la oportunidad, la chica cuidaba que nadie la viera, e iba al armario de su madre, sacaba  el maravilloso paquete  para admirarlo y darle vueltas a la ruedita. Mientras ésta giraba y giraba, ella sentía una profunda envidia del destinatario. “Quizás se trate del regalo a un hijo de una amiga de mi mamá o uno de sus tantos ahijados”.

Pasaron los días y llegó la tan ansiada Nochebuena, y con ella, la cena navideña.  Los niños, engalanados para la feliz ocasión recibieron junto a sus padres, a los familiares y amigos. Los parientes llegaron cargados de regalos que colocaron al pie del árbol de Navidad o junto al pesebre. Luego, se sirvió la cena en la que las hallacas, el pernil, la ensalada de gallina y el  dulce de lechosa hicieron las delicias de todos.

 Más tarde vino la parte más emocionante de la noche: se cantaron villancicos al Niño Jesús, para celebrar su nacimiento, y se intercambiaron  los presentes. Los niños  corrían y jugaban, cuando de pronto escucharon emocionados que sus padres los  llamaban  para anunciar la próxima visita celestial, mientras tintineaban las copas con los cubiertos. 

- Hijos míos, se acerca la llegada de Santa, así que a la cama. Si él ve alguno de ustedes despierto, pasa de largo sin dejar sus regalos. Como ya saben él acompaña al Niño Jesús y lo ayuda en el reparto navideño, pues hay muchos niños en el mundo, así que como tienen más trabajo, también tienen prisa en su recorrido- ¡Así que a  dormir, pues, que ya se acercan!

¿Por dónde van  ellos ahora, mami? – preguntó ansiosa Emiliana.

-  Si salieron esta mañana de Europa, según mis cálculos, esta tarde llegaron a Venezuela. Así que ya deben estar en Caracas-  dijo la madre al mirar  su reloj pulsera. Recuerden que los trineos son muy veloces. Última llamada! ¡A la cama todos, niños!

      Esta vez la prole obedeció de inmediato la orden materna para evitar que los tan esperados visitantes los encontraran despiertos.A la mañana siguiente, la algarabía infantil, despertó  a los padres.

- ¡Vino el Niño!

- ¡Vino Santa!

Los más pequeños observaron emocionados los regalos al pie de la cama. Luego los tocaron para comprobar que todavía conservaban el frío de las nubes, además del aroma celestial. Por último se abalanzaron sobre ellos para romper las envolturas.

Martina no podía creer que le hubieran traído tantos obsequios. “Gracias, Santa. Gracias, Niño Jesús. Les prometo que el próximo año me portaré mejor”, pensaba mientras  abría los paquetes y organizaba frente a ella los cuentos, la muñeca y el juego de damas chinas. Entonces, muy entusiasmada, procedió a abrir el siguiente paquete. Esperaba ansiosa que el Niño Jesús no se hubiera olvidado de sus patines.

 Y sucedió que al hurgar entre el montón de regalos, extrajo uno pesado,  envuelto en un papel navideño algo sucio, -producto quizás del largo viaje estelar-, arrugado y, para su sorpresa, con un misterioso agujero.

 

 


Imágenes: WEB.

Myriam Paúl Galindo © Caracas, 1992, 2009, 2023.


sábado, 25 de noviembre de 2023

ÓRDENES SON ÓRDENES (Publicado en: https://uncuentoentreamigos.blogspot.com)

 





Episodio basado en el desastre del Sesostris, durante la Segunda Guerra Mundial

Corría el año 1939 y había estallado ya la Segunda Guerra Mundial. Yo formaba parte de la tripulación del buque “Sesostris”, como Oficial de Máquinas. Nuestro vapor, a pesar del reciente conflicto bélico, desafiaba el peligro que significaba surcar un océano infectado de submarinos aliados, cargando y descargando mercancía en los puertos registrados en agenda.
Una vez navegábamos por el Caribe, justamente muy cerca de las costas venezolanas, con nuestro cargamento de asfalto, madera, cacao y café, cuando comenzaron a asediarnos los barcos ingleses y franceses, como si fueran piratas. Temían que hubiésemos asistido a naves enemigas. Todas estas dificultades, en circunstancias tan peligrosas, entorpecieron nuestro trabajo y pensar en regresar a Alemania se hizo imposible. Tuvimos información de que seis barcos italianos se encontraban en la misma situación que nosotros. Entonces nuestro capitán, al igual que lo hicieron los de las naves italianas, solicitó refugio en Venezuela por tratarse de un país neutral. Tal petición fue aceptada por el gobierno de turno, con instrucciones precisas de seguir rumbo hacia Puerto Cabello, región ubicada en la costa central de Venezuela.
Dadas las particulares circunstancias de nuestra llegada al puerto, nuestra adaptación al lugar no resultó fácil. Había problemas de toda índole. Las noticias de los avances enemigos nos inquietaban y nuestras victorias nos animaban. Me sentía muy angustiado al no tener noticias inmediatas de mi familia. El dinero comenzó a escasear: no teníamos manera de obtener nuestro sueldo. Fueron momentos muy difíciles para la tripulación del Sesostris. Providencialmente el gobierno venezolano, en un gesto de solidaridad, se comprometió a pagar la remuneración de los oficiales y subalternos, mientras estuviéramos en calidad de refugiados. Esta actitud del gobierno venezolano fue celebrada con júbilo por nosotros.
Nuestra suerte aumentó, gracias a Dios, con la recepción que nos hizo la colonia alemana en Puerto Cabello, cuando atracamos en el puerto. Muchos de nuestros compatriotas eran prósperos comerciantes, y nos ofrecieron su ayuda para cualquier cosa que necesitáramos.
El tiempo fue pasando, y mientras tanto, yo realizaba pocas actividades profesionales a bordo. Me dediqué a la talla de la madera y a la elaboración de barcos célebres, hobby que, al igual que a mis compañeros, me llevaba buena parte de un tiempo forzosamente libre.
Aunque echaba de menos Hamburgo y, sobre todo a mi familia, poco a poco me fui acostumbrando a mi nueva vida. Puerto Cabello era una ciudad acogedora, y su gente, increíblemente cálida. Hice amigos y conocí algunas chicas con quienes ocasionalmente salí al cine o a un concierto. Otras veces me reunía con mis compañeros para tomarnos unas cervezas, o también perdernos por las callejuelas de la ciudad en busca de placer.
Pasaron entonces casi dos años, en medio de las vicisitudes de la guerra, hasta que un buen día el destino quiso que conociera a Gertrudis. Sucedió una tarde, cuando visité el Club Unión. Había sabido por uno de mis compañeros que se organizaba un bazar navideño, y existía la posibilidad de vender nuestras artesanías durante el evento. Entonces, sin dudarlo, tomé una muestra de mi trabajo y me dirigí a la oficina administrativa del club. Me recibió una bellísima chica. Era la Administradora del club. Me dirigí a ella diciéndole, mientras le extendía la mano:
-Buenas tardes, señorita, soy Klaus Leihnert, Oficial de Operaciones del vapor Sesostris. Mis compañeros de a bordo me informaron que pronto se celebrará un bazar navideño. Vengo a informarme si existe la posibilidad de vender en él algunos trabajos de artesanía que hacemos en el barco.
- Mucho gusto,- respondió - mi nombre es Gertrudis Mandel. Tome asiento, por favor.
Me informó que el club abría sus puertas a todas aquellas personas que desearan presentar artesanías y venderlas en el bazar. Luego, me preguntó si había llevado alguna de las mías, y le entregué un timón que había llevado como muestra.
- ¡Qué talla tan linda! –Exclamó sorprendida.
- Gracias, señorita.
- Llámame Gertrudis, Klaus, por favor.
- Está bien, Gertrudis – dije algo nervioso - a bordo tengo otras maquetas y tallas que también le puedo traer para que las vea en otra oportunidad -. Le dije que mis compañeros tenían trabajos similares, y ella me animó a invitarlos a participar en el bazar navideño. Acordamos que mi propia entrega la haría al día siguiente. Como ya finalizaba sus labores, la invité a tomar un helado en la terraza del club. Me contó que su padre era alemán y su madre venezolana; él comerciante y ella, maestra. Me dijo, además, que había estudiado comercio en un instituto local, y que, desde hacía un año, trabajaba en el Club Unión. Nuestra conversación se extendió hasta casi entrada la noche. Luego nos despedimos. Pero me prometí volver a verla.
La organización del bazar sirvió de excusa para encontrarnos con frecuencia. Y luego también, pues la venta de las artesanías fue un éxito. Compartimos almuerzos y cenas en el club. Con frecuencia íbamos a la playa, al cine, a algún concierto; en fin, nos divertíamos, a pesar de los nubarrones de la guerra. Como era de esperar, Gertrudis y yo nos hicimos novios. Nos gustaba leer y escuchar música clásica. Además de intercambiar libros, canjeábamos también clases de alemán por español.
Un día que nos bañábamos en la playa, ante la fogosidad de nuestros encuentros, cada vez más apasionados, le propuse matrimonio. Yo ignoraba, dada nuestra situación de refugiados, cuándo se produciría el regreso a Alemania; por eso quizás, deseaba casarme pronto con ella. Además, estaba muy seguro de mi amor por Gertrudis. Así que le propuse matrimonio un día en la playa. Al principio ella me dijo que casarnos en ese momento resultaba un poco apresurado, pero la convencí de que mi amor por ella no disminuiría nunca, y como ella también estaba muy enamorada de mí, al fin aceptó. Así que ese día, sin más dilación, fijamos la boda para los primeros días de enero del año siguiente. Con la ilusión de formar pronto mi propia familia, mi tristeza disminuyó durante las fiestas de fin de año al recordar a los míos en Hamburgo. Mi novia y yo esperábamos ansiosos el Año Nuevo.
Nos casamos, como acordamos, a principios de 1941. Nunca vi una novia más linda que la mía. Debido a los tiempos que corrían, sólo hubo una celebración muy íntima. Ambos éramos demasiado afines como para poner en duda la felicidad que nos esperaba. Nuestra compatibilidad de pareja fue total. Siempre nos sobró la pasión a la hora de la entrega mutua: cálida, hermosa, sin reservas. Y, sobre todo, constantemente renovada.
Una tarde paseábamos por la playa, y observábamos a lo lejos los barcos atracados en el muelle del puerto. En el Sesostris ondeaba la bandera alemana con la esvástica.
Abracé entonces a Gertrudis y le dije emocionado que pronto, cuando terminara la guerra, nos iríamos para Alemania los dos solitos. Al escuchar mis palabras, me dijo que ir los dos solos era imposible, pues ya éramos tres. Mi alegría no tuvo límites y la zarandeé en el aire, mientras giraba como loco. La cubrí de besos y arena.
Una noche nos encontrábamos cenando mi mujer y yo en casa, cuando llegó Reiner Schmidt, un colega. Lucía agitado. Nos dijo que el Capitán Ziegler, había convocado a la tripulación a una reunión urgente esa misma noche, a bordo del Sesostris. Así que debíamos apurarnos. Mi mujer me miró alarmada. Traté de calmarla, recordándole su estado, y le aseguré que estaría de regreso lo más pronto posible. Pero ella, haciendo caso omiso de mis palabras, estalló en llanto pidiéndome, mientras me abrazaba con fuerza, que no me fuera.
Entonces la separé con suavidad, mientras le decía con firmeza:
-No puedo, mi vida. Lo sabes bien: órdenes son órdenes.
Cuando el Capitán Ziegler entró a la Sala de Conferencias, se dirigió a nosotros con voz clara y firme, mientras los músculos de la mandíbula se le dibujaban bajo la piel. Nos informó que el día anterior, 29 de marzo, el presidente de los Estados Unidos, F. D. Roosevelt, había dado una declaración, por la que se ordenaba incautar todos los barcos italianos y alemanes que se encontraban refugiados en puertos norteamericanos. México y Canadá habían tomado la misma determinación.
- Por esta razón el Alto Mando Alemán – dijo firmemente y sin vacilaciones – ha dado órdenes precisas de planificar y coordinar el incendio y el hundimiento del Sesostris para mañana mismo.
A estas palabras siguió un silencio escalofriante. Todos transpirábamos. Nadie se movía. Observé los rostros congestionados de mis compañeros. No podía creer lo que estaba escuchando. La cabeza me estallaba.
Varios equipos formados por ingenieros navales, mecánicos, electricistas y buzos iniciamos las operaciones destinadas al hundimiento del Sesostris. Limpiamos el barco, sacamos la documentación y redujimos a cero las reservas de combustible. Las últimas serían: abrir las válvulas de fondo y prenderle fuego al barco para, finalmente, abandonarlo. Traté de controlar al máximo mis emociones, mientras me dirigía hacia el lugar donde se encontraban las válvulas de fondo. Terminaba ya de abrir la primera, cuando experimenté una fuerte sacudida. Un dolor intenso me recorrió el cuerpo, paralizándome. Caí al suelo. En ese mismo instante me invadió una gran confusión: escuché ruidos extraños; recordé momentos de mi vida; vi a mis padres, a mi mujer y a mi hijo. Luego, sentí una profunda tristeza, sentimiento que, paulatinamente, fue transformándose en una indescriptible felicidad. Entonces empecé a elevarme, a elevarme; y mientras atravesaba billones de estrellas, observé a mis pies, un hermoso y pacífico mundo sin fronteras.

Desperté con el ruido de fuertes golpes. Desguazaban el buque para luego remolcarlo a Isla Larga, cerca de Puerto Cabello. Desde entonces, vivo allí, en las profundidades del Mar Caribe, donde velo por los restos del Sesostris, que, todavía, asoma su popa engastada de corales en una suerte de saludo al mundo. Cuido de la flora y la fauna marina que me rodea; mantengo vivo el recuerdo de aquella hermosa mujer que un día me hizo tan feliz, y protejo a los submarinistas y a los pescadores que me visitan, entre quienes, tal vez, se encuentre sembrada mi propia simiente.

MYRIAM PAUL GALINDO/ Caracas 2008

Cuento finalista en el V Certamen Literario de Pepe Fuera de Borda 2008. Buenos Aires, Argentina.

miércoles, 22 de noviembre de 2023

EL BISABUELO

 


   El Bisabuelo, Luis Alberto Paúl, la Tía Abuela, Myriam  y las  bisnietas Emiliana y Andrea Alvarez De Stefano.


 

Homenaje a nuestro Padre, Luis Aberto Paúl, en el décimo quinto aniversario de su partida a los Cielos, el 22 de noviembre de 2008.


No te has ido,

querido padre, vives 

en el corazón 


de tu descendencia,

 en la savia que nutre

su bella juventud.


Eres Bisabuelo,

  de  jóvenes estrellas,

futuras promesas


en las Ciencias y

en las Bellas Artes,

para tu orgullo.


Eran niños todos,

quince años atrás, cuando

Dios te llamó.


El Bisabuelo 

partió hacia  el Cielo,

 para escribir con Dios.


Y desde Allá

bendice nietos, bisnietos

en la Paz del Señor.


Luid Alberto Paúl, con su nieto, Renato De Stefano Paúl.


Caracas, 22 de noviembre de 2023






sábado, 18 de noviembre de 2023

TU NOSTÁLGICA PRESENCIA

 

 


   
Homenaje a  nuestro querido hermano, Alberto Paúl Galindo, en el octavo aniversario de su partida.



  Ocho años ya,
querido hermano, de
tu último viaje

hacia regiones 
ignotas, celestiales
 y  nuy hermosas.


Viajanos juntos a
Estambul, Atenas, Londres,
París y Madrid.


Lugares terrestres,
viajes  irrepetibles,
de  otros  tiempos.

Recuerdo tu dicha
al  transitarlos junto
a nuestra madre.

Cómo  sonreías 
ante las sorpresas de
la  geofrafía. 

"Estamos en Asia",
dijiste emocionado,
al cruzar el Bósforo.

Pasado hermoso
de la juventud que hoy
atesoramos.

Ahora viajas
como las estrellas por
el Infinito

y refulge el brillo
hermoso y nostálgico
de tu presencia

sobre la copa
 del árbol terrestre de 
tu familia.


IMAGEN: WEB













jueves, 2 de noviembre de 2023

DOS DE NOVIEMBRE

 


Imagen: WEB


Cae la  lluvia,
como corren por el alma
los riachuelos

del recuerdo, y
las quimeras despiertan
de largos sueños.

Me acompañan,
 moran en el corazón
amores eternos.

Frescas imágenes
de historias familiares
salen al encuentro.

Se entretejen
alegrías,  tristezas
en suaves mantos


que  arropan  a
 la hora del  descanso,
las tiernas Nanas.

Con melodías 
intemporales arrullan
el dulce sueño.

Ahora la lluvia
moja olvidados jardines,
ayer hermosos .

Notas musicales
danzan a compases de valses
universales.


Pasan los días,
jornadas tristes. Grandes
amores pasados,

presentes siempre
en  almas adoloridas
por las ausencias.

Lluvias de quimeras
empapan el alma  hoy,
Dos de Noviembre.



Pintura: Myriam Paúl Galindo.









sábado, 23 de septiembre de 2023

UN TARDÍO VERANO


       
     Cuento participante al "Concurso de relatos ,  Historias de Verano. Zenda" Madrid, España,2023. (zendalibros.com  Https:www.zendalibros...)


      Inicié, al fin,  después de veinte años, mi anhelado viaje de vacaciones  a Florencia, ciudad  en la que un gran amor de juventud dejó una fuerte impronta en mí. Este breve romance, de sólo seis meses con Pietro, tuvo un final tan brusco y triste, que lo convirtió  en una quimera difícil de olvidar. Pero, el tiempo, bálsamo divino, abrió un nuevo capítulo en mi vida, pues  cuando estudiaba Economía en la Universidad, conocí a Carlos, un compañero de estudios,  nos hicimos novios y nos casamos al terminar la carrera. Luego, nuestra felicidad la completó  el nacimiento de  Carlos Alberto, nuestro hermoso hijo.

     Cuando realicé el viaje a Florencia, hacía  tres años que me había divorciado de Carlos, después  de dieciocho años de matrimonio, y me desempeñaba como Gerente de Finanzas en una empresa internacional, por lo que mi posición económica era estable. Pero pronto  mi hijo se graduaría de Médico en la Universidad Central, y  haría un Post Grado en Estados Unidos, según me había manifestado. Así que me quedaría sola. Esto me preocupaba, necesitaba realizar un balance en mi vida, viajar, para poner mis ideas en orden. Y, llevada por los recuerdos, me fui a Italia.

 

      Al llegar a Florencia  recorrí  los lugares que tantos recuerdos me traían: el Ponte Vecchio, la Piazza de la Signoría,  la Galleria degli Ufizzi, el Palazzo Pitti.  Luego de mucho andar, busqué el  Caffe Rivoire , frente a la Piazza Della Signoría, el mismo en el que conocí a Pietro. Me senté a la mesa ubicada hacia la esquina del local, el mismo sitio que ocupé  aquella lejana tarde. Ordené  un Capuccino.

 

      Ese lejano día veraniego almorzaba sola, cuando un chico alto y moreno se acercó para preguntarme si la silla frente a la mía estaba ocupada. Le contesté que no,  me extrañó la pregunta, pues las mesas adyacentes estaban casi vacías.. El joven pareció leerme el pensamiento, pues acto seguido me explicó, a modo de excusa,  que era algo  triste tomarse una café solo, y como imaginó que yo necesitaba compañía decidió presentarse.
     -Me llamo Pietro Allegri ¿Y usted? –   Le dije que mi nombre era Estefanía Pagal.


    Para mi asombro, sin más preámbulos,  tomó asiento delante de mí  e  inició la típica conversación trivial sobre el estado del tiempo. Más tarde, por fortuna,  la conversación se tornó amena, y nos despedimos con los respectivos cambios telefónicos para continuar nuestra incipiente amistad.

  

     Salimos varias veces, pues en ese entonces yo tomaba un curso de italiano, como parte de un intercambio estudiantil entre algunas universidades internacionales. Luego, Pietro y yo nos enamoramos y nos hicimos novios.   Ambos éramos muy jóvenes y veíamos el futuro  luminoso. Mi curso terminó en febrero  y tuve que regresar a Caracas. Nos escribíamos con frecuencia, pero luego de unos meses los correos por parte de. Pietro comenzaron a hacerse menos frecuentes, lo mismo que sus  llamadas,  hasta que terminaron por detenerse y originar la ruptura de nuestra relación. En aquel entonces, estar conectada a Internet suponía una suscripción costosa, pero,  yo la cubría gustosa con mi mesada, al igual que mi conexión al móvil, en aras al amor..  Mi tristeza crecía al no comprender la causa del silencio del  italiano. Tiempo después  le escribí a un amigo común y me enteré  que Pietro  se había casado hacía poco con una chica rumana que estudiaba con él Negocios y Administración, en la Universidad de Florencia. Entonces el dolor se intensificó cuando supe la razón de la ruptura. Estaba inconsolable. Al año siguiente le escribí por Navidad, pero Pietro  nunca  respondió el saludo. Fue la última vez que supe de él, y como dije antes, continué con mi vida. Hoy esa triste historia de amor cumple ya veinte años.

 

    Esas eran mis reflexiones, mientras tomaba el desayuno. Pensaba en las jugadas del Destino. Entonces, de pronto, tuve una corazonada. Sentí una fuerte emoción, una alegría que borró las tristezas.  Entusiasmada,  me dirigí  al Palazzo Vecchio, y  mientras caminaba hacia el maravilloso museo, escuché  la entrada de un mensaje de Skype en mi móvil. Lo abrí y el remitente hizo acelerar mi ritmo cardíaco al leer el siguiente mensaje en italiano:

 

“Buenos tardes,, si  eres Estefanía Pagal, y estuviste en  Florencia, en el verano de 2000,  hace veinte años, por favor, responde este mensaje.  Quiero saber de tí. Soy Pietro Allegri, de Florencia.”

 

 Y acto seguido respondí:

 

“Si, Pietro, soy Estefanía Pagal, la misma persona que conociste en Florencia en el verano de 2000, y ahora estoy en Florencia  de vacaciones.´´

 

      En el momento del reencuentro lo negativo se olvidó, sólo contaba el alegre presente   Pasada la euforia de vernos de nuevo,  cada uno hizo el recuento de su propia vida. Al  mío siguió el suyo: Pietro se había divorciado hacía cinco años. Tenía una hija, Chiara, que estudiaba Ingeniería de Sistemas en Londres.  Luego, resurgieron el amor y las ilusiones, pero de pronto, cuando hacíamos planes para tener un futuro juntos a corto plazo, un zarpazo inesperado nos detuvo: llegó el Covid-19, y se instaló  la pandemia sobre la faz de la tierra. Muchas familias en el mundo sufrimos la tragedia del Coronavirus, Todo se hizo difícil y doloroso. Entonces, ante la imposibilidad de viajar, por el cierre de las fronteras, sufrimos el claustro  de una cuarentena obligada; nos comunicábamos por teléfono y por las redes sociales, como el resto del mundo.

 

     Pero ahora,  a pesar de que el peligro de la pandemia continúa, y lo hará por muchos años, al menos Pietro y yo estamos juntos. Luego de infinitas llamadas, y  dos o tres viajes realizados entre Italia y Venezuela, cuando éstos se hicieron posibles, la boda de Pietro y mía se celebró en Florencia  este caluroso  mes de julio de 2023, en presencia de nuestros  familiares y  amigos. Las bendiciones  del Creador, para quien sólo  el bien de sus hijos es prioritario, se presentaron, al fin,   en  el  tiempo perfecto:   un tardío  verano de nuestras vidas.






Imágenes: WEB

martes, 5 de septiembre de 2023

TIERRA TORTURADA



Vida terrestre:
rotación, traslación.
Y Eternidad.

 Cronología 
de eventos alegres
también tristes.


Bailan los siglos
al son asincopado 
de los tiempos,


mientras asombrados,
desde  la estratosfera,
la función observan

el sol, la luna,
estrellas y luceros.
Las galaxias, todas.

Los siglos pasan.
Incontables danzantes
repiten la función.

La Guerra ataca
cuando la Paz inicia 
el rítmico danzar.


Tierra torturada,
a Dios ruegas clemencia
por la Humanidad.


Caracas, Venezuela.



IMÁGENES: WEB








jueves, 31 de agosto de 2023

DIABLOS DANZANTES. POR ELENA MENDOZA DE CANACHE


En muchos pueblos de Venezuela se bailan “Diablos” , palabra que no se ha hecho muy común entre la gente que acostumbre practicar este rito en honor del Santísimo Sacramento, el cual comienza el miércoles antes de Corpus Christi.

Entre estos pueblos se encuentra San Francisco de Yare, en el Tuy Medio.

La festividad, de los Diablos Danzantes de Yare, permite que todos los miembros de las diferentes comunidades del Municipio Simón Bolívar se unan en un solo ente de hermandad, para presentar un gran espectáculo folklórico conocido nacional e internacionalmente, lo cual nos llena de orgullo a todos los venezolanos.

Historia: Loa Diablos Danzantes vienen actuando desde los tiempos de la colonia, desde el año 1.747. Mucho de los danzantes de esa época eran esclavos, que ese día de Corpus, escondidos tras  sus máscaras, podían vengarse en cierto modo de los dueños de haciendas.

Actualmente los Diablos de Yare evidencian una tradición en la cual se mezcla el rito religioso con la fiesta popular.

¿ Qué sucede en San Francisco de Yare durante el día de Corpus Christi?

Muchas personas ofrecen promesas consistentes en vestirse de diablos y danzar durante el día de Corpus. Y fue así como un jueves 18 de junio, un día muy caluroso y lluvioso (así son siempre los días de Corpus) el pueblo , mucha gente bajaba de los caseríos trayendo consigo artesanías y comida para vender a los turistas visitantes. La Iglesia estaba iluminada mediante dos bellísimas lámparas y un altar decorado totalmente con rosas blancas y rojas (colores de la pureza y del infierno).

A las 10 a.m. el obispo dio inicio a la gran festividad religiosa a la cual asistieron tantas personas que motivó el que muchísimas de esas personas tuvieran que oir la misa desde la plaza,enfrente de la Iglesia. Sentados en el suelo  estaban los famosos “Diablos”vestidos de rojo, así como también, los aspirantes a “ Diablos” a los cuales aún no les era permitido colocarse las máscaras.

Finalizada la Santa Misa, el Gobernador del Estado Miranda, para esa fecha, dio la bienvenida a la concurrencia y poco después, ante la gran expectativa y curiosidad de las personas, allí presentes, se acercó a la puerta de la Iglesia el señor Obispo con su imponente cofia.

Comenzaron a oírse repiqueteo de tambores. Los Diablos hacían movimientos convulsivos.

Tiemblan ante la presencia del bien, luego se arrodillan y en el suelo colocan sus máscaras y mandones (una especie de garrote) en señal de rendición del mal ante Dios.

Se da inicio a la juramentación de los “nuevos Diablos de Yare”.

Con voz grave interpela el Obispo a los aspirantes:


¿Cuánto tiempo es tu promesa? .- Algunos responden un año, otros dos años y algunos : toda la vida.

El señor Obispo interpela nuevamente: ¿ Y prometes ser un diablo bueno?.- Y contesta: Si…Si.. a lo que el Obispo responde : Dios te bendiga.

Acto seguido se colocan sus máscaras e inician sus frenéticas danzas al compás de tambores y maracas recorriendo todas las calles del pueblo.

Los diablos danzan durante todo el día y hasta entradas horas de la noche.


Elena Mendoza de Canache



Imágenes: WEB















 





miércoles, 9 de agosto de 2023

AVE VIAJERA

 

Imagen: WEB



Eres y serás siempre,
alma hermosa, bella,
asidua presencia

 en  las almas y 
y en los corazones de
 quienes te amamos. 


Vives en las aves,
la floresta, la Música
del Universo;

en cada flor de
tu jardín querido,
inolvidable,

regado por bellas
notas musicales desde
ventanas abiertas.

Ave viajera,
ahora estampas trinos
en pentagramas

angelicales,
que regalas al Mundo en
Galas Especiales.


Foto: MPG