lunes, 19 de marzo de 2012

¿QUIÉN ANDA POR AHÍ?

                                      


En la playa, junto a un grupo de palmeras que regalaban sombra y alimento, una muchacha  atesoraba ilusiones.  A  intervalos, miraba  el  reloj  pulsera.  David le había dicho que estaría allí bien temprano. El era puntual, así que esperaría tranquila. Ese domingo no tenía guardia en el hospital, pero en caso de alguna emergencia, estaba segura que  él  se lo comunicaría por el celular.

Mientras  lo esperaba, la chica dejó vagar los ojos por la playa y se fijó en una casa de bahareque, abandonada  y casi cubierta por la maleza. Las matas de malanga cubrían la vivienda, la playa,  y casi  se adentraban en el mar. El verde salvaje confería un aire íntimo y misterioso a la morada, que, a juzgar por su aspecto en ruinas,  hacía ya mucho tiempo no albergaba a ningún ser humano.

       - ¿Sola tan temprano, Matilde...o esperas al "Dr. House"?    
               La chica, aunque se encontraba de espaldas,  reconoció la voz fuerte e   impostada del antiguo novio. A pesar  de que hacía más de un año que habían  terminado la relación, no dejaba pasar la oportunidad de  molestarla cuando se la encontraba.
                
          -Eso no te interesa, Chúo. Por favor, te lo ruego una vez más. Déjame en paz, por favor.
    
         -Sí, lo haré ahora, pero sólo porque  la patrulla pasará a recogerme dentro de unos minutos – dijo el policía, al dar unas ligeras palmadas al arma de reglamento -. Ahora,  eso no quiere decir que te me  vas a escapar. No permitiré que ningún mediquito  de hospital con barba y aires de científico, venga a apartarte de mi lado. ¿Está claro... Mi Amor?- recalcó, mientras se ajustaba los pantalones, al  alejarse. 
    
         Al verlo cruzar la calle y subir al vehículo policial, la chica respiró aliviada. Hacía cinco años ella había estado muy enamorada de  Arquímedes, pero se cansó de sus infidelidades. Ahora amaba a David, alguien diferente que la valoraba y la quería  de verdad. Lo había  conocido en la emergencia del Hospital Central, cuando ingresó con aquel terrible dolor y le diagnosticaron una  apendicitis.  Luego de la intervención quirúrgica, mientras estuvo hospitalizada, el chico siempre se mostró muy atento con ella. "Claro, él es mi médico", pensaba Matilde, y no le dio importancia a las continuas visitas. Sin embargo, una vez que la dieron de alta, David  fue a verla muchas más veces a su casa, según él,  para hacerle seguimiento al post operatorio.  Entonces Matilde comprendió  que ambos estaban tan enamorados que ya  nadie podía separarlos. Ahora hacían  planes para la boda.  
    
           En eso pensaba cuando a lo lejos divisó a David, que venía de prisa hacia ella. Siempre que lo tenía ante sí  era  como una primera vez. Sus cuerpos se estrecharon felices. Luego, el mar y la arena en pícara complicidad, acariciaron  sus cuerpos, y el sol abrasador contribuyó a elevarles la temperatura: Besos, abrazos, caricias. Retozaban felices en el mar, mientras redescubrían sus sinuosidades. Y fue entonces cuando  la pareja encaminó pasos presurosos hacia la casita de bahareque,  y le pidieron a la humilde morada,  un poco de intimidad y de protección, sin importarles apenas que la caña brava  luciera algunos agujeros en las paredes.

        Las alimañas y una gaviota con el ala fracturada, a la que apodaban “El Náufrago”, fueron sus compañeros durante la maravillosa entrega. Los arrullaba el mar con su eterno vaivén y la brisa refrescaba a ratos los cuerpos  sudorosos, hasta que, al fin, luego de un delicioso batallar,  el bienestar invadió a los exhaustos jóvenes. Luego vino el descanso y el sueño reparador. El oleaje arrullaba y la brisa refrescaba su amor.

         Pero, de pronto se quebró la intimidad. Fuera del cobijo se sintió el ronronear de un motor. La pareja, aún bajo el embrujo del abrazo, contuvo el aliento. Luego sintieron que alguien curioseaba por las aberturas, fisgoneaba. Entonces, inquietos, y todavía abrazados, se hicieron a un lado y escucharon el chirriar de la puerta sedienta a grasa, seguido de unos pasos lentos y pesados. Una voz atronadora relampagueó en la penumbra:
                             
              -¿Quién anda por ahí?

         Entonces, por toda respuesta, desde el fondo de la vivienda se escuchó un ruido sordo. Y de pronto, "El Náufrago", sobrevoló como pudo, con el ala rota, hasta el uniformado, para dejarle caer encima la carga líquida y maloliente, con la que lo esperaba.



Playa El Agua - Margarita (Imagen Web)














   Caracas, febrero - marzo 2012


          

miércoles, 7 de marzo de 2012

OTRA VEZ SABANA GRANDE ME CONFUNDE


En mi crónica “Sabana Grande, Bulevar General del Sur” (08.11.11), comento la gran impresión que me causaron las obras de restauración efectuadas en el boulevar: la ampliación de las aceras en beneficio del peatón;  la variedad de columpios, toboganes y aparatos de diversión para los niños. No me queda más que aplaudir también la excelente idea que tuvieron los responsables del proyecto de restauración,  de exhibir  doce  bellas esculturas de artistas venezolanos. (Proyecto de Rehabilitación INTEGRAL BULEVAR DE SABANA GRANDE. EJE PATRIMONIAL, llevado a cabo por PDVSA-La Estancia, el Gobierno del Distrito Capital y la Alcaldía de Caracas).

Sin embargo, a pesar del estupendo trabajo  realizado por las instituciones antes señaladas, opinaba y aún lo sostengo que Sabana Grande luce triste y gris durante el día. Sólo el peatón y alguna música salida de las tiendas escondidas, contribuyen a alegrar un poco el ambiente. Se han eliminado casi en su totalidad lo anuncios en los negocios que le daban vida al boulevar. La palidez de las paredes de las tiendas, el concreto de los bancos, separadores de calle y  los paraguas blancos en grupos de a tres que adornan el boulevar, contribuyen a entristecer el ambiente.
Ahora bien,  lo que quisiera comentar esta vez fue otra  fuerte y contradictoria impresión que recibí hace una semana, cuando volví a pasar por Sabana Grande, un poco tarde, casi a las seis. Lo que presencié  fue digno de un espectáculo del Imperio:
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Al caer la tarde, empezaron a iluminarse las “lámparas” blancas tipo paraguas  invertidos, mientras de los altoparlantes ubicados justo en su apertura, salían los acordes de una música celestial, en la que se entrelazaban  maravillosamente los trinos y los arpegios. Los colores hermosísimos  de las sombrillas iban del verde al azul, luego al morado,

al naranja y al blanco, cambiando al ritmo de la música, en forma casi mágica. Yo no podía creer lo que veía, pero afortunadamente llevaba mi cámara y pude tomar las vistas que aquí les ofrezco.

Reconozco que me quedé tan fascinada viendo el espectáculo mientras recorría el bulevar, que me costaba avanzar. No alcanzaba a comprender  tal demostración de lujo y  belleza. Me sentí  muy confundida. ¿Por qué entonces, al mismo tiempo prohibirían la publicidad de las tiendas? No quisiera pensar que sea algo parecido a la determinación del sistema comunista chino que piensa que "no hay nada más peligroso que una minoría que disfruta de artículos que la gran mayoría sólo puede ver en la publicidad. Y para atajar el problema, ha decidido prohibir los anuncios"... (Raquel Villaecija. El Mundo.es 04.04.2011).
 
Quisiera más bien pensar que se trata de blanquear las paredes para resaltar el efecto de los paraguas cuando  se encienden por las noches. Por supuesto que la iluminación es  sumamente necesaria en una zona tan insegura.  ¿Pero por qué tanto lujo energético a una hora en la que casi todo el mundo se recoge en sus hogares por miedo  al hampa desatada? ¿Quiénes se atreverían a pasear por Sabana Grande durante la noche, cuando allí  no existe vida nocturna alguna y los negocios cierran temprano? ¿Es que acaso no es la Violencia quien se pasea por las calles caraqueñas, haciendo de las suyas? ¿Cómo entender ese fasto luminoso, cuando sufrimos apagones a cada momento en la Venezuela que vivimos? ¿Por qué, repito, ese gasto  de electricidad -aún con bombillos ahorradores de energía, si es que los utilizan- cuando existen miles de protestas por esta causa, tanto en el interior del país como en  Caracas? Muchas calles y autopistas permanecen como bocas de lobos. ¿Nos querrán alegrar la vida, haciéndonos olvidar nuestros pesares, aunque sea momentáneamente al trasladarnos a un mundo lleno de luz, tipo Disney World, a los paseantes vespertinos de Sabana Grande?

Mientras, los alimentos se pudren y campea la escasez de cientos de rubros, de medicinas. Hay un gran déficit de viviendas  y de empleos. Pululan las invasiones. Nadamos en un mar de vicisitudes.  ¿A quién pretenden deslumbrar? Al observar el espectáculo del hermosísimo juego de luces, no pude menos que pensar que  lo que veía no se compaginaba en absoluto con nuestra realidad: habitamos un país triste; muy rico, pero, paradójicamente muy pobre. Nos angustian las expropiaciones, robos e invasiones que actualmente se llevan a cabo en nuestra capital y en el interior del país. Los homicidios nos asustan. Desde los cuatro puntos cardinales de Venezuela surgen protestas, descontentos por éstas y muchas otras causas. Ahora, por si fuera poco, el gravísimo problema ocasionado por el derrame petrolero de Pdvsa en el  Río  Guarapiche, del Estado Monagas, uno de los accidentes ambientales más grandes de la región y del mundo.
¿Cómo se explica, repito,  ese lujo en una Venezuela llena de necesidades y de corrupción? Basta citar el vergonzoso caso del Fondo de Pensiones de Jubilados y Activos de Pdvsa,  fraude cometido por parte de Francisco Illarramendi, administrador de Pdvsa y del que él mismo se declaró culpable (Nuevo Herald, 08.03.2011).


En medio de una confusión que no alcanzaba a comprender, y cavilando sobre el increíble espectáculo que acababa de observar en el boulevar,  regresé a mi casa.  La conclusión a la que llegué después de mucho pensar sobre el contraste de mi experiencia de esa tarde, fue que los venezolanos deberíamos tener un equilibrio armónico de bienestar general; de una buena calidad de vida, no de caos y confusión, pues, como  se dice, no se puede tapar el sol con un dedo.
Por la noche, prendí el televisor  dispuesta a despejarme un poco y entonces vi -¿por casualidad?- un documental sobre la Rusia Bolchevique,  filmado justamente en la época de la dictadura de José Stalin, en la que se narraban y mostraban  los horrores sobre los atropellos, opresión y persecuciones de los que fue objeto el  pueblo ruso. Al final del  mismo documental,  se mostraron también escenas de unos números musicales hermosísimos con chicas suspendidas en el aire que parecían volar sobre un escenario lujosísimo, fastuoso. Entonces el narrador comentó que... "bajo el régimen estalinista se mostraban espectáculos hollywoodenses para que la gente creyera que todo iba bien”.
















Caracas, 3 de marzo de 2012

jueves, 1 de marzo de 2012

HAIKUS DE LOS CORCELES DEL AMOR

IMAGEN DEL AMOR (WEB)

Miro a través
de los cristales rotos
de mis recuerdos

tu rostro en paz,
pues duermes junto a mí.
Descansa, amor.

Aún resuenan
los trotes de corceles
en mi cintura.

Viajes, partidas.
Mil idas y regresos
juntos, mi vida.

Es la única
contienda que el Amor
desea medir.

Tú me venciste.
Yo te derrumbé, cielo.
Estamos en paz.



Caracas, 29 de febrero de 2012