sábado, 23 de noviembre de 2013

"DESBARAJUSTE" Y MIEDO EN SABANA GRANDE



   Esta tarde pasé por Sabana Grande al regresar de una diligencia. La gente pululaba en el bulevar, dándole un aire de pequeño Hong Kong. Muchas tiendas lucían cartelitos de "Ofertas", bastante inusuales en esta época tan próxima a la navidad. Todo, producto de órdenes gubernamentales de "bajar los precios". Esta  extraña medida económica es una especie de ilusión "óptica" por parte del sector oficial, pues cree que con estas acciones se aminora  la altísima inflación que sufrimos los venezolanos. Sólo que todos sabemos que esto no es más que una consecuencia de la política económica fracasada del gobierno, copiada de la castro-comunista en Cuba, que nos está llevando hacia un despeñadero.

  Las redes sociales, la prensa y la televisión internacional propagaron la noticia  de los saqueos ocurridos la semana pasada en Venezuela a las tiendas de electrodomésticos ante la triste expresión del jefe del gobierno en una de sus cadenas televisivas de: "Que no quede nada en los anaqueles".  Vergonzosas imágenes lo demuestran: locales devastados como en una guerra, pues todos iban tras el botín al entrar como batallones, destrozando a su paso, muchos de los negocios de electrodométicos del país.


FOTO TOMADA DE LA WEB


FOTO TOMADA DE LA WEB.
  Todavía, con la sensación desagradable de los tenebrosos acontecimientos de la semana pasada, yo observaba el ambiente mientras caminaba por el bulevar. Distraída, entraba en una y en otra zapatería, pues el calzado es el rubro que más se vende en Sabana Grande. Algunos exhiben en las vidrieras otros como blusas, bluyins y mucha bisutería. Algunos locales continúan, todavía, si identificar, mientras que otros comienzan a mostrar sus nombres en pequeños, tímidos anuncios, que siguen un patrón socialista. La obras de arte exhibidas en el bulevar y los parques de diversiones infantiles colocados en las calles y rodeados de bancos que parecen lápidas, apenas si dan un tono alegre al ambiente. Esa es mi impresión y ya lo he manifestado en crónicas anteriores.

  De pronto, en la acera de enfrente observo una gran cola  frente a Dorsay, que aún , por la tarde, no ha abierto sus puertas. Le pregunté a una chica el porqué de la cola y me contestó que era una de las tiendas sancionadas por el gobierno, obligada a bajar los precios y ofrecerlos al público. 

   Sólo había visto situaciones similares en la red. Más adelante me encontré con una zapatería en las mismas condiciones, sólo que a las puertas de este local se encontraban varios policías ante la hilera de personas que, también esperaba que se abrieran las puertas para entrar. 









 Me detuve en un tercer local que se encontraba en las mismas condiciones que los anteriores. Sólo que esta vez la cola era interminable al doblar la esquina. Tomé varias fotos, pues acostumbro llevar mi cámara para plasmar aquello que me llama la atención para mi blog. Como la cantidad de compradores abarcaba tres cuadras o más, varias personas  observábamos, asombradas, al público que se arremolinaba en una especie de corral amarillo, bordeado por cuerdas del mismo color. Entonces me acerqué y tomé unas tres fotos, tratando de abarcar la fila en toda su longitud.  Y sucedió que la gente que la formaba se disgustó cuando lo hice y empezaron a gritarme que por qué les tomaba fotos. Las voces de protesta se multiplicaron amenazantes contra mí. Les contesté que me gustaba tomar fotos, simplemente eso. Continuaron las voces airadas y sentí miedo de que se me abalanzaran y me quitaran la cámara, por lo que la lancé rápido a la bolsa de plástico negro de una mercancía que había comprado en un mayor sin más cola que la normal para pagar en la caja. A mí, como a todos, me gustan los precios bajos, y puede que camine mucho para encontrar mejores ofertas, pero en una tienda o supermercado en el que la desesperación no sea la protagonista.

   Todavía sonaban las voces furiosas a mis espaldas, pero ya no contra mí, sino -aún más altas- contra un empleado de la tienda que les informó que venderían mercancía hasta un número determinado de personas - y señaló el sitio de la fila como el límite de ese día. Y agregó que las otras quedarían para el siguiente. Continuaban los gritos de protesta, cuando crucé la calle. El corazón me latía con fuerza, todavía cuando me acerqué a un muchacho recostado a la pared. Le conté lo sucedido, y  mientras él observaba la escena del grupo alborotador me dijo:

   -¡Qué desbarajuste! ¿Acaso ellos no pueden también tomar fotos con sus celulares? ¿Quién se los prohíbe?

   Y era verdad, puesto que muchos portaban sus  teléfonos celulares. Admito que en las circunstancias actuales, quizás me arriesgué tomándoles fotos a las personas que esperaban comprar la "oferta oficial" impuesta. Imagino que al ver la cámara se alarmaron. ¿Pero acaso ellos tenían más derechos que yo? Esas personas esperaban la apertura de una zapatería donde obtendrían con su compra precios bajos por orden del gobierno. No estaban haciendo nada malo, y yo tampoco.

   Mi conclusión es que en la actualidad una ola de miedos se extiende por el país: miedo a la escasez que se enseñorea de nuestras despensas y neveras; angustias del pueblo que perciben la presencia de armas antiaéreas en Fuerte Tiuna; terror de que seamos víctimas del hampa; alarma ante la creciente inflación que amenaza en convertirse en hiperinflación y, Dios no lo permita, en estanflación.

   Lo ocurrido esta tarde en las calles de Sabana Grande, forma parte de esas angustias del pueblo. Expresan  temor, terror a no se qué, por parte de quienes formaban las colas para las "ofertas" gobierneras; a  las fotos de mi modesta cámara fotográfica. Y también susto por mi parte, a que me la arrebataran y, lo confieso, miedo también a que me agredieran, en medio de ese desbarajuste.

Caracas, 21 de noviembre de 2013

sábado, 16 de noviembre de 2013

LA APUESTA

                                    Otoño en München. (Foto tomada de la Web)
       
     Atardecía y los árboles rojizos, ocres dejaban caer sus ya escasas vestimentas para  exhibir su desnudez. Los transeúntes pisaban las hojas caídas; los niños jugaban con ellas. Las pisoteaban o soltaban al viento.
       Karl caminaba cabizbajo por la acera con las manos metidas en los bolsillos del abrigo. Observaba a ratos a los pequeños y se veía a sí mismo correteando entre ellos. De esos felices años sólo quedaba el recuerdo. Ahora lo perseguían las preocupaciones. Había amado mucho a Gerda y durante cinco años habían sido muy felices, luego el matrimonio empezó a resquebrajarse: ausencias prolongadas de uno y de otro. Viajes de ella en la firma Kamila, donde trabajaba de modelo, y los suyos en la empresa textilera en la que prestaba sus servicios como ingeniero. Karl había deseado hacer crecer la familia, pero su mujer parecía  no haber tenido el mismo entusiasmo que él. Ella demoraba siempre el plazo anual para retirarse de la empresa y dedicarse a la maternidad, según lo habían acordado antes de casarse. Las colecciones y los desfiles para cada estación eran sus cómplices en una espera que se alargaba y ponía en peligro la estabilidad familiar. Ahora, él caminaba solo, entre la gente, esa tarde otoñal. Pensaba en el divorcio que acababa de firmar los primeros días de octubre. Wie shade!, dijo en voz alta y acompañó la expresión de lástima con una sonora palmada  sobre el muslo. Ahora se dirigía al Keller a reunirse con los amigos que le esperaban en el local para tomar unas cervezas.
      El sótano atestado olía a salchichas, frituras y a cigarrillos. La densa niebla de nicotina, al entrar en el local, impidió a Karl ubicar a los colegas, pero una vez acostumbrada la vista a la semoscuridad reinante en el local, los vio, al fin, sentados a una mesa ubicada en el rincón favorito, y donde se reunían siempre que los demás comensales se lo permitían. Entonces se dirigió hacia ellos y los encontró enfrascados en una animada discusión, por lo que  se obvió el saludo habitual.
-          ¿Tú qué opinas, Karl?- Preguntó al verlo llegar, Oka.
-          No se de qué hablan. Primero explíquenme, por favor- contestó sentándose a la mesa.
       -   ¿Serías capaz –continuó Oka- de escribir, a través de un anuncio de prensa tu necesidad de buscar pareja,  describir quién eres -un próspero profesional, por supuesto, con situación económica holgada, etc. etc.-,  para lograr relacionarte,  de esta manera,  con una  chica desconocida?
   -   Eso es muy triste… – comentó Hans.
   -  Deja hablar a Karl, por favor- Interrumpió Oka.
       - Vamos, amigos – Replicó el recién llegado- yo pienso que buscar pareja es bueno como sea: dice Maquiavelo que el fin justifica los medios. Yo estoy de acuerdo con él, al menos en este caso específico. Pero, creo que si conoces a la chica primero, luego se convierte en tu amiga y después viene todo lo demás, pues mucho mejor. Y no pienso como tú, Hans, no creo que sea triste publicar un anuncio en la prensa para relacionarte con una chica. Por supuesto que sobre esto existen muchas opiniones. Todo depende de nuestras percepciones al respecto. Yo no le encuentro nada malo. Es, a mi juicio, otra forma más de relacionarse.- Dijo Karl,  antes de tomarse una buen trago de cerveza, y sentado ya a la mesa junto con sus amigos.
       La discusión sobre el tema  continuó entonces por un buen rato y, por fin, los amigos llegaron a una conclusión: harían una apuesta. Aquel al que apuntase la botella de cerveza que harían girar, escribiría un anuncio de prensa para solicitar amistad con una chica. Luego, para hacer más interesante la situación, acordaron publicarlo en un país extranjero. Oka sugirió que se enviara a Venezuela por muchas razones, entre ellas: según los resultados de los concursos de belleza mundiales, allí habitaban mujeres muy lindas, morenas, rubias, pelirrojas,  y también porque  son muy inteligentes, a juzgar por las respuestas a las preguntas que les hacen en esos eventos de belleza. 
     Sin subestimar a las demás mujeres del mundo, que también lo eran, decidieron que fuese  en ese país suramericano, pues Manfred uno de los ingenieros de la empresa se encontraba justo en Venezuela por un tiempo, debido a que inspeccionaba maquinaria  textil industrial en las fábricas del interior del país. Quizás su estadía allí  facilitara la publicación del anuncio, ya que estaría familiarizado con los diarios locales.
       Acordaron también los amigos, entre cervezas, salchichas y la alegría de un prometedor fin de semana, que si el resultado era positivo, el ganador y su pareja serían obsequiados con una fabulosa cena en el restaurante que ellos eligiesen. De ser negativos los esfuerzos del amigo, éste obsequiaría la cena, en igualdad de condiciones a TODOS  los presentes. El plazo fijado sería de cuatro meses, período más que suficiente,  para observar los resultados de la apuesta.

      Entonces se hizo girar la botella con la misma seriedad que imparte el crupier a su trabajo en la ruleta del casino y, también con la misma emoción de los jugadores que esperan detenerse la rueda en el número apostado; sólo que en este caso, lo que estaba en juego era una aventura  que no todos tenían  espíritu para emprenderla.
        En medio del casi infantil suspenso, la botella se detuvo ante Karl. Al ver la punta del frasco, señalándolo, el joven soltó una carcajada. ¿Por qué no reír? Hasta le servía  de un poco de catarsis. Después de los desagradables momentos vividos antes de su divorcio, esto no dejaba de distraerlo un poco. Brindaron esta vez los amigos con vino blanco de la temporada por el éxito de la apuesta.
Playa de Isla de Coche, Venezuela. Tiempo Libre (Web)
     Sobre la playa ancha y plateada, suave al tacto y sombreada de cocoteros, retozaban los niños ante la mirada atenta de las madres. Los isleños, solícitos, ofrecían sus paseos en los peñeros a las islas vecinas. Cerca de un grupo de palmeras, dos muchachas conversaban .
       -          ¿Viajas por fin a Europa, Eva?
 -          Sí, Clara. Ya se ha aprobó mi curso en Amsterdam y salgo a fines de mes.
      -    Bueno, creo que si dejamos a un lado la parte profesional, te viene muy bien este viaje, luego de tu ruptura con Eugenio. Te ventilarás un poco, cambiarás de aires.
      - No te creas que me ayudará mucho, pues el problema viaja conmigo, pero al menos me distraeré un poco. ¿Sabes, Clara? Estoy cansada de amores a plazos, por cuotas.
        - Yo te lo dije bastante, tu enamorado no era un hombre libre. Las consecuencias se veían venir. Sólo que tu terquedad no te dejaba ver la realidad. Hasta que, como es lógico te cansaras. Ninguno de los dos iba a ningún lado.
        - No creas que estaba tan ciega, sólo que él me gustaba mucho y la soledad, dicen, no es buena compañera y mucho menos consejera. Pero, basta ya -como te dije- de amores por cuotas. Necesito un hombre a tiempo completo.
            - ¡Vamos, amiga! Pides demasiado. Hoy en día eso es muy difícil.
          - No, no creas, Clara Esta mañana vi. un anuncio en la prensa de un alemán que solicita pareja, bajo el título de “DAMA BONITA”. Dice que es ingeniero, divorciado, y que desea establecer primero relación amistosa con chica venezolana. Fíjate que señala que en principio sólo es amistosa la relación. No menciona nada más.
          -  ¡Por Dios, Eva! Eso dice él: Amistosa ¿Qué sabes tú qué intenciones tiene ese  extranjero? No me vas a decir que, como una adolescente vas a responder ese tipo de avisos.  Eso es peligroso, muy peligroso. Tú no sabes quién es la persona que escribe, y para colmo extranjero. Cuántos problemas  han surgido por esa causa, por no saber...
      - Espera, espera. Déjame que te explique. No creas que no soy consciente del riesgo que esto conlleva, pero, no se por qué tengo una corazonada de que esto va a funcionar. No creo que el buscar pareja a través de un diario sea errado. En cosas del amor, todo está permitido. – Y diciendo esto, hurgó en el fondo de su bolso, hasta encontrar el anuncio del periódico.-  Mira, dice que es un profesional serio,  que le gustan las morenas o las rubias hasta los 35 años.  Yo estoy en el rango, además, asegura que “para dedicarme a ella por completo”. No es por nada, Clara, pero me parece divertido. Presiento que todo irá bien, tranquilízate, amiga.
     - Bueno, allá tú. Ya te di mi opinión. Insisto en que además de peligroso es tristísimo. Una persona que tiene que acudir a un anuncio en un diario para conseguir pareja ¡Por favor! Así será el tipo, cuando  en persona no puede  atraer a ninguna mujer de su entorno.  ¡Imagínate! ¿Cómo será? Un adefesio, imagino.
     - Pues yo no lo veo así, amiga. Yo respeto tu percepción sobre este asunto y lo respeto. Siempre has sido mucho más precavida que yo, lo reconozco.  Sólo que yo tengo otro punto de vista.- Luego, la chica dio por terminada la discusión y, se levantó para ponerse a la sombra de unas palmeras, e invitó a Clara a no llevar más sol, y le advirtió a su amiga  que llevar mucho sol sí era peligroso, no buscar el amor.

      El curso sobre talla de diamantes en Amsterdam había concluido. Eva conoció gente de muchos países interesados, como Venezuela, en la talla de diamantes. Intercambió direcciones con sus compañeros y recopiló la información generada durante el evento. Ya en el hotel, hizo un borrador del informe que entregaría a la empresa.    Deseaba adelantar el trabajo y disponer con tranquilidad del fin de semana, únicos días libres que le quedaban antes de tomar el avión de regreso a Caracas, el lunes siguiente. Se sentía agotada. Desde que salió de viaje, todo había sido un constante girar de las ruedas del tiempo. Había preparado todo en la empresa,  en la casa y gracias a Dios, no se había olvidado de traer   también  consigo el aviso de prensa del ingeniero alemán que buscaba una “Dama Bonita en Venezuela”.
     Leyó una vez más el recorte y verificó la ciudad donde vivía el anunciante: Köln ¡Dios, que coincidencia! Estaba relativamente cerca de Colonia, desde Amsterdam. Pensó en tomar el tren, ver la ciudad y llamar por teléfono al ingeniero alemán, diciéndole que estaría allí el fin de semana. Verificaría en el hotel holandés la distancia por vía férrea entre las dos ciudades. De pronto recordó las palabras de su amiga: “Es peligroso. Es triste. Tú no sabes quién es ni qué busca”. Nunca he estado en Colonia - se justificó-. Es sólo un paseo, sólo eso. Y con estas reflexiones, metió el aviso con rapidez en la cartera.
       Al día siguiente partió en tren, tal como había planeado, hacia la ciudad alemana. Se hospedó en el Hotel Domstern y salió de paseo; la maravillaron la Catedral y el paso del Rhein por la ciudad. El paisaje que observaba con el paso de la corriente del río, parecía ratificarle lo acertado del viaje.
KÖLN (www.fotonostra.com)
      Al día siguiente bajó a desayunar muy temprano. En el buffet  seleccionó lo que más llamó su atención, guiada por su apetito mañanero. Con la bandeja de panecillos, mermelada y jamón se dirigió a una de las mesas próximas a los ventanales.

      - Buenos días. ¿El señor  Darko Svoboda se encuentra?
El recepcionista del Hotel Domstern verificó en el casillero y entregó al recién llegado, el mensaje dejado por su cliente. Este, sólo podría verle dentro de una hora. Había surgido una emergencia, pero estaría de vuelta en ese lapso. Entonces el hombre miró su reloj: eran las 8:30. Tomaría un café, pues ya había desayunado, y leería la prensa en la cafetería. Una vez sentado a la mesa, mientras sorbía la sabrosa infusión colombiana y revisaba el cuerpo del periódico dedicado a las finanzas,  el visitante interrumpió  de pronto ambas actividades. Su mirada, amparada por el diario, siguió de soslayo  la silueta de la dama que acababa de sentarse a la mesa vecina.    Era alta y morena. Hasta donde podía observar, también era muy bonita. Un mechón le cubría parte del rostro. Schöne Dame, pensó, atraído por su belleza. La verdad es que era una linda chica. Podía observarla a su gusto desde un ángulo sin que ella se diera cuenta, pues el diario le servía de pantalla. Entonces recordó aquel aviso enviado a su amigo en Venezuela, y de pronto le vino también a la mente que, en el texto, por un prurito tonto, se había puesto el apellido de la madre: Weishaare y no Meier, el apellido paterno.
      -     Su café, Fraülein.
     El mesonero colocó el servicio en la mesa de Eva, pero al hacerlo, éste deslizó sin darse cuenta al suelo el trozo de papel que  la muchacha había colocado cerca de la bandeja de las tostadas. El hombre que leía la prensa se dio cuenta de ello. Parecía un documento importante, pensó, y  presuroso se acercó para recogerlo.
  -     Señorita, este papel cayó de su mesa. Debe ser algo importante. –Dijo sonriendo, mientras se presentaba.- Mi nombre es Karl Meir. Mucho gusto.
     -     Ah, sí, muchas gracias, muy amable- contestó Eva, al tomar el aviso, que el comensal de la mesa vecina le entregaba. Y pensó "Dios, qué guapo es este hombre que se dirige a mí en perfecto inglés".
            .- No, en realidad no es nada importante, pero se lo agradezco de igual forma.
               -    ¿Está libre esta silla? Me gustaría invitarla a tomar otro café- dijo el joven  sin esperar a que la muchacha aprobase su  solicitud de compañía.
         -  Gracias, por supuesto que acepto su invitación a otro café. –Dijo sorprendida por la autoinvitación del recién llegado, mientras fijaba su mirada oscura en la azul  de su interlocutor. Se había olvidado por completo del objetivo de su viaje a Colonia. - Mi nombre es Eva Andrade y vengo desde muy lejos: de Venezuela. 

Caracas, 30 de mayo de 2013
                       
Este relato participó , entre 3.000 concursantes, al Premio Cosecha Eñe 2013, bajo el seudónimo de Mymi Nikokirula, celebrado en Madrid, España. El resultado de los ganadores y los finalistas fueron dados el 16 de noviembre de 2013, durante el Festival Eñe, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.