lunes, 22 de septiembre de 2014

DIALOGOS

    Hace muchos años una joven llamada Ana, lloraba afligida porque le pesaba su soledad. Se lamentaba de no tener  ya a nadie a quien abrazar. Contaban los que la conocieron que ella una vez tuvo un amor y sus brazos fornidos rodeaban su talle para amarla. Pero un día, sin saber por qué esos brazos se alejaron y nunca más volvieron a abrazarla. Sus ojos verdes hermosos y rasgados había enrojecido, y sus largos cabellos se los llevaba el viento, desde el balcón en el que se hallaba, pues no podía conciliar el sueño. Entonces, la joven vio en el cielo una luna tan grande y azul y sintió deseos de conversar con ella y contarle sus penas.
  -   ¡Ay, luna llena, Luna Azul y comprensiva! ¿Por qué el amor se va cuando más lo necesitamos?
  -   ¿Qué dices, querida niña? El no se va, nosotros lo alejamos con nuestras acciones –contestó suavemente la señora Astro.
  -   No te entiendo, Luna Azul. ¿Cómo vamos a decirle adiós al amor si no queremos separarnos de él?
  -   Precisamente por eso, porque al amor no hay que encarcelarlo, sino darle libertad para que vuelva.
  -   Y ¿Cómo es que sabes tanto para dar consejos? Preguntó la chica entristecida.
  -   ¡Ay hija  mía!  No olvides que soy mujer como tú, y también hace mucho tiempo cometí errores.  Fui tan posesiva con el Sol que él casi se alejó de mí para irse con una estrella.
   -   ¿Y qué hiciste entonces, Luna Azul?- Indagó la mujer, curiosa.
   -   Pues le pedí consejo a Marte,  quien me dijo que todos los seres debíamos actuar con inteligencia si deseábamos conservar el amor de nuestra pareja.  Solo así - me dijo-  fluirá la comprensión, y el amor se establecerá en nuestros cuerpos y  almas.   Me dijo que no pretendiera atraer a un hombre por la fuerza, pues Dios nos había regalado a las mujeres demasiados dones como para enfrentar la vida. Y el  más grande era ser madres, lo que nos desarrolla la intuición. Como ves, Marte, a pesar de tener un nombre guerrero, es muy pacífico. Y así continuó la Luna Azul su conversación con la joven. Pero al observarla todavía confundida,  el astro le dijo:
     -   No te aflijas, pequeña. Voy a contarte algo que disminuirá tu tristeza. - Ayer pasé por la Isla de Madeira, y en Funchal conocí un hombre tan solo como tú, que paseaba por la playa.  Conversé con él, como lo hago contigo ahora, y me dijo que  en esos momentos atravesaba  una crisis amorosa y se sentía muy triste porque  no tenía  una compañera  a quien amar. Entonces, también a él le conté mi conversación con Marte, y prometí ayudarlo. Así que te sugiero vayas a Funchal y, aunque no te resulte fácil, quizás puedas encontrarlo.

  La idea de volverse a enamorar, la animaba, pero no era fácil poner en práctica el consejo de su confidente, pues ella vivía en Lisboa, estudiaba y no disponía de los recursos para realizar el viaje a la isla lusitana. Por su madre sabía que allá vivía una prima suya que tenía una fábrica, pero que hacía tiempo que no la veía e ignoraba qué había sido de ella. Sólo recordaba que la familia tenía grandes negocios en la isla, pero habían perdido el contacto. Sólo tenía la dirección de la fábrica de bordados. " ¡Y quién sabe si sería la misma!"- agregó.

  Corrió el tiempo, y mientras tanto, Ana terminó sus estudios de Contabilidad y obtuvo tan buenas notas que ganó un pasaje para visitar la isla de Madeira, premio que otorgaba el instituto contable al estudiante que se graduara con las mejores notas. Y allá se fue la chica,  no sin antes obtener de su madre las señas de la prima que vivía en Funchal, para visitarla. Así que, en cuanto llegó la llamó por teléfono - a Dios gracias las señas no habían variado- y la prima la invitó a visitar la fábrica de bordados. Allá conoció a Magdalena en persona y  también a su hija Fátima, una chica de la misma edad de Ana, quien también trabajaba en la empresa familiar. Como el negocio crecía, la señora Magdalena necesitaba a alguien que le llevase la contabilidad en la fábrica y contrató a su  joven pariente, quien muy contenta, aceptó el trabajo.  Y fue así fue como la chica se quedó a vivir en la capital de la isla.

   Pasaron los meses y un día Ana se fue a pasear por la playa. Lucía feliz y apenas si se acordaba de la conversación que había tenido con la luna, dos años atrás. De pronto, a lo lejos, observó a un joven marino muy rubio que, sentado en una piedra, junto a la playa,  apenas quitaba la vista del horizonte azul. Se encontraba solo y, a ratos, miraba el vaivén de las olas. La chica, lo divisaba desde la mesa de un local vecino, junto a la que se hallaba sentada, tomando un refrigerio. Entonces vio cómo la brisa arrastraba la gorra del marino por la arena, ensuciándola. Ana se levantó y corrió tras ella, hasta que la atrapó y se la devolvió al chico, quien no se había percatado de la travesura de la brisa. El le agradeció el gesto y la invitó a tomar un refresco.

   -¿Cómo te llamas?- preguntó el joven.
   -Ana ¿Y tú?
   -Joao António- contestó él, dándole la mano.

  Entonces se dirigieron a la mesa, merendaron y conversando, rieron mucho, hasta que se puso el sol y el muchacho acompañó  a Ana hasta su casa.  

     La noche hermosa trae en la brisa el olor del salitre. Los comensales de un restaurante lusitano conversan en la terraza, y las voces se mezclan con el sonido de los instrumentos musicales al afinarlos. Irrumpen en el aire las primeras notas de Blue Moon, y las parejas se deslizan por la pista al compás de la música. De pronto, una pareja  ya de cierta edad, hace una pausa en el baile, y tomados de la mano, se dirigen hacia la terraza para contemplar la hermosa  Luna Azul  que se  refleja en el mar de Madeira. Ambos la miran sonrientes. 

Ella les devuelve la sonrisa en mudo diálogo.



 EJERCICIO PARA EL CURSO DE NARRATIVA "APRENDA A NARRAR, ESCRIBIENDO", DICTADO POR EL PROFESOR ISRAEL CENTENO. CARACAS, 04-06.11.05 
Revisado: septiembre, 2014.

IMAGEN: WEB



miércoles, 23 de abril de 2014

¡ASI ESTAN LOS PRECIOS AHORA EN VENEZUELA!

     Me gusta mucho visitar las librerías, ver las ofertas, las nuevas ediciones y comprar algún libro a un precio justo. Por esto, cuando visito el Centro Comercial Santa Fe por las tardes, no dejo de entrar y pasar un buen rato en algunas de las cuatro que abren sus puertas allí y que ofrecen buenas posibilidades de compra. "Nacho", por ejemplo, siempre tiene ofertas que antes realizaban en fechas especiales, como el día de los enamorados, la madre o el padre. Ahora son fijas. Lo mismo "Kichi"; en "Qué leer" no he visto ofertas, pero hay muy buenos libros a precios accesibles. Hasta ahora. 

     Hace poco entré a "Muchos Libros", una librería que abrió sus puertas en el Centro Comercial Santa Fe el año pasado. Allí hay gran variedad de ofertas sobre mesones, marcadas  ya con el precio rebajado. Me dirigí al estante donde se exhibían las obras de Sándor Márai, uno de mis escritores favoritos y entre ellos vi "La Hermana", que no aún no he leído. Había varios ejemplares del mismo libro, tanto de la cuarta como de la sexta edición (2007 y 2009). Pensé que los primeros, algo maltratados por el tiempo valían menos, pero escogí uno  nuevo de la última edición señalada. Me dirigí al empleado para preguntar el precio. Luego de verificarlo con el lector óptico, él me informó que costaba ¡Bs. 1.274,00 ($202,22)! Este precio era casi tres veces mayor que algunos libros del mismo autor y casi del mismo tamaño, que había adquirido meses atrás. Por supuesto, todo se debe a las últimas medidas económicas gubernamentales al devaluar nuestro sufrido bolívar. Sobre todo después del SICAD II, (Sistema Cambiario  Alternativo de Divisas), terrible control de compra de dólares, que ubicó la inflación anualizada de Venezuela en 57.3%.
    Pero fue sólo cuando llegué a casa cuando me pregunté cuánto valdría la sexta edición de "La Hermana"-amarilla en el borde superior y ya patinada por el tiempo- que había visto en la librería. Daba por seguro que costaría menos.

     Para aclarar mis dudas, al día siguiente me dirigí a la librería "Muchos Libros" y busqué los dos ejemplares en la estantería: la vieja y la nueva edición. Con ambos ejemplares en la mano solicité verificar sus precios. Ambas ediciones marcaban el mismo valor: Bs. 1.274,00 en el sistema en línea.  Como me resistí a creerlo, me sugirieron que  para salir de dudas visitara la página web de la librería o visitara su Facebook, pues ellos ofrecían información al público.

      Seguí el consejo  de los chicos y les pregunté si había habido alguna equivocación al asignarles el mismo precio a las dos ediciones (2.007 y 2009), a pesar del maltrato que ofrecía la séptima edición. Me respondieron varios días después con una explicación un tanto incomprensible para mí, sobre el mundo mercantil del libro. Ellos argumentaban que los autores buenos -como era el caso de Sándor Márai- mantenían siempre sus precios en el mercado. En relación al deterioro de la séptima edición a la que yo hacía referencia, me informaron que en las librerías aquellos ejemplares  que estuviesen estropeados solían devolverlos a la editorial, y que con respecto a esto, darían órdenes  al personal de la librería para  que así fuera. Quise copiar aquí la respuesta que me dieron en el Facebook de "Muchos Libros", pero al intentar recuperar esta información, no pude hallarla. De allí, que si no interpreto bien su respuesta, les ruego  a quienes me informaron me disculpen y me aclaren el significado que le doy en esta crónica. No conozco la industria del libro, si bien merece todo mi respeto. Humberto Eco en "El oficio de librero" dice sobre ella lo siguiente: "...El comercio de libros es una actividad que va más allá de lo mercantil y que exige habilidades específicas..." 
      Quizás debido a mi nesciencia en la materia, entendí mejor el comentario hecho por uno de los empleados de la librería "Muchos Libros" de Santa Fe, cuando respondió a mi asombro por  los nuevos precios -producto de nuestra terrible inflación- con su comprensivo:

- ¡Así están los precios ahora...!



                           



Y LOS PRECIOS DE ESTOS ARTICULOS YA  CASI LLEGAN AL SOL SI LOS ENCONTRAMOS.

Caracas, 23 de abril de 2014

IMAGENES: WEB

martes, 18 de marzo de 2014

LA NOTICIA SE REGO COMO  LAS BOMBAS LACRIMOGENAS

       El supermercado Excelsior Gama de Santa Fe siempre me ha gustado por su limpieza y orden, pero ayer, cuando entré para ver qué encontraba en los -hace meses-  casi vacíos estantes, me impresionó que un gran desorden reinaba en el local. Una ola humana ahogaba sus espacios. El motivo era que, justo en ese momento, habían llegado  el aceite, el papel tualé, la leche condensada y  la Harina Pan. No me quedé a hacer cola en ese maremagnum de carritos llenos hasta la coronilla. Tampoco tomé fotos del desastre de papeles revueltos ni del suelo asqueroso como si hubiera llovido lodo. No me sentí con ánimos de sacar la cámara . Estaba demasiado desanimada.

     Imagino que la noticia se regó como las bombas lacrimógenas que hoy recorren, para nuestro inmenso dolor,  toda Venezuela. Gente de los cuatro puntos cardinales de la Gran Caracas y quién sabe si de zonas las aledañas se encontraba en Excelsior Gama. No cabía un carrito de mercado más. Exasperada por la multitud, salí del local para respirar aire fresco. Llegué a la conclusión de que prefería comer lo que tenía en  casa, antes que hacer una cola tan gigantesca. Claro que no se debe decir "de esta agua no beberé".



      Entonces preferí esperar a que bajara el  volumen de gente y me fui a dar unas vueltas por el Centro Comercial. Regresé ya de nochecita. Daba lástima ver los pasillos del automercado llenos de papeles y cajas rotas luego del asalto a la mercancía que al fin había había hecho su aparición después  de largas y angustiosas semanas o meses de espera. Pero soy sincera. Más lástima me producía vernos a nosotros, los venezolanos, en una eterna peregrinación por todos los supermercados - ya sin el adjetivo-, abastos y bodegas de nuestra geografía como eternos mendigantes. Y todo esto como consecuencia  directa de unas políticas económicas equivocadas implementadas por el Desgobierno venezolano y calcadas del fracasado modelo castro-comunista cubano.
    
    Chávez antes, y ahora Maduro, se han mostrado hipócritas e insensibles a las necesidades básicas del pueblo  alegando mentiras en nombre de un falso socialismo. Estos mandatarios nefastos, liderados por sus padres isleños comunistas, lo que pretenden  es que bajo la "...fraudulenta "voluntad popular" rousseauniana, que no siendo más que el vericueto perfecto tras el cual se esconde la voluntad arbitraria de un solo hombre, quien ha usurpado el poder de todos, de manera justificada impone cuanta barbaridad se le ocurre a nombre del pueblo..." (Jorge Tricás. Política, Calle y Libertad. Caracas,  Los Libros de El Nacional, pág. 118).
        
     Pero volviendo a la odisea de la visita al Gama, cuando regresé al supermercado, en ese momento hizo su milagrosa aparición la leche descremada, pero esta vez sí me quedé, pues quizás debido a la hora, ya la cola ya había amainado. Entonces  hice lo que muchas otras personas antes: contacté por teléfono a quienes pude para avisarles de este último arribo. Logré comunicarme con Aurora, una de mis amigas y vecinas y le aparté una caja de leche, además de la mía, pues no permitían comprar sino una caja -de una docena de unidades-, por persona. 
     Luego, mientras hacíamos la cola para pagar, yo fui a ver si había café y cuando regresé, sin hallarlo, Aurora me contó  que  se le había acercado  una pareja mayor y  que el marido le había preguntado que por qué tenía dos cajas de leche en el carrito. Ella le contestó que una  era de una amiga y la otra suya, pues se la había apartado. El señor, bastante molesto, comentó que "así era como se producían los acaparamientos", a lo que mi amiga le dijo que ella tenía un par de morochos, pero que si él necesitaba la leche, ella con gusto le ofrecía  la mitad de la caja. La esposa observaba la actitud impertinente de su marido, trató de calmarlo; luego, más aplacado le contestó a su interlocutora que no, que ella necesitaba la leche para sus hijos. Y así quedó el asunto. Claro que los hijos de mi amiga tienen  18 años, pero tienen igual derecho que todos a que su madre les lleve los alimentos cuando, en medio de esta escasez absurda, hagan su milagrosa "aparición" . De igual forma mi familia también requiere mi propia colaboración. ¿Es esto entonces, "acaparamiento"? Como bien dicen, "de todo se ve en la Viña del Señor".

     Luego, otra señora apareció en escena con una lata de leche condensada que había encontrado escondida en un estante,  de uno de los cargamentos epidémicos que había llegado en la mañana. Con el pote en la mano posaba y decía:
    -Por favor, tómenme una foto. La enviaré a Europa y al mundo para que se enteren de este maravilloso hallazgo, por increíble que parezca: ¡Una lata de leche condensada! 

  Situaciones similares se producen en todos los supermercados, mientras se multiplican las peregrinaciones del pueblo venezolano en la  búsqueda de  los venerados alimentos. Se visitan los santuarios en los que se han convertido hoy los supermercados, abastos y bodegas venezolanos. Esta lamentable realidad es como ya señalamos, consecuencia  de la desastrosa política económica implantada por los títeres del Desgobierno venezolano, mientras, desde La Habana, los hacen bailar a su antojo, dos decrépitos titiriteros cubanos.
EL PIANISTA OSCAR MAGGI DURANTE  SU MAGISTRAL EJECUCION DEL JOROPO  VENEZOLANO "QUITAPESARES" EN EL EXCELSIOR GAMA DE SANTA FE. (https://www.youtube.com).
   Atrás quedaron aquellos bellos momentos, cuando se podía comprar con tranquilidad el mercado de la semana o  cualquier cosa que uno necesitara en el momento al ir al Centro Comercial. Tomar un café o comer con calma; escuchar el piano de nuestro querido amigo Oscar Maggi por las tardes, y pararnos un rato para charlar con él. Escuchar preciosas melodías venezolanas e internaciones, y ver de cerca su maravillosa ejecución en el teclado, constituía un momento delicioso durante nuestras tranquilas compras vespertina.

     ¡Ojalá pronto revivamos  ese pasado  musical y pacífico, de estantes surtidos y de bienestar social que ahora hemos perdido. ¡Pero mejorados y valorados por la experiencia vivida! Dios lo permita. Nuestras vicisitudes son el producto de las decisiones funesta de un régimen dictatorial  castro-chávez-maduro-comunista que ha devenido  en una golpeada, herida y ahora asesinada VENEZUELA, pronta a rescatar de esta barbarie por su querido pueblo!

CURIOSA EXPRESION DE LAS MUJERES PERTENECIENTES A LA POLICIA NACIONAL BOLIVARIANA  EN LA MARCHA DE LAS CACEROLAS VACIAS, EL 12 DE MARZO DE 2014. ¿POR QUE SERA? (WEB).




¡LUCHEMOS POR UNA VENEZUELA LIBRE Y PROSPERA!

Caracas, 12 de marzo de 2014.


IMAGENES: TOMADAS DE LA WEB.

lunes, 3 de marzo de 2014

EL COLUMPIO QUE PENDIA DEL PINO



      Anoche, muy cansada de un día agitado, en el que visité super mercados vacíos y farmacias sin medicamentos, me acosté exhausta. Mientras conciliaba el sueño realicé uno de esos viajes hermosos y errantes de la memoria en el tiempo. Y volví a pasear por sitios recorridos en mi infancia.

      No tenía yo más de cuatro años, cuando me fui con mi tía Patricia a Los Teques, a casa de Carlota, otra de mis tías maternas que vivía allí con su marido Angel y su hijita Mariusa, algunos meses menor que yo. Para mí ese viaje constituía una auténtica aventura; prometía nuevos descubrimientos.  No recuerdo haber llorado por la ausencia de mis padres  durante mis vacaciones, distraída como estaba en compañía de mi prima. Sólo  vienen a mi mente los momentos felices que disfruté en ese viaje. 

     La casa  de mis tíos tenía un jardín que daba a la calle; en él  jugábamos nosotras, mientras los tíos conversaban y tomaban el café en el porche. Junto al corredor, y frente a las habitaciones, había un patio central lleno de rosales. Una pared de romanilla blanca lo separaba del comedor. A la mesa grande se sentaban los adultos, mientras que las niñas lo hacíamos a una mesita acorde con nuestra estatura, en un rincón de la estancia. Guillermina, la cocinera gorda y morena, quien seguramente era mucho más joven de lo que yo imaginaba entonces, nos traía a Mariusa y a mí en el desayuno, unas arepas muy grandes y delgadas rellenas de queso blanco y mantequilla, junto a un vaso de leche. También creía yo que esas arepas eran  de verdad inmensas, pues cubrían todo el plato que, por lo que yo veía, no era tan chiquito. 

      Luego de comer, nos íbamos  a jugar al  gran patio trasero de la casa en el que habían muchos árboles. Entre ellos se alzaba un  pino muy grande del que colgaba un precioso columpio fabricado por mi tío Angel. Mi felicidad era inmensa cuando al mecerme, agarraba con fuerza las sogas para no caerme. Mientras mis crinejas volaban junto conmigo y las mariposas me hacían cosquillas, yo experimentaba una sensación parecida quizás, a  la que tienen quienes se lanzan hoy en día de los parapentes. Cuando le tocaba el turno –un poco peleado- a mi prima, yo permanecía pegada al pino, distraída en sacar de la corteza, pequeñas bolitas de goma pegajosa que luego era difícil quitarme de los dedos. ¡Qué rico era el olor de la trementina!
      Por las tardes mis tíos nos llevaban a pasear en carro, vía Maracay para comprar miel y queso de mano en Las Adjuntas. Otras veces, por la entonces despejada carretera vieja de Los Teques para la provisión de hortalizas de la semana en los sembradíos de los chinos. También nos llevaban al cine o al parque. Después volvíamos a casa para la cena. Durante mis vacaciones dormí en la cama de Mariusa, que me encantaba, pues era de hierro y pintada de rosado. Mi tía Patricia ocupaba la cama de al lado. Todavía me  llegan, lejanos, los cantos de los grillos y las ranas que arrullaban mi sueño.

     Una vez fuimos a visitar a unos parientes que vivían en Las Cuatro Esquinas, en la parte alta de un edificio de sólo dos plantas. La entrada se hacía por una angosta escalera lateral. Allí, mi prima y yo, conocimos a otras chicas, las Tappia, que luego resultaron ser amigas de siempre. Pertenecían a una familia numerosa en la que había hijos de todas las edades, incluso adolescentes. Esa tarde, ellos se reunieron a ver una película en la sala, donde nuestra presencia no fue bienvenida, pues intentamos varias veces entrar para disfrutar también de la sesión de cine, y fuimos sacados sin misericordia entre las voces de protesta de los chicos. Sólo alcancé a ver que se trataba de una película en blanco y negro en la que bailaban unas hawaianas, sólo eso. Pero, luego nuestra desilusión la compensó el columpio de mi prima, que todas disfrutamos muchas veces durante las vacaciones.
  
     Al año siguiente, mi familia se fue a pasar una “temporada” en Los Teques, pero  allí nos quedamos diez años. En aquella época - al igual que hoy nos enviamos mensajes de texto o correos electrónicos- las Tappia y yo nos escribíamos cartas de Los Teques a Caracas, y viceversa.  En una de esas misivas Maritza, de mi misma edad, me decía: “…sígueme escribiendo para que nuestra amistad siga siguiendo…”

     Y ese  infantil  y gracioso deseo epistolar de mi amiga se cumplió durante largo tiempo, tanto con ella como con el resto de las chicas, hasta que cada una de nosotras tomó su camino en la vida y los encuentros se espaciaron. Años más tarde, y gracias a la tecnología de avanzada, Facebook volvió a reunirnos para recordar aquellos lejanos días de la infancia: las películas en blanco y negro de hawaianas;  las bolitas  de goma pegajosas con olor a trementina, las  divertidas misivas infantiles, entre muchas cosas. 


     ¿Y el columpio que pendía del pino? Me pregunté, cuando ya comenzaba a caer  poco a poco en las ondas Delta. La respuesta no se hizo esperar, pues de pronto, apareció ante mí el viejo patio trasero de la casa de mis tíos. Todavía  lleno de árboles y mariposas, como antaño. El pino continuaba en el medio del patio, enraizado en el tiempo, pero esta vez había crecido tanto que traspasaba las nubes. Estupefacta, vi que de una de las ramas colgaba el viejo columpio de madera, ya bastante desgastado. Las cuerdas, aunque deshilachadas, parecían todavía fuertes.  Corrí hacia él, y en cuanto me senté, empezó a mecerme el viento, primero con lentitud y luego con rapidez. Durante el cada vez más veloz vaivén  me sujeté con fuerza a las sogas. ¡Qué delicia, como en los lejanos días de mi infancia! Pero hubo un momento en que el viento me empujó tanto, que llegué hasta las estrellas, donde sus destellos casi me encandilaron.  Di vueltas por la estratosfera, agarrándome de los luceros, como podía, hasta que me desprendí de ellos, ingrávida. De pronto, una enorme cornucopia salida de una galaxia,  se volcó sobre mi cabeza, y al  igual que ocurre con las piñata, comenzaron  a caer  sobre mí gran cantidad de objetos, que poco a poco se convirtieron en lluvia incesante. Maravillada observé cómo me resbalaban, y a veces me golpeaban: 

 ¡Pasajes aéreos, dólares, bolívares revaluados; celulares, leche, azúcar, pan de trigo, harina pan, papel higiénico, medicinas, y también dulces  y otras exquisiteces! 

En una de las volteretas, entre los preciados objetos, volví a encontrar al columpio, y juntos aterrizamos en el patio de mi tío, en la rama del viejo pino, que nos esperaba.

    Pero continuó la lluvia bienhechora, y también el feliz balanceo del columpio que colgaba del pino y que, sin ningún cinturón que me atara, me prometía  seguridad, bienestar y calidad de vida. Cosas que hacía ya mucho tiempo, permanecían olvidadas y perdidas, en la madurez de mi vida.

Luego, cantaron las guacharacas, los pajaritos trinaron y entró el sol mañanero por la ventana. 

Había escampado.


Caracas, 28 de enero de 2014

Imágenes: tomadas de la WEB



sábado, 1 de marzo de 2014

HAIKU DE LA DANZA INFERNAL

Compañeras en las Marchas por la Libertad (MPG)
La oscuridad
baña la esperanza.
Y sin rendijas,

sólo tinieblas

en abismos horribles
y tormentosos.

El humo denso
techa las poblaciones
de mi terruño.



Valencia-Isabelica. Notitarde, 27.02.14


Muertes injustas
de jóvenes mártires
bajo el brazo

de los verdugos:

son soldados isleños
y sin entrañas.

Sufren contagio
los torpes nacionales  
verde oliva.




Al mismo tiempo
el Vil baila contento.
Al son ¡Disparos!

Y mientras danza,
filas de ataúdes
ve pasar el Vil.


¡Todos a bailar,
sí, vamos a rumbear
en el Carnaval!

Grita contento.
Enardecido salta,
brinca su cuerpo;

porta sombrero,

negro mostacho posa
sobre su burla.

Indiferente

a muertes y torturas, 
sus huesos mueve.

Es desalmado.

Conoce al Diablo, a 
Mefistófeles;

son sus amigos,

compañeros de luchas
en el Averno.

El es Lucifer

o el Títere de los
Viejos Demonios.








Caracas, 28 de febrero de 2014


IMAGENES: WEB.


lunes, 6 de enero de 2014

ESTE AÑO NUEVO EL DRAGON CHINO FALTO A SU CITA


     El silencio escandaloso de las calles  caraqueñas durante las fiestas de fin de año, producto de la terrible inflación, la escasez y la inseguridad, me hicieron reflexionar sobre el triste y desastroso año que dejamos atrás los venezolanos. Como ciudadana nunca viví unas navidades y un año nuevo tan triste en toda mi vida. No pude menos que comparar esas fechas con otras anteriores, incluso en vida del hoy difunto y nefasto presidente Chávez, quien sembró, hace quince años las semillas de la destrucción de nuestra Venezuela. Cosecha fructífera que recogemos hoy.
     El año pasado, por ejemplo, a pesar de los problemas señalados - consecuencia directa de políticas económicas erradas- todavía se podía respirar una atmósfera navideña. Sólo fue   el 30 de diciembre de 2013, cuando el gobierno, inesperadamente, ordenó la interrupción de los preparativos musicales que se tenían, tanto en la Plaza Bolívar como en la Plaza Altamira. Todos ya sabemos el por qué, aunque la verdad nos la hayan dicho el 5 de marzo de 2013.
    El año pasado aún la inflación venezolana no alcanzaba los niveles alarmantes de este año: 56,2%. Tampoco se habían “bajado los precios” por  órdenes impartidas desde Miraflores. No se habían saqueado los comercios, producto del vandalismo provocado por el mandato presidencial de “dejar los estantes vacíos”. Aunque hacía tiempo que la escasez reinaba en el país, no se observaban anaqueles tan vacíos como a finales de 2013, cuando encontrar los principales rubros de la dieta básica era una odisea. Durante el año  pasado faltaron muchos rubros de la canasta básica, entre ellos el papel higiénico, la leche y la  harina precocida o Harina Pan. Esta última había  desparecido de los mercados y supermercados en los últimos meses, y el peligro de extinción de la hallaca, nuestro plato navideño, casi era inminente; un caso único en nuestra historia culinaria.
   
FOTO: MPG
    Largas colas, al estilo cubano, se veían a las puertas de las tiendas, donde  cientos de personas, bajo la lluvia o el sol, esperaban su turno de entrada para comprar "a bajo precio" los  únicos tres artículos que les permitía el gobierno. Gracias a Dios que el clima caraqueño, casi primaveral no nos abandonó y refrescó un poco la atmósfera política tan cargada y sucia. 

   Por algo se dice que todo tiempo pasado fue mejor, y claro que lo fue. Hace más de tres lustros, con todos los defectos que pudo tener nuestra Democracia, la inflación no alcanzaba los niveles actuales. Cabe preguntarse ¿Eramos un poco más felices? Definitivamente, creo que sí ¿O es que acaso lo son más aquellos a quienes el gobierno compra con regalos de electrodomésticos y dádivas con fines electorales? ¿O será que esos regalos oficialistas adormecen  -como lo hace la burrundanga- las conciencias de quienes los reciben? Ninguna sociedad es perfecta, siempre habrá fallas, porque para la felicidad total está sólo el Paraíso, no la tierra.

    Gracias a Dios que cada casa venezolana es feliz en la medida en que sus habitantes puedan hacer milagros. Vemos, por ejemplo, cómo nosotros mismos celebramos, con hallacas o sin ellas, nuestras fiestas de fin de año. Siempre existe  la esperanza de que el próximo sea mejor. Este deseo lo vemos a diario, quienes compartimos mensajes y fotos en las redes sociales, precisamente porque la realidad venezolana en estas fechas fue muy diferente al de épocas anteriores. Y  es a propósito de estas reflexiones, que me acabo de acordar de lo que me contó un vecino sobre un extraño visitante al que echó de menos este 31 de diciembre.
FOTO: MPG
 Me narró apesadumbrado que un tío suyo, donde se reunía toda la familia a esperar el Año Nuevo todos los años, después de las doce, hacía “caminar” por las calles de la urbanización un enorme dragón chino provisto de la pólvora necesaria para su bullicioso desplazamiento. El espectáculo era impresionante, pues realmente el enorme animal botaba fuego por la boca, mientras recorría la cuadra dando brincos . Las explosiones asustaban y hacían brincar a quienes lo observaban de cerca. Pero, a diferencia de años anteriores, éste año 2014 el dragón chino faltó  a su cita anual caraqueña. Me relata mi amigo, que quizás prefirió el enorme animal prefirió recorrer las avenidas de alguna urbanización de Hong Kong o Shanghai,  pues la China - a pesar de tener un régimen comunista - progresa, se expande y nosotros, sinceramente, vamos en franco retroceso. Ojalá regrese el travieso visitante el próximo Año Nuevo y los sorprenda haciendo malabarismos  y piruetas, tal como lo hacen los maravillosos integrantes del Cirque du Soleil.


Caracas, 4 de enero de 2014

IMAGENES: WEB