lunes, 30 de noviembre de 2015

HAIKUS PARA UNA FESTIVIDAD CELESTIAL


ALBERTO PAÚL GALINDO. 
Un amoroso recuerdo el día de tu partida.

De fiesta está
el Cielo esta noche
por tu visita.

Caminos de Luz
embellecen su portal,
y, a tu paso,

llueven mil flores;
Ángeles, Arcángeles
tocan trompetas.

Arcos de Paz brillan,
iluminan tu paso
calmo, ligero

de sufrimientos
tristes y terrenales.
Ya no existen.

Viejos amigos
celebran tu venida
y te reciben

con la alegría,
de los tiempos pasados 
en compañía.

Dos bellas almas
salen a tu encuentro:
están contentos

de tu llegada.
Tú les sonríes feliz
y te abrazan

como una vez
hicieron  a tu arribo
tan esperado.

Saberte ya en paz
emociona las almas
de tu familia.

De fiesta está
hoy la Gloria que brilla
con tu presencia.



Caracas, 28 de noviembre de 2015







domingo, 22 de noviembre de 2015

HAIKUS DE LAS SIETE ESTRELLAS

A mi padre, Luis Alberto Paúl, en el séptimo aniversario de su partida

 
                     
       
Siete estrellas
brillan Allá Arriba
y nos alumbran.

Una por cada
año de tu partida,
no tu ausencia.

Estás presente:
tu savia fluye, pasa
por troncos, ramas.

Enraizado
en los cuatro árboles
que tu sembraste

enamorado,
con la planta más bella
que Dios ha creado.



Hoy, brotes tiernos
nacen de varias ramas,
se multiplican.

Florecen siempre
en muchas primaveras,
también veranos

que Dios, tan Grande,
bendice y perfuma
todos los años.

Siete estrellas
iluminan los bellos,
lindos retoños.

Arboles nuevos,
de flores chicas, cubren
tu Venezuela.





Caracas, 22 de noviembre de 2015

Imágenes: WEB



sábado, 14 de noviembre de 2015

"LA SOLEDAD DE LOS NUMEROS PRIMOS": UNA NOVELA INTERESANTE

                                                                                                                                                            EL AUTOR


     Paolo Giordano es un joven Licenciado en Física Teórica, escritor y novelista italiano, nacido en Turín en 1982. "La Soledad de los números primos" (Título original: "La solitudine dei numeri primi"), es su primera novela, y con ella ha ganado dos premios: el Premio Campiello Opera Prima y el Premio Strega, y ha sido traducida a veintitrés idiomas.  

     La lectura de la primera novela de este joven autor italiano, me atrapó  por la prosa cuidada y hermosa; el estilo  ágil, detallista y un poco misterioso. Los capítulos del libro alternan las historias de Mattia y Alice son, en su mayoría cortos. Juega con los espacios y los tiempos, en los que  trancurren la infancia, la adolescencia y la adultez de los protagonistas. La historia abarca los siguientes períodos: 1983, 1984, 1992, 1995, 1998, 2003 y 2007.

     La vida de los personajes atraviesa por sufrimientos y circunstancias complejas, que  los convierte en seres muy particulares dentro del entorno familiar y social en el que se desenvuelven. La obra se desarrolla en sólo dos espacios geográficos. Uno de ellos es Italia y el otro, un país nórdico que el autor no señala, pero en el cual- según el propio Mattia expresa es un país cuyo idioma incluye la O atravesada por una diagonal (/). Presumo que se trate de Noruega. El escritor utiliza muchas elipsis, lo que hace interesante y misteriosa la trama.  Compara la vida de los protagonistas con los números primos y la soledad que los caracteriza. Para aclarar un poco  esta idea, copio lo que señala el editor en la contraportada del libro:

"...Existen entre los números primos algunos aún más especiales. Son aquellos que los matemáticos llaman primos gemelos, pues entre ellos se interpone siempre un número par. Así, números como el 11 y el 13, el 17 y el 19, o el 41 y el 42, permanecen próximos, pero sin llegar a tocarse nunca. Esta verdad matemática es la hermosa metáfora que el autor ha escogido para narrar la conmovedora historia de Alice y Mattia, dos seres cuyas vidas han quedado condicionadas por las consecuencias irreversibles de sendos episodios ocurridos en su niñez. Desde la adolescencia hasta bien entrada la edad adulta, y pese a la fuerte atracción que indudablemente los une, la vida erigirá entre ellos barreras invisibles que pondrán a prueba la solidez de su relación..."

     "La soledad de los números primos" ha sido llevada al cine italiano en 2010, como un "Thriller"o historia romántica, bajo la dirección de Saverio Constanzo. El protagonismo de la película, correspondió a los actores Alba Rohrwache en el papel de Alice, y Luca Marinelli en el de Mattia, con la actuación especial de Isabella Rosellini, como la madre del chico. El film fue presentado al Festival de Cannes ese mismo año 2010 para optar al Premio León de Oro."

( La soledad de los numeros primos (2010)-You Tube ).



     Y para finalizar el comentario sobre el libro "La soledad de los números primos", en el que Paolo Giordani relata la compleja y difícil vida de los protagonistas -tan semejantes, según él, a los números primos gemelos- me pregunto: ¿Cuántos de nosotros en un momento dado de nuestra existencia, al  vivir alguna situación romántica, no hemos llegado a parecernos, también, a esas cifras solitarias?

   No dejen de leer esta interesante novela del escritor turinés, pues creo que su lectura invita a profundas reflexiones.

Caracas, 13 de noviembre de noviembre de 2015- julio 2022.
IMAGENES:WEB.






martes, 27 de octubre de 2015

CANDIDO OVEJO

                                           

Hace poco menos de un año, yo era un hombre del montón: con más pesares que placeres. Cumplía con el trabajo, cuando lo había, porque el dinero no abundaba. Hacía trabajos de plomería, albañilería y pintura.  Me apodaban el "Todero".  Pero, a pesar de cumplir con la gente, muy poca me pagaba. Yo debía de andar  detrás de los clientes para que lo hicieran. La respuesta de siempre era: “Hoy no puedo, venga mañana” o “Mi marido no está en casa, venga el quince”. O sea, que casi siempre estaba  limpio y haciendo malabarismos para llevar la comida a la casa. Mi mujer trabajaba en una fábrica de ropa interior, y entre los dos manteníamos los hijos y la casa.
Un día temprano iba a buscar un material  a una ferretería cercana a la iglesia, cuando sentí que una señora que salía de misa me agarró por el brazo y me dijo: 

                               
Ayúdeme, señor, por favor, que me desmayo.
La sostuve para ayudarla a caminar, pero la señora se desplomó. Entonces, pedí auxilio, pero como todos parecían  ocupados, paré un taxi y  llevé  a la doñita al hospital, donde permaneció algunos días. La fui a visitar varias veces. Una vez le llevé flores y se puso a llorar de la emoción.
      - Gracias, hijo mío por acordarte de mí.  Ya ni mis hijos lo hacen. ¿Cómo te llamas?
     -  Cándido Ovejo, señora –respondí, para preguntar a mi vez: ¿Y cuál es su gracia?
      -   Dadivosa Pérez –contestó, feliz de conversar con alguien.
  Entonces me contó que sus hijos se habían ido al exterior hacía varios años y ya ni se acordaban de ella, pues, si acaso, la llamaban por Navidad.  Tenía algunos parientes lejanos  en Venezuela, pero casi invisibles.
  No se por qué razón, continué visitándola cada vez que podía, llevándole siempre alguna fruta que los médicos  permitían. Algunas veces me acompañaba mi mujer, pero las visitas eran cortas en consideración a su gastado corazón.
  Un domingo por la tarde, cuando entré la habitación general, encontré su cama vacía: doña Dadivosa había partido esa mañana. Mi esposa y yo lamentamos lo ocurrido y nos encargamos de localizar a alguno de sus parientes, sin éxito alguno. Entonces nosotros la despedimos; era lo menos que podíamos hacer.
  Pasaron unos meses y un día me llegó una comunicación de un bufete de abogados; me pedían pasar allá “para asunto que me concernía”. Me asusté un poco, porque yo no tenía ningún problema legal qué resolver. Esa noche ni mi mujer ni yo pudimos dormir bien. Al día siguiente, cuando me dirigí al bufete, esperé dos largas horas bastante inquieto, antes de entrar a ver al Dr. Justo Jaleo, quien firmó el oficio enviado a mi casa.
  El Dr. Jaleo, un hombre flaco y solemne, me saludó ceremoniosamente y luego de pedirme que tomara asiento, me solicitó la cédula de identidad. Luego, cotejó detenidamente la foto del documento con mi cara, mientras me preguntaba:
       - ¿Usted conoció a la señora Dadivosa Pérez, señor Ovejo?
       -  Sí, señor, la conocí – respondí, tragando seco.
En seguida me solicitó que relatara cómo y en qué circunstancias había trabado amistad con ella.
     -   Entonces les expliqué lo que ocurrido cuando la señora Pérez perdió el sentido.
Luego de escuchar la narración de los hechos, se paró con mucha parsimonia y se dirigió a mí. Fijó sus lejanos ojos  tras los lentes de fondo de botella en mí. Yo temblaba cuando se  acercó  para comunicarme:
      - Lo felicitamos, señor Ovejo. La señora Dadivosa Pérez  lo ha nombrado a usted su  ¡Heredero universal!
No pude escuchar el resto, pues esta vez fui yo quien se desmayó.

 Caracas, 05.10.2008
 IMAGENES: WEB



Cuento basado en un hecho de la vida real, publicado en mi blog "Los Cuentos de Tía Mymi" http://www.cuentosdetiamymi.blogspot.com


miércoles, 14 de octubre de 2015

PROHIBIDO COMPRAR GALLETAS DE SODA DOS VECES A LA SEMANA EN VENEZUELA

   

     Más que mi desazón, mi tristeza va en aumento al ver la inmensas colas de personas que cruzan en todas direcciones la superficie de Venezuela, en busca de alimento. Lo que oigo en las calles, en los centros comerciales, en todas partes, son quejas cuando paso al lado de alguien que conversa con otra persona cara a cara o por teléfono: "Esto no puede estar pasando", "¿Hasta cuándo vamos a aguantar esta situación?", "Y ellos, bien gracias, sin hacer colas, tienen todo servido en la mesa". Y así como éstas, escucho muchísimas más lamentaciones. 

     Para quizás "suavizar" las angustiantes quejas crecientes del pueblo, consecuencias directas de las retorcidas medidas económicas del régimen, en estos días una dirigente oficialista, se asomó a las colas del pueblo, para buscar alimentos lo siguiente ante las cámaras de televisión, una frase triste e hipócrita: "Vamos a disfrutar estas colas sabrosas". 
    Una señora del pueblo la espetó a que por qué no las hacía ella como el resto del pueblo todos los días. Claro está que ni ella, ni ninguno de sus compañeros las hace. Sólo el pueblo hambriento se ha convertido desde hace ya años en tejas bajo el sol o la lluvia. Mientras -es posible- que las mesas del régimen estén servidas con carnes traídas de Argentina, chocolates de Suiza o caviar procedente de Rusia o de Irán. Y también "irán", porque eso ya se sabe, muchos van a realizar sus mercados en Curazao o Aruba, aprovechando periódicos paseítos, sin hacer ninguna cola.

     Ya en este blog he manifestado mi preocupación, descontento y tristeza por las calamidades que vivimos los venezolanos para conseguir comida, y la forma impuesta por el régimen miraflorino para que consigamos "lo que haya" acompañado de una inflación de 150 a 200% sobre muchos productos, rayana ya casi en la hiperinflación. 

    A propósito de esta situación, me contaba una joven mamá que vive en el interior, que antes pagaba Bs. 80,00 por unos pañales y hace poco los bachaqueros intentaron vendérselos en Bs. 800,00.  La madre en cuestión, no pudo comprarlos a esa precio exorbitante, por lo que no le ha quedado otro recurso que enseñar a su pequeñita de dos años a hacer pipí en la poceta, pues no puede pagar ya los pañales.

     ¿Y que ha hecho el oficialismo para controlar la inflación y el "bachaqueo"? Con respecto a lo primero, lo ignoro, pues cada día estamos más cerca incluso de la estanflación. En cuanto a lo segundo, o sea esta forma de explotación de seres inescrupulosos de comprar y revender los productos de la cesta básica, como café, harina, harina PAN o precocida, papel tualé, etc.? Pues instalar las captahuellas en los supermercados y farmacias para evitar estas reventas. Pero sucede que con tan nefasta medida, se controlan las compras de todo el pueblo de Venezuela, de manera que pagamos, como se dice, justos por pecadores. Estos últimos son  esos seres humanos-insectos llamados "bachaqueros".
    
      En mi crónica "Los pequeños monstruos",  (04.09.15)  refiriéndome a las captahuellas, manifiesto mi descontento y antipatía por estos mini tanques bélicos que destruyen nuestra dignidad de venezolanos cuando nos piden colocar los dos dedos índices como si fuéramos criminales, para controlar las compras de alimentos de la cesta básica a través de nuestras huellas dactilares. Entonces se permite sólo la adquisición de dos rubros semanales por persona, e impidiendo, de esta manera realizar una segunda compra del mismo artículo en algún otro local de la ciudad, confundiéndonos con los señalados "bachaqueros".

    Lo peor de esta situación es que este triste oficio existe desde que se implantó en esta Tierra de Gracia el desastroso modelo económico castro comunista hace dieciséis años. Antes ni habían colas, ni se conocía la existencia de estos seres humanos insectos. ¿Y por qué? Porque teníamos otros sistemas que nos permitían tener las alacenas llenas y comprar sólo aquello que necesitáramos. Eran los tiempos que vivíamos en Democracia. Con sus virtudes y defectos.

     Este horrible sistema de control en los supermercados, que ya de "super" no tienen nada, como no sean la escasez, las enormes colas de gente desesperada por encontrar comida, va acompañado, además de otra captahuellas colocada en la parte de atrás de los locales, en las que mostrando el número de cédula de identidad, se puede comprar, de acuerdo su número de terminación, los productos regulados en cantidades reducidas, por ejemplo: dos bolsas de café, dos jabones de tocador, dos kilos de azúcar o arroz y tres paquetes de papel tualé. El problema es que nunca vienen estos rubros juntos. Muchas veces se ha acabado y sólo encuentras o arroz o jabón o azúcar. Para ello, es necesario obtener un número antes y hacer la cola infinita, bajo el sol o la lluvia inclementes. Este mismo sistema de control se aplica -como una "dádiva" del régimen, también en las farmacias hoy carentes de medicamentos. Todo para disfrazar de "bachaqueros" la ineficiencia del régimen.

     Y para ilustrar este desastroso control bélico, pues se trata de una economía de guerra impuesta por el oficialismo, a continuación narro lo que le pasó  esta mañana a una amiga que fue al supermercado Excelsior Gama de Santa Fe a realizar unas compras que necesitaba.

       Ella me contó que al llegar a la caja, luego de poner los dos índices, como índice, también, de control, y pasar unas galletas de soda, le dijo la cajera:

     - Usted no puede pasar las galletas de soda, señora-
     - ¿Por qué no puedo?- le preguntó mi amiga, sobresaltada.
    - Pues porque aquí  en el sistema de controles (de la captahuellas) aparece que usted compró galletas de soda la semana pasada, y no puede hacerlo otra vez.  ¿Usted recuerda haberlo hecho en alguna otra parte de Caracas? A todas éstas apenas era martes.
     Inesita, la pobre, me dijo que había hecho tantas colas y había recorrido tantos automercados buscando comida, que, por supuesto no podía recordar si las había comprado, ni donde,  por lo que le contestó, confundida que no sabía, que no recordaba. Y la empleada NO le dejó pasar las galletas de soda. ¡Que para colmo, no era un producto regulado! Y le repitió:
      -No las puede comprar, señora.
     El estupor y la indignación de mi amiga, ante la actitud de la cajera fue tal, que le dijo que se las metiera por donde no le diera el sol y le devolvió, además, toda la compra, en medio del aplauso general de las demás personas de la cola. Luego, los más variados comentarios no se hicieron esperar:
   - Y entonces, quiere decir, según este nefasto sistema, que si mi mamá o mi abuela, sigue una dieta no puede comer galletas de soda sino una sola vez, hasta que la cantidad se termine. ¿ Y luego no puede comprarlas de nuevo?- Preguntó una señora indignada.
     
     El rumor de protesta creció y otra clienta también comentó horrorizada que ¿cómo hacía una madre con la merienda de sus niños en la escuela, si parte de su dieta eran las galletas o productos similares, y no se las puede adquirir sino una vez a la semana y sólo dos paquetes por persona?.
      
    Creo que para no seguir pasando tantas humillaciones por parte de quienes nos quieren ver hundidos en la más absoluta miseria, debemos votar por la Democracia en las próximas Elecciones Parlamentarias del 6D. De esta manera, Dios mediante, no pasaremos hambre en el futuro y podremos comprar lo que se nos antoje - incluso galletas de soda todos los días del año- sin preocuparnos de los pequeños monstruos bélicos llamados captahuellas, que lo más seguro es que pasen al olvido, al perder las propias batallas en la economía de guerra que los generales que las dirigen han iniciado.




IMAGENES: WEB

viernes, 9 de octubre de 2015

HAIKUS PARA UNA TARDE LLUVIOSA







                                                   Aires de lluvia
                                                   golpean mi ventana.
                                                   Mantos, ya grises,

                                                   cubren Caracas

                                                   y el sol juguetea
                                                   entre las nubes.

                                                   La vegetación

                                                   mueve sus altas ramas
                                                   en  danzas lentas.

                                                   Caen las hojas,

                                                   las flores giran y se
                                                   van con el viento.

                                                   Vuelan las aves

                                                   hacia los nidos tibios 
                                                   de sus pichones.
                                                  
                                                   Truenos lejanos 
                                                   gritan, tras las montañas, 
                                                   luego se callan.

                                                   En el silencio

                                                   de una tarde triste
                                                   sollozas, Cielo.



                         Desde mi ventana en Santa Fe Norte.






Caracas, octubre de 2015. 
IMAGENES: WEB






viernes, 4 de septiembre de 2015

LOS PEQUEÑOS MONSTRUOS BELICOS

     



     Como diminutos tanques de guerra que disparan su fuego contra nuestros inocentes pulgares, hoy proliferan las captahuellas en toda Venezuela. La instalación de estos artefactos destructores  y controladores de compras comenzó en forma tímida, en los automercados del gobierno. Luego en las principales redes de farmacias. La gente protestó ante tal atropello que sólo trataba de controlar la ineficacia de un modelo económico y obsoleto. Ante la protesta generalizada por un absurdo control, el gobierno trató de suavizar la terrible situación económica que vivimos en Venezuela,  demorando la medida, incluso se llegó a leer en la prensa que la presentación del número de la cédula de identidad para comprar productos regulados se iba a anular. Pero no fue así. Ahora estas captahuellas controladoras de las compras pululan por todas partes. El usuario no puede volver a hacerlo por una o dos semanas. Estos tanquecitos de guerra (de economía de guerra) avanzan hacia tí como pequeños monstruos, queriéndote destruir uno a uno tus pobres dedos. Y no sólo de un pulgar, sino los dos, o más dedos si no se tienen los que  ella te exige. 

    Hoy me aterroricé, cuando esta mañana fui a comprar algunas medicinas para el dolor de cabeza y una sal de fruta y escuché al empleado de la farmacia decirme: "Ponga el pulgar derecho. Ahora el otro". Me sentí como en una estación de policía de las series que uno ve en televisión,  en la que le piden a los delincuentes poner sus diez huellas dactilares. Les dije que yo no era una criminal para que me tomaran las huellas de las dos manos y me fui, devolviéndoles la compra. Como el fin, para mí no justifica este medio, me niego a aceptarla. Es humillante. Y todo por controlar lo incontrolable: las fallas y la ineficiencia que trae la falta de producción y la aplicación del señalado modelo económico obsoleto que no funciona. La prueba está en los pequeños tanques de guerra: las captahuellas.




     
       Estoy consciente de que los funcionarios sólo cumplen con su deber al exigirte las huellas. Pero mi conciencia me dicta no hacerlo. Yo, a mi vez cumplo con el mío.
  Luego, por la tarde me encontré con una amiga en el supermercado Gama de Santa Fe y la invité a tomar un café. Mi terror volvió al ver por primera vez una captahuellas en el Gourmet del Gama. La historia de la mañana se repetía. Cuando fui a pagar los  cafés me pidieron que pusiera mis huellas y les dije que no lo haría y menos  por dos cafés. Y me negué a ponerlas cuando pagué, por lo que mi amiga y yo nos sentamos a una de las mesas a tomar nuestras bebidas en relativa paz.
     Se que uno no debe decir "de esta agua no beberé", porque también "la necesidad tiene cara de hereje"y uno en casos de emergencia de salud tiene que bajar la guardia.   Pero, ya lo dije: Por Salud. Mientras pueda me abstendré de esta horrible humillación. A no ser que las pongan en todos los abastos y bodegas de Caracas, del país, y entonces decida no morirme de hambre.












Caracas, 4 de septiembre de 2015.
IMAGENES: WEB
      

domingo, 21 de junio de 2015

HUBO UNA VEZ UN PADRE

                               
                         Mi padre, Luis Alberto Paúl, escritor y periodista.

        Muchos de los primeros recuerdos de mi padre vienen de la época en la que vivíamos en Los Teques, cuando él trabajaba en Caracas en el diario "La Esfera". Estas remembranzas muestran cientos de facetas suyas traídas por la nostalgia. 

       Por ejemplo, veo al padre que por las noches venía cansado de su trabajo en el periódico", y que sus cuatro hijos esperábamos con el clásico "¿Qué me trajiste?". Entonces mi papá sacaba de sus bolsillos caramelos, chicles y yaquis. Nos traía también, para la cena, bolsas de acemitas dulces que compraba en la Esquina de Las Gradillas.

                     Mi papá en la redacción del diario "La Esfera"


       También me acuerdo de las muchas veces que, luego del almuerzo dominical, en la sobremesa, mi padre preguntaba quiénes de nosotros queríamos quedarnos para la competencia de Castellano. Esta consistía en dictados de textos, o de palabras con "H" -intercalada o inicial-; "B" o "V" y su deletreo. Algunos de mis hermanos y primos escapaban con disimulo al reto, y permanecíamos sentados a la mesa sólo mi hermano Alberto y yo. ¿La atracción? ¡Un billetico morado de ¡Diez bolívares!  que mi papá chasqueaba con la mano, como premio al ganador. Y nosotros no podíamos perder tal recompensa, que para ese entonces representaba un verdadero Capital destinado a las chucherías. 
        
        En las tareas escolares acudíamos al auxilio paterno para que nos tomara  la tabla de multiplicar; nos corrigiera las composiciones y nos ayudara con sus maravillosos dibujos. De esta manera reforzábamos la asistencia que también nos brindaba nuestra madre. Pero aquí los premios- según nuestro esfuerzo- eran semanales, mensuales y, sobre todo anuales, si terminábamos el año escolar en forma satisfactoria. Entonces venían las vacaciones en una casita en la playa, que mis padres alquilaban y en la que permanecíamos dos largos y sabrosos meses en  Los Corales.

      Viene a mi mente la imagen de mi padre, cuando preocupado, porque estábamos enfermos, se iba al trabajo y no dejaba de llamar a mi madre por teléfono para preguntar por nuestra salud. Y lo mejor de todo es que las llamadas se producían tantas veces como hoy se podrían hacer por el celular.

     Otras veces nos reprendía  con severidad, cuando nuestra conducta dejaba qué desear. Jamás nos dio "pela" alguna. Nos hacía ver nuestros errores las veces que nosotros parecíamos ciegos a ellos.

     Su gran humor nos hacía reír y también sus estupendas imitaciones de nosotros mismos. Sus historias de la infancia en los lejanos días llaneros en Tame, en el que sus aventuras competían con las de Tom Sawyer. Aparecían amiguitos que comían tierra, porque le gustaba, y azuzados por sus compañeritos de escuela, entre ellos mi papá, que le decían: "Gilberto, come tierra, come tierra" y que el chico muchas veces respondía "Esta no, porque está muy sucia".

     El teclear de la máquina de escribir mecánica en las madrugadas, cuando redactaba sus crónicas, reportajes o sus libros, se volvió tan grato para mí, que siempre quise imitarlo desde la infancia. Desde muy temprano me gustó el oficio de escribir de mi padre, con sus pausas y su música.

      Y así fue durante toda su vida.  Sus escritos, sus libros y premios literarios se convirtieron en mi brújula. Cuando yo escribía y le daba a leer algunas de mis crónicas, e inclusive el inicio de una novela que intenté escribir cuando tenía dieciséis años, me aconsejaba cuidar la prosa y "castigarla". Siempre me aconsejaba escribir todo de una vez, y luego infligirle el castigo necesario. También me recomendaba escribir una página diaria. "Al año, verás que ya tienes un libro".

         Su ayuda siempre estuvo presente tanto en el colegio como en la universidad; en mi vida personal y profesional; cuando tomé la gran decisión de irme a trabajar a Europa, sin haberla siquiera visitado. También me asistió en las indecisiones de mi vida. 
      Y  estas sugerencias  fueron tan acertadas, que una vez - dos meses tan solo antes de su fallecimiento, en noviembre de 2008- yo le leí un cuento que había  escrito para un certamen de narrativa que se llevaría a cabo en Buenos Aires. La historia versaba sobre un marino del barco nazi el "Sesostris", hundido en Puerto Puerto Cabello en 1941. El título del cuento era: "Ordenes son Ordenes; episodio basado en la tragedia del "Sesostris", durante la Segunda Guerra Mundial", (subtítulo sugerido por mi padre) .  Una vez que le hube leído el borrador, mi papá me preguntó si el protagonista moría, pues el final estaba algo confuso. Como le respondiera de manera afirmativa, me dijo: "Myriam, entonces describe mejor la muerte del personaje, pues es un hecho demasiado importante para sólo sugerirlo..." Al llegar a casa seguí su consejo e imaginándome las circunstancias terribles que enfrentó mi protagonista esa noche del incendio de su barco, describí como pude su triste final y el 30 de septiembre, fecha tope para  la remisión de los relatos, envié  la historia al " Quinto Certamen Literario de Cuentos de Pepe Fuera de Borda" en Buenos Aires, Argentina.

     Dos meses después de la partida de mi padre, Luis Alberto Paúl, - el 26 de diciembre, cuando hubiese cumplido 98 años de estar vivo -, asistí a una misa en su nombre. Al regresar a casa sentí curiosidad por saber cuál habría sido el resultado del certamen, que por cierto, se daría al finales de diciembre. Al entrar en Internet busqué la página del certamen para ver los resultados preliminares, y me encontré conque mi cuento "Ordenes son Ordenes..." ¡Había quedado entre los Cuentos Finalistas!


Caracas, 21 de junio de 2015, Día del Padre.