martes, 18 de marzo de 2014

LA NOTICIA SE REGO COMO  LAS BOMBAS LACRIMOGENAS

       El supermercado Excelsior Gama de Santa Fe siempre me ha gustado por su limpieza y orden, pero ayer, cuando entré para ver qué encontraba en los -hace meses-  casi vacíos estantes, me impresionó que un gran desorden reinaba en el local. Una ola humana ahogaba sus espacios. El motivo era que, justo en ese momento, habían llegado  el aceite, el papel tualé, la leche condensada y  la Harina Pan. No me quedé a hacer cola en ese maremagnum de carritos llenos hasta la coronilla. Tampoco tomé fotos del desastre de papeles revueltos ni del suelo asqueroso como si hubiera llovido lodo. No me sentí con ánimos de sacar la cámara . Estaba demasiado desanimada.

     Imagino que la noticia se regó como las bombas lacrimógenas que hoy recorren, para nuestro inmenso dolor,  toda Venezuela. Gente de los cuatro puntos cardinales de la Gran Caracas y quién sabe si de zonas las aledañas se encontraba en Excelsior Gama. No cabía un carrito de mercado más. Exasperada por la multitud, salí del local para respirar aire fresco. Llegué a la conclusión de que prefería comer lo que tenía en  casa, antes que hacer una cola tan gigantesca. Claro que no se debe decir "de esta agua no beberé".



      Entonces preferí esperar a que bajara el  volumen de gente y me fui a dar unas vueltas por el Centro Comercial. Regresé ya de nochecita. Daba lástima ver los pasillos del automercado llenos de papeles y cajas rotas luego del asalto a la mercancía que al fin había había hecho su aparición después  de largas y angustiosas semanas o meses de espera. Pero soy sincera. Más lástima me producía vernos a nosotros, los venezolanos, en una eterna peregrinación por todos los supermercados - ya sin el adjetivo-, abastos y bodegas de nuestra geografía como eternos mendigantes. Y todo esto como consecuencia  directa de unas políticas económicas equivocadas implementadas por el Desgobierno venezolano y calcadas del fracasado modelo castro-comunista cubano.
    
    Chávez antes, y ahora Maduro, se han mostrado hipócritas e insensibles a las necesidades básicas del pueblo  alegando mentiras en nombre de un falso socialismo. Estos mandatarios nefastos, liderados por sus padres isleños comunistas, lo que pretenden  es que bajo la "...fraudulenta "voluntad popular" rousseauniana, que no siendo más que el vericueto perfecto tras el cual se esconde la voluntad arbitraria de un solo hombre, quien ha usurpado el poder de todos, de manera justificada impone cuanta barbaridad se le ocurre a nombre del pueblo..." (Jorge Tricás. Política, Calle y Libertad. Caracas,  Los Libros de El Nacional, pág. 118).
        
     Pero volviendo a la odisea de la visita al Gama, cuando regresé al supermercado, en ese momento hizo su milagrosa aparición la leche descremada, pero esta vez sí me quedé, pues quizás debido a la hora, ya la cola ya había amainado. Entonces  hice lo que muchas otras personas antes: contacté por teléfono a quienes pude para avisarles de este último arribo. Logré comunicarme con Aurora, una de mis amigas y vecinas y le aparté una caja de leche, además de la mía, pues no permitían comprar sino una caja -de una docena de unidades-, por persona. 
     Luego, mientras hacíamos la cola para pagar, yo fui a ver si había café y cuando regresé, sin hallarlo, Aurora me contó  que  se le había acercado  una pareja mayor y  que el marido le había preguntado que por qué tenía dos cajas de leche en el carrito. Ella le contestó que una  era de una amiga y la otra suya, pues se la había apartado. El señor, bastante molesto, comentó que "así era como se producían los acaparamientos", a lo que mi amiga le dijo que ella tenía un par de morochos, pero que si él necesitaba la leche, ella con gusto le ofrecía  la mitad de la caja. La esposa observaba la actitud impertinente de su marido, trató de calmarlo; luego, más aplacado le contestó a su interlocutora que no, que ella necesitaba la leche para sus hijos. Y así quedó el asunto. Claro que los hijos de mi amiga tienen  18 años, pero tienen igual derecho que todos a que su madre les lleve los alimentos cuando, en medio de esta escasez absurda, hagan su milagrosa "aparición" . De igual forma mi familia también requiere mi propia colaboración. ¿Es esto entonces, "acaparamiento"? Como bien dicen, "de todo se ve en la Viña del Señor".

     Luego, otra señora apareció en escena con una lata de leche condensada que había encontrado escondida en un estante,  de uno de los cargamentos epidémicos que había llegado en la mañana. Con el pote en la mano posaba y decía:
    -Por favor, tómenme una foto. La enviaré a Europa y al mundo para que se enteren de este maravilloso hallazgo, por increíble que parezca: ¡Una lata de leche condensada! 

  Situaciones similares se producen en todos los supermercados, mientras se multiplican las peregrinaciones del pueblo venezolano en la  búsqueda de  los venerados alimentos. Se visitan los santuarios en los que se han convertido hoy los supermercados, abastos y bodegas venezolanos. Esta lamentable realidad es como ya señalamos, consecuencia  de la desastrosa política económica implantada por los títeres del Desgobierno venezolano, mientras, desde La Habana, los hacen bailar a su antojo, dos decrépitos titiriteros cubanos.
EL PIANISTA OSCAR MAGGI DURANTE  SU MAGISTRAL EJECUCION DEL JOROPO  VENEZOLANO "QUITAPESARES" EN EL EXCELSIOR GAMA DE SANTA FE. (https://www.youtube.com).
   Atrás quedaron aquellos bellos momentos, cuando se podía comprar con tranquilidad el mercado de la semana o  cualquier cosa que uno necesitara en el momento al ir al Centro Comercial. Tomar un café o comer con calma; escuchar el piano de nuestro querido amigo Oscar Maggi por las tardes, y pararnos un rato para charlar con él. Escuchar preciosas melodías venezolanas e internaciones, y ver de cerca su maravillosa ejecución en el teclado, constituía un momento delicioso durante nuestras tranquilas compras vespertina.

     ¡Ojalá pronto revivamos  ese pasado  musical y pacífico, de estantes surtidos y de bienestar social que ahora hemos perdido. ¡Pero mejorados y valorados por la experiencia vivida! Dios lo permita. Nuestras vicisitudes son el producto de las decisiones funesta de un régimen dictatorial  castro-chávez-maduro-comunista que ha devenido  en una golpeada, herida y ahora asesinada VENEZUELA, pronta a rescatar de esta barbarie por su querido pueblo!

CURIOSA EXPRESION DE LAS MUJERES PERTENECIENTES A LA POLICIA NACIONAL BOLIVARIANA  EN LA MARCHA DE LAS CACEROLAS VACIAS, EL 12 DE MARZO DE 2014. ¿POR QUE SERA? (WEB).




¡LUCHEMOS POR UNA VENEZUELA LIBRE Y PROSPERA!

Caracas, 12 de marzo de 2014.


IMAGENES: TOMADAS DE LA WEB.

lunes, 3 de marzo de 2014

EL COLUMPIO QUE PENDIA DEL PINO



      Anoche, muy cansada de un día agitado, en el que visité super mercados vacíos y farmacias sin medicamentos, me acosté exhausta. Mientras conciliaba el sueño realicé uno de esos viajes hermosos y errantes de la memoria en el tiempo. Y volví a pasear por sitios recorridos en mi infancia.

      No tenía yo más de cuatro años, cuando me fui con mi tía Patricia a Los Teques, a casa de Carlota, otra de mis tías maternas que vivía allí con su marido Angel y su hijita Mariusa, algunos meses menor que yo. Para mí ese viaje constituía una auténtica aventura; prometía nuevos descubrimientos.  No recuerdo haber llorado por la ausencia de mis padres  durante mis vacaciones, distraída como estaba en compañía de mi prima. Sólo  vienen a mi mente los momentos felices que disfruté en ese viaje. 

     La casa  de mis tíos tenía un jardín que daba a la calle; en él  jugábamos nosotras, mientras los tíos conversaban y tomaban el café en el porche. Junto al corredor, y frente a las habitaciones, había un patio central lleno de rosales. Una pared de romanilla blanca lo separaba del comedor. A la mesa grande se sentaban los adultos, mientras que las niñas lo hacíamos a una mesita acorde con nuestra estatura, en un rincón de la estancia. Guillermina, la cocinera gorda y morena, quien seguramente era mucho más joven de lo que yo imaginaba entonces, nos traía a Mariusa y a mí en el desayuno, unas arepas muy grandes y delgadas rellenas de queso blanco y mantequilla, junto a un vaso de leche. También creía yo que esas arepas eran  de verdad inmensas, pues cubrían todo el plato que, por lo que yo veía, no era tan chiquito. 

      Luego de comer, nos íbamos  a jugar al  gran patio trasero de la casa en el que habían muchos árboles. Entre ellos se alzaba un  pino muy grande del que colgaba un precioso columpio fabricado por mi tío Angel. Mi felicidad era inmensa cuando al mecerme, agarraba con fuerza las sogas para no caerme. Mientras mis crinejas volaban junto conmigo y las mariposas me hacían cosquillas, yo experimentaba una sensación parecida quizás, a  la que tienen quienes se lanzan hoy en día de los parapentes. Cuando le tocaba el turno –un poco peleado- a mi prima, yo permanecía pegada al pino, distraída en sacar de la corteza, pequeñas bolitas de goma pegajosa que luego era difícil quitarme de los dedos. ¡Qué rico era el olor de la trementina!
      Por las tardes mis tíos nos llevaban a pasear en carro, vía Maracay para comprar miel y queso de mano en Las Adjuntas. Otras veces, por la entonces despejada carretera vieja de Los Teques para la provisión de hortalizas de la semana en los sembradíos de los chinos. También nos llevaban al cine o al parque. Después volvíamos a casa para la cena. Durante mis vacaciones dormí en la cama de Mariusa, que me encantaba, pues era de hierro y pintada de rosado. Mi tía Patricia ocupaba la cama de al lado. Todavía me  llegan, lejanos, los cantos de los grillos y las ranas que arrullaban mi sueño.

     Una vez fuimos a visitar a unos parientes que vivían en Las Cuatro Esquinas, en la parte alta de un edificio de sólo dos plantas. La entrada se hacía por una angosta escalera lateral. Allí, mi prima y yo, conocimos a otras chicas, las Tappia, que luego resultaron ser amigas de siempre. Pertenecían a una familia numerosa en la que había hijos de todas las edades, incluso adolescentes. Esa tarde, ellos se reunieron a ver una película en la sala, donde nuestra presencia no fue bienvenida, pues intentamos varias veces entrar para disfrutar también de la sesión de cine, y fuimos sacados sin misericordia entre las voces de protesta de los chicos. Sólo alcancé a ver que se trataba de una película en blanco y negro en la que bailaban unas hawaianas, sólo eso. Pero, luego nuestra desilusión la compensó el columpio de mi prima, que todas disfrutamos muchas veces durante las vacaciones.
  
     Al año siguiente, mi familia se fue a pasar una “temporada” en Los Teques, pero  allí nos quedamos diez años. En aquella época - al igual que hoy nos enviamos mensajes de texto o correos electrónicos- las Tappia y yo nos escribíamos cartas de Los Teques a Caracas, y viceversa.  En una de esas misivas Maritza, de mi misma edad, me decía: “…sígueme escribiendo para que nuestra amistad siga siguiendo…”

     Y ese  infantil  y gracioso deseo epistolar de mi amiga se cumplió durante largo tiempo, tanto con ella como con el resto de las chicas, hasta que cada una de nosotras tomó su camino en la vida y los encuentros se espaciaron. Años más tarde, y gracias a la tecnología de avanzada, Facebook volvió a reunirnos para recordar aquellos lejanos días de la infancia: las películas en blanco y negro de hawaianas;  las bolitas  de goma pegajosas con olor a trementina, las  divertidas misivas infantiles, entre muchas cosas. 


     ¿Y el columpio que pendía del pino? Me pregunté, cuando ya comenzaba a caer  poco a poco en las ondas Delta. La respuesta no se hizo esperar, pues de pronto, apareció ante mí el viejo patio trasero de la casa de mis tíos. Todavía  lleno de árboles y mariposas, como antaño. El pino continuaba en el medio del patio, enraizado en el tiempo, pero esta vez había crecido tanto que traspasaba las nubes. Estupefacta, vi que de una de las ramas colgaba el viejo columpio de madera, ya bastante desgastado. Las cuerdas, aunque deshilachadas, parecían todavía fuertes.  Corrí hacia él, y en cuanto me senté, empezó a mecerme el viento, primero con lentitud y luego con rapidez. Durante el cada vez más veloz vaivén  me sujeté con fuerza a las sogas. ¡Qué delicia, como en los lejanos días de mi infancia! Pero hubo un momento en que el viento me empujó tanto, que llegué hasta las estrellas, donde sus destellos casi me encandilaron.  Di vueltas por la estratosfera, agarrándome de los luceros, como podía, hasta que me desprendí de ellos, ingrávida. De pronto, una enorme cornucopia salida de una galaxia,  se volcó sobre mi cabeza, y al  igual que ocurre con las piñata, comenzaron  a caer  sobre mí gran cantidad de objetos, que poco a poco se convirtieron en lluvia incesante. Maravillada observé cómo me resbalaban, y a veces me golpeaban: 

 ¡Pasajes aéreos, dólares, bolívares revaluados; celulares, leche, azúcar, pan de trigo, harina pan, papel higiénico, medicinas, y también dulces  y otras exquisiteces! 

En una de las volteretas, entre los preciados objetos, volví a encontrar al columpio, y juntos aterrizamos en el patio de mi tío, en la rama del viejo pino, que nos esperaba.

    Pero continuó la lluvia bienhechora, y también el feliz balanceo del columpio que colgaba del pino y que, sin ningún cinturón que me atara, me prometía  seguridad, bienestar y calidad de vida. Cosas que hacía ya mucho tiempo, permanecían olvidadas y perdidas, en la madurez de mi vida.

Luego, cantaron las guacharacas, los pajaritos trinaron y entró el sol mañanero por la ventana. 

Había escampado.


Caracas, 28 de enero de 2014

Imágenes: tomadas de la WEB



sábado, 1 de marzo de 2014

HAIKU DE LA DANZA INFERNAL

Compañeras en las Marchas por la Libertad (MPG)
La oscuridad
baña la esperanza.
Y sin rendijas,

sólo tinieblas

en abismos horribles
y tormentosos.

El humo denso
techa las poblaciones
de mi terruño.



Valencia-Isabelica. Notitarde, 27.02.14


Muertes injustas
de jóvenes mártires
bajo el brazo

de los verdugos:

son soldados isleños
y sin entrañas.

Sufren contagio
los torpes nacionales  
verde oliva.




Al mismo tiempo
el Vil baila contento.
Al son ¡Disparos!

Y mientras danza,
filas de ataúdes
ve pasar el Vil.


¡Todos a bailar,
sí, vamos a rumbear
en el Carnaval!

Grita contento.
Enardecido salta,
brinca su cuerpo;

porta sombrero,

negro mostacho posa
sobre su burla.

Indiferente

a muertes y torturas, 
sus huesos mueve.

Es desalmado.

Conoce al Diablo, a 
Mefistófeles;

son sus amigos,

compañeros de luchas
en el Averno.

El es Lucifer

o el Títere de los
Viejos Demonios.








Caracas, 28 de febrero de 2014


IMAGENES: WEB.