sábado, 28 de septiembre de 2013

UN DESFILE DE MODAS FUERA DE SERIE


   Cuando vivíamos en Viena, nuestro grupo de amigos parecía una mini representación de las Naciones Unidas. Además de los austríacos que nos acompañaban siempre, había colombianos, griegos, españoles, peruanos, guatemaltecos y ecuatorianos. Luego, se sumaron algunas nacionalidades y se restaron otras, por eso de que cada uno volvía a casa de vacaciones o definitivamente.
     Recuerdo entre nuestras reuniones en la pastelería Aída o en casa, a una chica ecuatoriana, Valeria, de madre austríaca y padre ecuatoriano. Ambas vivían en Viena, luego del fallecimiento del  papá  de la chica en Quito.
    Siempre admiré la facilidad con la que Valeria manejaba la silla de ruedas de su progenitora, a quien nunca había visto caminar, pues cuando niña la señora Vallejo había sufrido la terrible parálisis infantil. La  chica conducía a su madre por las calles con la seguridad y experticia que le habían brindado tanto el amor como la práctica. Este hecho resaltaba, sobre todo, cuando abordaban algún automóvil. En un santiamén Valeria  colocaba a su mamá en el asiento trasero o delantero y luego doblaba con rapidez la silla de ruedas para meterla en la maleta. Así que pronto todo el grupo se familiarizó con la agradable presencia de la simpática señora, quien se integró sin ninguna clase de problemas a nuestras disparatadas reuniones.

     Una tarde se presentó en el  Hotel Vienna Intercontinental un desfile de modas de una casa alemana que exhibía los modelos para las estaciones de otoño e invierno. ¡Y la señora Vallejo nos invitó a todos a verlo! Muy entusiasmados nos dimos cita ese sábado a las cuatro de la tarde en el lobby del hotel. Luego, pasamos al salón que ya comenzaba a llenarse con los asistentes, periodistas y fotógrafos. Nos sentamos todos en primera fila; la mamá de Valeria, en su silla de ruedas se colocó a mi lado, justo al final de la pasarela. Y a las cinco en punto se inició el desfile de los modelos, porque, además de las muchachas, también desfilaban chicos. Esto lo hacía divertido, porque actuaban en la pasarela con sus respectivas parejas. Al tiempo que desfilaban, se encontraban, se miraban y... se enamoraban. Ante nuestros ojos deslumbrados desfilaban las modelos en sus trajes impecables, de colores increíbles y todos, de acuerdo a la ocasión para la que fueron diseñados. Los había formales, deportivos y de gala.

     Nosotras, tomábamos nota de los que más nos gustaban, haciendo caso omiso de nuestro escaso presupuesto, porque lo más importantes era hacernos la ilusión de que algún día podríamos adquirir alguno semejante. Nuestros amigos tomaban nota, en cambio de las chicas que más les gustaban o prometían que si nos casábamos con ellos, nos comprarían el traje que más nos gustase.

     En el intermedio se sirvió el te acompañado de torta Sacher ¡Delicia vienesa de chocolate! La señora Vallejo reía y bromeaba con nosotras, mientras merendábamos. Luego, se inició la segunda parte del desfile con nuevos modelos y situaciones, hasta que, al final llegó la boda de una de las chicas y su novio. Ella lucía un precioso traje de seda natural color perla bordado en el talle y una inmensa cascada le caía a la espalda. En las manos llevaba un ramillete de rosas te. Pero el suspiro femenino fue colectivo, cuando vimos al novio de frac, llevando a su novia del brazo. Creo que cada una de nosotras se vio acompañándolo. Atrás, seguía el cortejo de las damas de honor, vestidas en tonos pastel, con sus respectivos caballeros. Todos aplaudimos la imponente entrada nupcial mientras los protagonistas recorrían el salón, en medio de aplausos junto al cortejo y llegaron al final de la pasarela. Allí nos encontrábamos nosotras, junto a la madre de Valeria en su silla de ruedas, cerrando la fila.

     De pronto sucedió algo inesperado: el novio arrancó el ramillete de las manos de la desposada y lo lanzó a la señora Vallejo, quien sorprendida  lo agarró en el aire. Todas reímos divertidas por la ocurrencia del chico, pero ella, a su vez,  nos lo lanzó a nosotras, pensando que él nos lo había regalado a alguna de las muchachas del grupo, pero nuestra duda se disipó cuando el recién casado se inclinó ante ella, desde la pasarela y le dijo sonriendo:

  -No, mi señora, el ramo de flores no es para las chicas sino para usted, solamente para usted. 


   ¡Entonces los aplausos  del público se multiplicaron, y pasados tantos años, aún resuenan en mis oídos!

 


Caracas, 1992. Revisado, setiembre de 2013.
IMAGENES: WEB.

sábado, 14 de septiembre de 2013

HAIKUS DE LA LLUVIA ENFURECIDA

www.leonardomelero.blogspot.com

Imagen de la lluvia del 13.09.13 (WEB).

Lluvia que corres 
furiosa por la ciudad

¿Por qué protestas?

¿Estás cansada
de ver cómo un pueblo
es castigado

sin alimentos
que fortalezcan algo
sus pobres cuerpos?


Son mil penurias
que se encierran entre
grandes tinieblas,




TalCualdigital.com
en la negrura 
triste de nuestra gente
empobrecida.

Tu gran tristeza
llora al ver un pueblo 
tan maltratado;

con las regiones
venezolanas pobres, 
sin   asistencia.


Desde mi estudio.


¿Por eso lloras,
y pregonas tu dolor?
Eres muy noble.


Tus compañeros
enardecidos también
protestan, gritan.

Sus voces alzan,
siguen al relámpago
embravecido,

que ya descarga
furiosa energía,
al regalarnos

en un segundo,
la luz que falta. Falla
porque la quitan



autoridades
incompetentes, nulas
e ignorantes.

Hunden al pueblo
en hoyos infernales
y de miseria.

Por eso lloran
los elementos tristes,
nuestra desgracia.


Caracas, 14 de setiembre de 2013









jueves, 5 de septiembre de 2013

UNA EXTRAÑA VISITA


       
              Todos los sueños son raros, originales, pero una  mañana tuve un  sueño  corto, muy corto y por demás, curioso:
Sonó el timbre de  mi casa, y al abrir la puerta, en el umbral apareció un hombre joven de facciones regulares y rostro alargado. Vestido de negro. Apoyaba su alta figura contra el vano de la puerta. Me miraba y sonreía, y, al hacelo, me ofrecía un gran ramo de rosas. 

         De pronto,  el timbre del teléfono sonó y me desperté sobresaltada; la visión del hombre del sueño todavía me acompañaba, cuando escuché una voz  varonil con  acento italiano.
      - Por favor  ¿Puedo hablar con María Alejandra Paz?
   - Sí, ella habla ¿Quién es?- Contesté  todavía soñolienta, aclarando la voz.
    - Mi nombre es Enzo Di Giacomo,  pero no me conoces en persona, sino por referencias.
    - Hola, Enzo, me alegra hablar contigo, pero  ¿Cómo que sólo  te conozco por referencias? - Pregunté ,ya  espabilada.
    - Lo que te digo es verdad,  pero permite que te explique, María Alejandra. Tú eres amiga de Eugenia Fuentes, y  hace dos años estuviste en su boda en Israel  ¿No es cierto?
  - Claro que sí, pero aún sigo sin entender. - Le respondí intrigada, mientras recordaba la maravillosa boda de Eugenia, mi amiga ecuatoriana, en Israel. 


       La singular ceremonia se celebró la capilla del Convento de Hortus Conclusus, en el Hebrón, donde  Salomón compuso "El Cantar de los Cantares". 




       La mañana de la boda caía una lluvia pertinaz y Eugenia comenzó a llorar porque vio en aquella manifestación de la Naturaleza un mal presagio justo el día de su matrimonio con Xavier. Pero una monjita la confortó diciéndole que en Israel la lluvia en una boda era sinónimo de prosperidad y de buena fortuna. Estas palabras mágicas de la hermana le devolvieron a Eugenia su felicidad. Se veía hermosa en su  vaporoso traje de novia y sonrió dichosa, cuando el viento le enredó el velo entre las ramas de los árboles, a su entrada a la capilla del Convento de Hortus Conclusus del brazo de su orgulloso padre, para ser entregada en el altar a su impaciente novio. 


"...Christian Arab Village, that includes  the Convent and
 Church of Sisters of Notre Dame du Jardin an the Monastery 
of Hortus Conclusus".


               Algunos soldados israelíes junto a sus tanques custodiaban los alrededores del templo, debido a que la boda se celebraba en territorio palestino y había que resguardar la seguridad del cuerpo diplomático. La novia era hija del Embajador de Ecuador en Israel y gran parte de los asistentes al evento - fuera de los familiares y amigos venidos del exterior- pertenecían al Cuerpo Diplomático en ese país. Todavía recuerdo los momentos de angustia vividos por algunos de los invitados, cuando nos dirigíamos a la capilla del convento, porque un grupo de palestinos  lanzó piedras  al automóvil en el que viajábamos. Pero, gracias a Dios  la situación no fue más allá de esa manifestación de rechazo. 
     
     La  hermosa y singular ceremonia, gracias a Dios, también,  se celebró en paz. Luego brindamos con champaña con los soldados israelíes y volvimos a  la casa de los padres de Eugenia en Herzliya, donde  continuó la celebración por  la felicidad de los novios, con  champaña, música y bailes hasta el anochecer. Antes de regresar a mi país, Xavier y Eugenia me dieron una lista de personas a las que deseaban que  yo saludara en su nombre.


     Enzo continuó recordándome que él formaba parte de la lista de amigos a los que Eugenia y Xavier me habían solicitado llamar al llegar a Caracas. Y yo lo había hecho, sólo que él no la había respondido por encontrarse de viaje. Y le recordó su olvido la agenda de hace dos años que cayó al suelo,  abierta, justo en la página donde aparecía mi nombre, cuando Xavier reorganizaba su oficina.


     - Acostumbro a tachar las llamadas realizadas y observé que no había respondido la que me habías hecho ese día. Disculpa el retraso de  mi respuesta dos años más tarde. Sólo que para resarcir mi error, quisiera conocerte e invitarte a salir, María Alejandra. Por favor, dime cuándo nos podemos ver,  si lo deseas, por supuesto.


      Le contesté, entre risas,  que me encantaba su puntualidad  y que podríamos vernos al día siguiente. Quedó en pasar a recogerme en mi casa, esta vez, con toda puntualidad, a las nueve de la noche.

     
     A l otro día, a la hora acordada, sonó el timbre. Abrí la puerta y  en el umbral apareció un hombre joven, de facciones regulares y rostro alargado. Vestido de negro. Apoyaba su alta figura contra el vano de la puerta. Me miraba y sonreía, y, al hacerlo, me ofrecía un gran ramo de rosas . 


Caracas, 02. 09. 1997 -  Revisado:  agosto, 2022.


IMAGENES: WEB