domingo, 15 de mayo de 2011

¿QUIEN ES LA MAS HERMOSA?



Se dice que el mundo es como un inmenso teatro en el cual todos somos actores y público al mismo tiempo: nos observan y somos observados. En alguna parte leí que lo apropiado era posar la vista sobre las personas solamente tres segundos. Sin embargo, en mi opinión, existen ciertos lugares como transporte públicos, aeropuertos, restaurantes, etc., que se prestan para que ese lapso se alargue, siempre y cuando nuestra mirada no se cruce con la de la persona objeto de nuestra atención. José Saramago, el gran escritor portugués ya lamentablemente fallecido, describe esta observación de los demás como " un suculento análisis sociológico" en la crónica "Un brazo en el plato", incluida en su libro "Las maletas del viajero". Como refiere Saramago en su escrito, yo también he entrado sola a restaurantes y cafés, y también he puesto en práctica sin saberlo el mencionado análisis, como sucedió en el episodio que narro a continuación.
Una tarde que venía de realizar algunas diligencias en Las Mercedes, entré a merendar en una cafetería. Con el moccacino y el pastel en la bandeja me dirigí a una mesita ubicada en un rincón junto a un televisor. Al poco rato de haberme sentado, llegaron cuatro jóvenes que lo hicieron en la mesa de al lado. Tres chicos y una chica. Todos vestían de negro y llevaban piercings en la nariz, en los labios y, además llevaban los brazos tatuados. Me llamó la atención el chico que estaba a mi izquierda, a quien no podía ver sino de reojo. Era delgado y tenía un lindo perfil. Sus brazos lampiños y tatuados terminaban en unas manos muy finas con uñas largas, puntiagudas y pintadas de color rojo sangre. Luego los chicos trajeron dulces y refrescos. Entonces me fijé que mi vecino, al terminar su postre, raspaba con las uñas los restos de dulce pegados al papel para, finalmente, chuparse golosamente los dedos, mientras levantaba exageradamente el meñique.
Ante tan femenino, aunque poco elegante gesto, puse en duda que fuera un chico y con disimulo observé su pecho. La falta absoluta de relieve me indicó que sí lo era, aunque también podía darse la posibilidad de que fuera una jovencita con necesidad urgente de implantarse prótesis, algo muy común hoy en día. Así que la incógnita persistió, pues las voces, que me hubieran podido sacar de dudas, las ahogaban tanto la música del televisor como el timbre de los celulares de mis vecinos que hablaban casi todos al mismo tiempo.
Así que cuando terminé mi café me dirigí a la puerta del local, y al hacerlo me detuve para observar una vez más al grupo gótico. Y sucedió que al mirar de frente el rostro de mi vecino, su cara me pareció extrañamente familiar. Mientras lo observaba, tratando de hallar el parecido, él se retocaba los labios pintados de rojo sangre como las uñas, ante una minúscula polvera que sostenía entre su ensortijada mano. Lucía un poco pálido a pesar del colorete y del fuerte maquillaje violeta que delineaban sus ojos verdes y rayados como los de un felino. Entonces sonrió repentinamente y pareció preguntarle a su adulante cristal:

-Espejito, espejito, dime ¿Quién es la más hermosa...?



1 comentario:

  1. Jajaja..! que bueno y cada día más ducha en el manejo de las nuevas tecnologías.
    Ciao, maja.

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