martes, 15 de enero de 2019

EL ASIDERO HUMANO

METRO DE CARACAS

     Hace poco fui a hacer una diligencia a Sabana Grande. Como tenía prisa, tomé el Metro desde Chacaíto hasta esa estación. Podía haber ido a pie, pero pensando que ahorraría tiempo me fui, por razones obvias, a la última "parada" destinada al "Area Preferencial", que estaba tan atestada como las demás. Cuando llegó el tren en dirección Pro Patria, no pude abordar el vagón preferencial, pues la puerta, luego de sonar el pito, se cerró con  violencia ante mis narices. Entonces me fijé que todavía había un espacio libre en el vagón de al lado, también atestado, y con la rapidez del caso logré abordar el vagón. Esta vez el pito sonó a mis espaldas y la puerta se cerró con la misma agresividad de siempre, convirtiéndome en la última sardina en lata del vagón. Me angustié, porque no encontré de donde sujetarme cuando comenzó a andar el tren. De pronto apareció ante mi, justo ante la puerta, el brazo extendido y musculoso de un joven, que acompañando el gesto me ordenaba: "Agárrese de aquí, señora". Sorprendida, me así a su brazo todo el trayecto hasta llegar a Sabana Grande. Cuando le di las gracias al chico, éste sonreía desde su gran altura, dejando ver unos dientes muy blancos; los ojos que imagino hermosos, los ocultaban unos lentes de sol y su cara de facciones regulares, bonitas, la sombreaba una gorra de béisbol.
    Llegué a destino agradeciendo de nuevo al muchacho su caballerosidad, con la agradable sensación de constatar que así es el venezolano de todos los tiempos: educado, amable y ocurrente. Siempre atento a las necesidades de una dama, sin importar su edad. Dios bendiga al joven por su noble gesto, ayuda que no lo dudo, él también hubiera ofrecido a cualquier persona que, al igual que yo, hubiera necesitado una mano o su fuerte brazo -como asidero humano- dentro del abarrotado Metro, para no caer.


Caracas, 14 de enero de 2019

Imágenes: Web

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