En mi crónica “Sabana Grande, Bulevar General del Sur” (08.11.11), comento la gran impresión que me causaron las obras de restauración efectuadas en el boulevar: la ampliación de las aceras en beneficio del peatón; la variedad de columpios, toboganes y aparatos de diversión para los niños. No me queda más que aplaudir también la excelente idea que tuvieron los responsables del proyecto de restauración, de exhibir doce bellas esculturas de artistas venezolanos. (Proyecto de Rehabilitación INTEGRAL BULEVAR DE SABANA GRANDE. EJE PATRIMONIAL, llevado a cabo por PDVSA-La Estancia, el Gobierno del Distrito Capital y la Alcaldía de Caracas).
Sin embargo, a pesar del estupendo trabajo realizado por las instituciones antes señaladas, opinaba y aún lo sostengo que Sabana Grande luce triste y gris durante el día. Sólo el peatón y alguna música salida de las tiendas escondidas, contribuyen a alegrar un poco el ambiente. Se han eliminado casi en su totalidad lo anuncios en los negocios que le daban vida al boulevar. La palidez de las paredes de las tiendas, el concreto de los bancos, separadores de calle y los paraguas blancos en grupos de a tres que adornan el boulevar, contribuyen a entristecer el ambiente.
Sin embargo, a pesar del estupendo trabajo realizado por las instituciones antes señaladas, opinaba y aún lo sostengo que Sabana Grande luce triste y gris durante el día. Sólo el peatón y alguna música salida de las tiendas escondidas, contribuyen a alegrar un poco el ambiente. Se han eliminado casi en su totalidad lo anuncios en los negocios que le daban vida al boulevar. La palidez de las paredes de las tiendas, el concreto de los bancos, separadores de calle y los paraguas blancos en grupos de a tres que adornan el boulevar, contribuyen a entristecer el ambiente.
Ahora bien, lo que quisiera comentar esta vez fue otra fuerte y contradictoria impresión que recibí hace una semana, cuando volví a pasar por Sabana Grande, un poco tarde, casi a las seis. Lo que presencié fue digno de un espectáculo del Imperio:
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Al caer la tarde, empezaron a iluminarse las “lámparas” blancas tipo paraguas invertidos, mientras de los altoparlantes ubicados justo en su apertura, salían los acordes de una música celestial, en la que se entrelazaban maravillosamente los trinos y los arpegios. Los colores hermosísimos de las sombrillas iban del verde al azul, luego al morado,
al naranja y al blanco, cambiando al ritmo de la música, en forma casi mágica. Yo no podía creer lo que veía, pero afortunadamente llevaba mi cámara y pude tomar las vistas que aquí les ofrezco.
Reconozco que me quedé tan fascinada viendo el espectáculo mientras recorría el bulevar, que me costaba avanzar. No alcanzaba a comprender tal demostración de lujo y belleza. Me sentí muy confundida. ¿Por qué entonces, al mismo tiempo prohibirían la publicidad de las tiendas? No quisiera pensar que sea algo parecido a la determinación del sistema comunista chino que piensa que "no hay nada más peligroso que una minoría que disfruta de artículos que la gran mayoría sólo puede ver en la publicidad. Y para atajar el problema, ha decidido prohibir los anuncios"... (Raquel Villaecija. El Mundo.es 04.04.2011).
Reconozco que me quedé tan fascinada viendo el espectáculo mientras recorría el bulevar, que me costaba avanzar. No alcanzaba a comprender tal demostración de lujo y belleza. Me sentí muy confundida. ¿Por qué entonces, al mismo tiempo prohibirían la publicidad de las tiendas? No quisiera pensar que sea algo parecido a la determinación del sistema comunista chino que piensa que "no hay nada más peligroso que una minoría que disfruta de artículos que la gran mayoría sólo puede ver en la publicidad. Y para atajar el problema, ha decidido prohibir los anuncios"... (Raquel Villaecija. El Mundo.es 04.04.2011).
Quisiera más bien pensar que se trata de blanquear las paredes para resaltar el efecto de los paraguas cuando se encienden por las noches. Por supuesto que la iluminación es sumamente necesaria en una zona tan insegura. ¿Pero por qué tanto lujo energético a una hora en la que casi todo el mundo se recoge en sus hogares por miedo al hampa desatada? ¿Quiénes se atreverían a pasear por Sabana Grande durante la noche, cuando allí no existe vida nocturna alguna y los negocios cierran temprano? ¿Es que acaso no es la Violencia quien se pasea por las calles caraqueñas, haciendo de las suyas? ¿Cómo entender ese fasto luminoso, cuando sufrimos apagones a cada momento en la Venezuela que vivimos? ¿Por qué, repito, ese gasto de electricidad -aún con bombillos ahorradores de energía, si es que los utilizan- cuando existen miles de protestas por esta causa, tanto en el interior del país como en Caracas? Muchas calles y autopistas permanecen como bocas de lobos. ¿Nos querrán alegrar la vida, haciéndonos olvidar nuestros pesares, aunque sea momentáneamente al trasladarnos a un mundo lleno de luz, tipo Disney World, a los paseantes vespertinos de Sabana Grande?
Mientras, los alimentos se pudren y campea la escasez de cientos de rubros, de medicinas. Hay un gran déficit de viviendas y de empleos. Pululan las invasiones. Nadamos en un mar de vicisitudes. ¿A quién pretenden deslumbrar? Al observar el espectáculo del hermosísimo juego de luces, no pude menos que pensar que lo que veía no se compaginaba en absoluto con nuestra realidad: habitamos un país triste; muy rico, pero, paradójicamente muy pobre. Nos angustian las expropiaciones, robos e invasiones que actualmente se llevan a cabo en nuestra capital y en el interior del país. Los homicidios nos asustan. Desde los cuatro puntos cardinales de Venezuela surgen protestas, descontentos por éstas y muchas otras causas. Ahora, por si fuera poco, el gravísimo problema ocasionado por el derrame petrolero de Pdvsa en el Río Guarapiche, del Estado Monagas, uno de los accidentes ambientales más grandes de la región y del mundo.
¿Cómo se explica, repito, ese lujo en una Venezuela llena de necesidades y de corrupción? Basta citar el vergonzoso caso del Fondo de Pensiones de Jubilados y Activos de Pdvsa, fraude cometido por parte de Francisco Illarramendi, administrador de Pdvsa y del que él mismo se declaró culpable (Nuevo Herald, 08.03.2011).
Mientras, los alimentos se pudren y campea la escasez de cientos de rubros, de medicinas. Hay un gran déficit de viviendas y de empleos. Pululan las invasiones. Nadamos en un mar de vicisitudes. ¿A quién pretenden deslumbrar? Al observar el espectáculo del hermosísimo juego de luces, no pude menos que pensar que lo que veía no se compaginaba en absoluto con nuestra realidad: habitamos un país triste; muy rico, pero, paradójicamente muy pobre. Nos angustian las expropiaciones, robos e invasiones que actualmente se llevan a cabo en nuestra capital y en el interior del país. Los homicidios nos asustan. Desde los cuatro puntos cardinales de Venezuela surgen protestas, descontentos por éstas y muchas otras causas. Ahora, por si fuera poco, el gravísimo problema ocasionado por el derrame petrolero de Pdvsa en el Río Guarapiche, del Estado Monagas, uno de los accidentes ambientales más grandes de la región y del mundo.
¿Cómo se explica, repito, ese lujo en una Venezuela llena de necesidades y de corrupción? Basta citar el vergonzoso caso del Fondo de Pensiones de Jubilados y Activos de Pdvsa, fraude cometido por parte de Francisco Illarramendi, administrador de Pdvsa y del que él mismo se declaró culpable (Nuevo Herald, 08.03.2011).
En medio de una confusión que no alcanzaba a comprender, y cavilando sobre el increíble espectáculo que acababa de observar en el boulevar, regresé a mi casa. La conclusión a la que llegué después de mucho pensar sobre el contraste de mi experiencia de esa tarde, fue que los venezolanos deberíamos tener un equilibrio armónico de bienestar general; de una buena calidad de vida, no de caos y confusión, pues, como se dice, no se puede tapar el sol con un dedo.
Por la noche, prendí el televisor dispuesta a despejarme un poco y entonces vi -¿por casualidad?- un documental sobre la Rusia Bolchevique , filmado justamente en la época de la dictadura de José Stalin, en la que se narraban y mostraban los horrores sobre los atropellos, opresión y persecuciones de los que fue objeto el pueblo ruso. Al final del mismo documental, se mostraron también escenas de unos números musicales hermosísimos con chicas suspendidas en el aire que parecían volar sobre un escenario lujosísimo, fastuoso. Entonces el narrador comentó que... "bajo el régimen estalinista se mostraban espectáculos hollywoodenses para que la gente creyera que todo iba bien”.
Caracas, 3 de marzo de 2012
Me gustó esta crónica..descriptiva y a la vez llama a la reflexión; nos pones a pensar y ver el otro lado de las cosas y el por qué de ellas..!! Las fotos muy buenas. Trataré de pasar por allí.!
ResponderEliminarSaludos.
Tal como lo prometí, esta tarde del miercoles 14, caminé medio boulevard: desde el estación Metro Sabanagrande, hasta el Gran café (ahora reducido a dos paraguitas), buscando las bellas esculturas que fotografiastes.. Además vi otras esculturas que han colocado y me gustaron. Pero, no me termino de reconciliar con él. Para mi faltan cafetines con mesitas afuera, desperdigados en toda la longuitud del sitio: kioskos bien acondicionados, para artesanos y libreros..e iluminación. No entiendo por qué causa mandaron a quitar los avisos de los comercios, en vez de mandarlos a poner de luces de neón para dar colorido y alegría..! Lo que si han debido de eliminar es la "contaminación sónica" de algunas tiendas son esa música estridente, que revientan los tímpanos cuando entras en ellos..En fín, supongo que las apreciaciones varían, o que la hora no era la aporpiada..? Recibe un abrazo.
ResponderEliminarMuy interesante tu comentario. Gracias por hacerlo. Mucha gente ni repara en los cambios que para mal o para bien hace el gobierno. Pienso que nos hace falta un poquito de atención, más que sensibilidad para notarlo. En estos días encontré una tienda de cocinas con buenos precios, me volví para ver cómo se llamaba para volver, y, sobre todo tomar la referencia: no encontré señal alguna que me lo indicara. ¡Menos mal que se me había ocurrido pedir la tarjeta del negocio!¡Así son las cosas! Como dice nuestro admirado Oscar Yánes.
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