jueves, 5 de septiembre de 2013

UNA EXTRAÑA VISITA


       
              Todos los sueños son raros, originales, pero una  mañana tuve un  sueño  corto, muy corto y por demás, curioso:
Sonó el timbre de  mi casa, y al abrir la puerta, en el umbral apareció un hombre joven de facciones regulares y rostro alargado. Vestido de negro. Apoyaba su alta figura contra el vano de la puerta. Me miraba y sonreía, y, al hacelo, me ofrecía un gran ramo de rosas. 

         De pronto,  el timbre del teléfono sonó y me desperté sobresaltada; la visión del hombre del sueño todavía me acompañaba, cuando escuché una voz  varonil con  acento italiano.
      - Por favor  ¿Puedo hablar con María Alejandra Paz?
   - Sí, ella habla ¿Quién es?- Contesté  todavía soñolienta, aclarando la voz.
    - Mi nombre es Enzo Di Giacomo,  pero no me conoces en persona, sino por referencias.
    - Hola, Enzo, me alegra hablar contigo, pero  ¿Cómo que sólo  te conozco por referencias? - Pregunté ,ya  espabilada.
    - Lo que te digo es verdad,  pero permite que te explique, María Alejandra. Tú eres amiga de Eugenia Fuentes, y  hace dos años estuviste en su boda en Israel  ¿No es cierto?
  - Claro que sí, pero aún sigo sin entender. - Le respondí intrigada, mientras recordaba la maravillosa boda de Eugenia, mi amiga ecuatoriana, en Israel. 


       La singular ceremonia se celebró la capilla del Convento de Hortus Conclusus, en el Hebrón, donde  Salomón compuso "El Cantar de los Cantares". 




       La mañana de la boda caía una lluvia pertinaz y Eugenia comenzó a llorar porque vio en aquella manifestación de la Naturaleza un mal presagio justo el día de su matrimonio con Xavier. Pero una monjita la confortó diciéndole que en Israel la lluvia en una boda era sinónimo de prosperidad y de buena fortuna. Estas palabras mágicas de la hermana le devolvieron a Eugenia su felicidad. Se veía hermosa en su  vaporoso traje de novia y sonrió dichosa, cuando el viento le enredó el velo entre las ramas de los árboles, a su entrada a la capilla del Convento de Hortus Conclusus del brazo de su orgulloso padre, para ser entregada en el altar a su impaciente novio. 


"...Christian Arab Village, that includes  the Convent and
 Church of Sisters of Notre Dame du Jardin an the Monastery 
of Hortus Conclusus".


               Algunos soldados israelíes junto a sus tanques custodiaban los alrededores del templo, debido a que la boda se celebraba en territorio palestino y había que resguardar la seguridad del cuerpo diplomático. La novia era hija del Embajador de Ecuador en Israel y gran parte de los asistentes al evento - fuera de los familiares y amigos venidos del exterior- pertenecían al Cuerpo Diplomático en ese país. Todavía recuerdo los momentos de angustia vividos por algunos de los invitados, cuando nos dirigíamos a la capilla del convento, porque un grupo de palestinos  lanzó piedras  al automóvil en el que viajábamos. Pero, gracias a Dios  la situación no fue más allá de esa manifestación de rechazo. 
     
     La  hermosa y singular ceremonia, gracias a Dios, también,  se celebró en paz. Luego brindamos con champaña con los soldados israelíes y volvimos a  la casa de los padres de Eugenia en Herzliya, donde  continuó la celebración por  la felicidad de los novios, con  champaña, música y bailes hasta el anochecer. Antes de regresar a mi país, Xavier y Eugenia me dieron una lista de personas a las que deseaban que  yo saludara en su nombre.


     Enzo continuó recordándome que él formaba parte de la lista de amigos a los que Eugenia y Xavier me habían solicitado llamar al llegar a Caracas. Y yo lo había hecho, sólo que él no la había respondido por encontrarse de viaje. Y le recordó su olvido la agenda de hace dos años que cayó al suelo,  abierta, justo en la página donde aparecía mi nombre, cuando Xavier reorganizaba su oficina.


     - Acostumbro a tachar las llamadas realizadas y observé que no había respondido la que me habías hecho ese día. Disculpa el retraso de  mi respuesta dos años más tarde. Sólo que para resarcir mi error, quisiera conocerte e invitarte a salir, María Alejandra. Por favor, dime cuándo nos podemos ver,  si lo deseas, por supuesto.


      Le contesté, entre risas,  que me encantaba su puntualidad  y que podríamos vernos al día siguiente. Quedó en pasar a recogerme en mi casa, esta vez, con toda puntualidad, a las nueve de la noche.

     
     A l otro día, a la hora acordada, sonó el timbre. Abrí la puerta y  en el umbral apareció un hombre joven, de facciones regulares y rostro alargado. Vestido de negro. Apoyaba su alta figura contra el vano de la puerta. Me miraba y sonreía, y, al hacerlo, me ofrecía un gran ramo de rosas . 


Caracas, 02. 09. 1997 -  Revisado:  agosto, 2022.


IMAGENES: WEB










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