Atardecía y los árboles rojizos, ocres dejaban caer sus ya escasas vestimentas para exhibir su desnudez. Los transeúntes pisaban las hojas caídas; los niños jugaban con ellas. Las pisoteaban o soltaban al viento.
Karl caminaba cabizbajo por la acera con las
manos metidas en los bolsillos del abrigo. Observaba a ratos a los pequeños y
se veía a sí mismo correteando entre ellos. De esos felices años sólo quedaba
el recuerdo. Ahora lo perseguían las preocupaciones. Había amado mucho a
Gerda y durante cinco años habían sido muy felices, luego el matrimonio empezó
a resquebrajarse: ausencias prolongadas de uno y de otro. Viajes de ella en la firma
Kamila, donde trabajaba de modelo, y los suyos en la empresa textilera en la
que prestaba sus servicios como ingeniero. Karl había deseado hacer crecer la
familia, pero su mujer parecía no
haber tenido el mismo entusiasmo que él. Ella demoraba siempre el plazo anual
para retirarse de la empresa y dedicarse a la maternidad, según lo habían
acordado antes de casarse. Las colecciones y los desfiles para cada estación
eran sus cómplices en una espera que se alargaba y ponía en peligro la estabilidad familiar. Ahora, él caminaba solo, entre la gente, esa tarde otoñal. Pensaba en
el divorcio que acababa de firmar los primeros días de octubre. Wie shade!, dijo en voz alta y acompañó
la expresión de lástima con una sonora palmada sobre el muslo. Ahora se
dirigía al Keller a reunirse con los
amigos que le esperaban en el local para tomar unas cervezas.
El sótano atestado olía a
salchichas, frituras y a cigarrillos. La densa niebla de nicotina, al entrar en
el local, impidió a Karl ubicar a los colegas, pero una vez acostumbrada la vista a la semoscuridad reinante en el local, los vio, al fin, sentados a una mesa ubicada en el rincón favorito, y donde se reunían siempre que los demás comensales se lo permitían. Entonces
se dirigió hacia ellos y los encontró enfrascados en una animada discusión, por
lo que se obvió el saludo habitual.
-
¿Tú
qué opinas, Karl?- Preguntó al verlo llegar, Oka.
-
No
se de qué hablan. Primero explíquenme, por favor- contestó sentándose a la mesa.
- ¿Serías capaz –continuó Oka- de escribir, a
través de un anuncio de prensa tu necesidad de buscar pareja, describir quién eres -un próspero profesional,
por supuesto, con situación económica holgada, etc. etc.-, para lograr relacionarte, de
esta manera, con una chica desconocida?
- Eso es muy triste… – comentó Hans.
- Deja
hablar a Karl, por favor- Interrumpió Oka.
- Vamos, amigos – Replicó el recién llegado-
yo pienso que buscar pareja es bueno como sea: dice Maquiavelo que el fin
justifica los medios. Yo estoy de acuerdo con él, al menos en este caso
específico. Pero, creo que si conoces a la chica primero, luego se convierte en
tu amiga y después viene todo lo demás, pues mucho mejor. Y no pienso como tú,
Hans, no creo que sea triste publicar un anuncio en la prensa para relacionarte
con una chica. Por supuesto que sobre esto existen muchas opiniones. Todo
depende de nuestras percepciones al respecto. Yo no le
encuentro nada malo. Es, a mi juicio, otra forma más de relacionarse.- Dijo Karl, antes de tomarse una buen trago de cerveza, y sentado ya a la mesa junto con sus amigos.
La discusión sobre el tema continuó entonces por un buen rato y, por fin,
los amigos llegaron a una conclusión: harían una apuesta. Aquel al que apuntase
la botella de cerveza que harían girar, escribiría un anuncio de prensa para solicitar amistad
con una chica. Luego, para hacer más interesante la situación, acordaron publicarlo en un
país extranjero. Oka sugirió que se enviara a Venezuela por muchas razones, entre ellas: según
los resultados de los concursos de belleza mundiales, allí habitaban mujeres
muy lindas, morenas, rubias, pelirrojas, y también porque son muy inteligentes, a juzgar por las respuestas a
las preguntas que les hacen en esos eventos de belleza.
Sin subestimar a las
demás mujeres del mundo, que también lo eran, decidieron que fuese en ese país suramericano, pues Manfred uno de
los ingenieros de la empresa se encontraba justo en Venezuela por un
tiempo, debido a que inspeccionaba maquinaria textil industrial en las fábricas del interior del país. Quizás su
estadía allí facilitara la publicación
del anuncio, ya que estaría familiarizado con los diarios locales.
Acordaron también los amigos,
entre cervezas, salchichas y la alegría de un prometedor fin de semana, que si
el resultado era positivo, el ganador y su pareja serían obsequiados con una
fabulosa cena en el restaurante que ellos eligiesen. De ser negativos los
esfuerzos del amigo, éste obsequiaría la cena, en igualdad de condiciones a
TODOS los presentes. El plazo fijado
sería de cuatro meses, período más que suficiente, para observar los resultados de la apuesta.
Entonces se hizo girar la botella con la misma seriedad que imparte el crupier a su trabajo en la ruleta del casino y, también con la misma emoción de los jugadores que esperan detenerse la rueda en el número apostado; sólo que en este caso, lo que estaba en juego era una aventura que no todos tenían espíritu para emprenderla.
Entonces se hizo girar la botella con la misma seriedad que imparte el crupier a su trabajo en la ruleta del casino y, también con la misma emoción de los jugadores que esperan detenerse la rueda en el número apostado; sólo que en este caso, lo que estaba en juego era una aventura que no todos tenían espíritu para emprenderla.
En medio del casi infantil
suspenso, la botella se detuvo ante Karl. Al ver la punta del frasco, señalándolo,
el joven soltó una carcajada. ¿Por qué no reír? Hasta le servía de un poco de catarsis. Después de los
desagradables momentos vividos antes de su divorcio, esto no dejaba de
distraerlo un poco. Brindaron esta vez los amigos con vino blanco de la
temporada por el éxito de la apuesta.
Sobre la playa ancha y plateada, suave al
tacto y sombreada de cocoteros, retozaban los niños ante la mirada atenta de
las madres. Los isleños, solícitos, ofrecían sus paseos en los peñeros a las
islas vecinas. Cerca de un grupo de palmeras, dos muchachas conversaban .
Playa de Isla de Coche, Venezuela. Tiempo Libre (Web) |
-
¿Viajas por fin a Europa, Eva?
-
Sí,
Clara. Ya se ha aprobó mi curso en Amsterdam y salgo a fines de mes.
- Bueno, creo que si dejamos a un
lado la parte profesional, te viene muy bien este viaje, luego de tu ruptura
con Eugenio. Te ventilarás un poco, cambiarás de aires.
- No te creas que me ayudará mucho, pues el problema viaja conmigo, pero
al menos me distraeré un poco. ¿Sabes, Clara? Estoy cansada de amores a plazos,
por cuotas.
- Yo te lo dije bastante, tu
enamorado no era un hombre libre. Las consecuencias se veían venir. Sólo que tu
terquedad no te dejaba ver la realidad. Hasta que, como es lógico te cansaras. Ninguno de los dos iba a ningún lado.
- No creas que estaba tan ciega,
sólo que él me gustaba mucho y la soledad, dicen, no es buena compañera y mucho
menos consejera. Pero, basta ya -como te dije- de amores por cuotas. Necesito
un hombre a tiempo completo.
- ¡Vamos, amiga! Pides demasiado. Hoy en día eso es muy
difícil.
- No, no creas, Clara Esta mañana vi. un anuncio en la prensa de un
alemán que solicita pareja, bajo el título de “DAMA BONITA”. Dice que es
ingeniero, divorciado, y que desea establecer primero relación amistosa con
chica venezolana. Fíjate que señala que en principio sólo es amistosa la
relación. No menciona nada más.
- ¡Por Dios, Eva! Eso dice él: Amistosa ¿Qué sabes tú qué intenciones
tiene ese extranjero? No me vas a decir
que, como una adolescente vas a responder ese tipo de avisos. Eso es peligroso, muy peligroso. Tú no sabes
quién es la persona que escribe, y para colmo extranjero. Cuántos
problemas han surgido por esa causa, por
no saber...
- Espera, espera. Déjame que te explique. No creas que no soy consciente
del riesgo que esto conlleva, pero, no se por qué tengo una corazonada de que
esto va a funcionar. No creo que el buscar pareja a través de un diario sea
errado. En cosas del amor, todo está permitido. – Y diciendo esto, hurgó en el
fondo de su bolso, hasta encontrar el anuncio del periódico.- Mira, dice que es un profesional serio, que le gustan las morenas o las rubias hasta
los 35 años. Yo estoy en el rango, además,
asegura que “para dedicarme a ella por completo”. No es por nada, Clara, pero
me parece divertido. Presiento que todo irá bien, tranquilízate, amiga.
- Bueno, allá tú. Ya te di mi opinión. Insisto en que además de
peligroso es tristísimo. Una persona que tiene que acudir a un anuncio en un
diario para conseguir pareja ¡Por favor! Así será el tipo, cuando en persona no puede atraer a ninguna mujer de su entorno. ¡Imagínate! ¿Cómo será? Un adefesio, imagino.
- Pues yo no lo veo así, amiga. Yo respeto tu percepción sobre este asunto y lo respeto. Siempre has sido mucho más precavida que yo, lo reconozco. Sólo que yo tengo otro punto de vista.- Luego, la chica dio por terminada
la discusión y, se levantó para ponerse a la sombra de unas palmeras, e invitó a
Clara a no llevar más sol, y le advirtió a su amiga que llevar mucho sol sí era peligroso, no buscar el amor.
El curso sobre talla de diamantes en Amsterdam había concluido. Eva
conoció gente de muchos países interesados, como Venezuela, en la talla de
diamantes. Intercambió direcciones con sus compañeros y recopiló la información generada
durante el evento. Ya en el hotel, hizo un borrador del informe que entregaría
a la empresa. Deseaba adelantar el
trabajo y disponer con tranquilidad del fin de semana, únicos días libres que le
quedaban antes de tomar el avión de regreso a Caracas, el lunes siguiente. Se
sentía agotada. Desde que salió de viaje, todo había sido un constante girar de las ruedas del
tiempo. Había preparado todo en la empresa, en la casa y gracias a Dios, no se había olvidado de traer también consigo el aviso de prensa del
ingeniero alemán que buscaba una “Dama Bonita en Venezuela”.
Leyó una vez más el recorte y verificó la
ciudad donde vivía el anunciante: Köln ¡Dios, que coincidencia! Estaba
relativamente cerca de Colonia, desde Amsterdam. Pensó en tomar el tren, ver la
ciudad y llamar por teléfono al ingeniero alemán, diciéndole que estaría allí
el fin de semana. Verificaría en el hotel holandés la distancia por vía férrea entre
las dos ciudades. De pronto recordó las palabras de su amiga: “Es peligroso. Es
triste. Tú no sabes quién es ni qué busca”. Nunca he estado en Colonia - se justificó-.
Es sólo un paseo, sólo eso. Y con estas reflexiones, metió el aviso con rapidez en la cartera.
Al día siguiente partió en tren, tal como
había planeado, hacia la ciudad alemana. Se hospedó en el Hotel Domstern y
salió de paseo; la maravillaron la
Catedral y el paso del Rhein
por la ciudad. El paisaje que observaba con el paso de la corriente del río, parecía
ratificarle lo acertado del viaje.
Al día siguiente bajó a desayunar muy
temprano. En el buffet seleccionó lo que más llamó su atención,
guiada por su apetito mañanero. Con la bandeja de panecillos, mermelada y jamón
se dirigió a una de las mesas próximas a los ventanales.
KÖLN (www.fotonostra.com) |
- Buenos días. ¿El señor Darko Svoboda se encuentra?
El recepcionista del Hotel
Domstern verificó en el casillero y entregó al recién llegado, el mensaje dejado por su
cliente. Este, sólo podría verle dentro de una hora. Había surgido una
emergencia, pero estaría de vuelta en ese lapso. Entonces el hombre miró su reloj: eran las
8:30. Tomaría un café, pues ya había desayunado, y leería la prensa en la
cafetería. Una vez sentado a la mesa, mientras sorbía la sabrosa infusión
colombiana y revisaba el cuerpo del periódico dedicado a las finanzas, el visitante interrumpió de pronto ambas
actividades. Su mirada, amparada por el diario, siguió de soslayo la silueta de la dama que acababa de sentarse
a la mesa vecina. Era alta y morena.
Hasta donde podía observar, también era muy bonita. Un mechón le cubría
parte del rostro. Schöne Dame, pensó,
atraído por su belleza. La verdad es que era una linda chica. Podía observarla a su gusto desde un ángulo sin que
ella se diera cuenta, pues el diario le servía de pantalla. Entonces recordó
aquel aviso enviado a su amigo en Venezuela, y de pronto le vino también a la mente que, en
el texto, por un prurito tonto, se había puesto el apellido de la madre: Weishaare
y no Meier, el apellido paterno.
- Su café, Fraülein.
El mesonero colocó el servicio en la mesa
de Eva, pero al hacerlo, éste deslizó sin darse cuenta al suelo el trozo de
papel que la muchacha había colocado
cerca de la bandeja de las tostadas. El hombre que leía la prensa se dio cuenta
de ello. Parecía un documento importante, pensó, y presuroso se acercó para recogerlo.
- Señorita, este papel cayó de su mesa. Debe ser algo importante. –Dijo
sonriendo, mientras se presentaba.- Mi nombre es Karl Meir. Mucho gusto.
- Ah, sí, muchas gracias, muy amable- contestó Eva, al tomar el
aviso, que el comensal de la mesa vecina le entregaba. Y pensó "Dios, qué guapo es este hombre que se dirige a mí en perfecto inglés".
.- No, en realidad no es nada importante, pero se lo agradezco de igual
forma.
- ¿Está libre esta silla? Me gustaría invitarla a tomar otro café- dijo el joven sin esperar a que la muchacha aprobase su solicitud de compañía.
- Gracias, por supuesto que acepto su
invitación a otro café. –Dijo sorprendida por la autoinvitación del recién llegado, mientras fijaba su mirada oscura en la azul de su interlocutor. Se había olvidado por completo del objetivo de su viaje a Colonia. - Mi nombre es Eva Andrade y vengo
desde muy lejos: de Venezuela.
Caracas, 30 de mayo de 2013
Caracas, 30 de mayo de 2013
Este relato participó , entre 3.000 concursantes, al Premio Cosecha Eñe 2013, bajo el seudónimo de Mymi Nikokirula, celebrado en Madrid, España. El resultado de los ganadores y los finalistas fueron dados el 16 de noviembre de 2013, durante el Festival Eñe, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
HOLA MYRIAM: ¡QUE LINDO! ME HA GUSTADO Y MUCHO. RELATAS MUY BIEN .
ResponderEliminarY EL PERSONAJE QUE LLEVA MI NOMBRE ES SIMPÁTICO. ¡POBRE EVA!, SIEMPRE EN EL CAMINO EQUIVOCADO DEL AMOR. PRECIOSO.
UN GRAN ABRAZO DE TU AMIGA Y HERMANA COLOMBIANA ,EVA (¿Cual de las dos? ¿oh somos una?
Hola, Eva Margarita: Super agradecida por tu comentario.
EliminarEste cuento lo había escrito hace muchos años, pero lo saqué y actualicé para enviarlo a este concurso. Creo que tienes razón al decir que Eva andaba "siempre en el camino equivocado del amor...", pero justamente creo que esa es una característica no sólo de Eva, tu tocaya, sino todos los seres humanos. Benditos aquellos a quienes les llega en bandeja de plata, pero no los envidio porque ellos no pueden comparar. Las desilusiones fortalecen y refuerzan el amor cuando lo encontramos.
Es posible que Eva Andrade seas tú y Eva Margarita Escobar Sierra, ella. Es cuestión de identificación. Ojalá que algún día alguien te recoja un misteriorso papelito...
Muchos abrazos, hermana colombiana,
Myriam
Hermanilla querida, me encantó tu cuento, muy amena e interesante historia y sobre todo realizado en dos lindas ciudades de Alemania, donde nacieron mis dos hijos. Un fraternal y cariñoso abrazo en la distancia. Maruja🥰🌹👏
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