Esta tarde pasé por Sabana Grande al regresar de una diligencia. La gente pululaba en el bulevar, dándole un aire de pequeño Hong Kong. Muchas tiendas lucían cartelitos de "Ofertas", bastante inusuales en esta época tan próxima a la navidad. Todo, producto de órdenes gubernamentales de "bajar los precios". Esta extraña medida económica es una especie de ilusión "óptica" por parte del sector oficial, pues cree que con estas acciones se aminora la altísima inflación que sufrimos los venezolanos. Sólo que todos sabemos que esto no es más que una consecuencia de la política económica fracasada del gobierno, copiada de la castro-comunista en Cuba, que nos está llevando hacia un despeñadero.
Las redes sociales, la prensa y la televisión internacional propagaron la noticia de los saqueos ocurridos la semana pasada en Venezuela a las tiendas de electrodomésticos ante la triste expresión del jefe del gobierno en una de sus cadenas televisivas de: "Que no quede nada en los anaqueles". Vergonzosas imágenes lo demuestran: locales devastados como en una guerra, pues todos iban tras el botín al entrar como batallones, destrozando a su paso, muchos de los negocios de electrodométicos del país.
Todavía, con la sensación desagradable de los tenebrosos acontecimientos de la semana pasada, yo observaba el ambiente mientras caminaba por el bulevar. Distraída, entraba en una y en otra zapatería, pues el calzado es el rubro que más se vende en Sabana Grande. Algunos exhiben en las vidrieras otros como blusas, bluyins y mucha bisutería. Algunos locales continúan, todavía, si identificar, mientras que otros comienzan a mostrar sus nombres en pequeños, tímidos anuncios, que siguen un patrón socialista. La obras de arte exhibidas en el bulevar y los parques de diversiones infantiles colocados en las calles y rodeados de bancos que parecen lápidas, apenas si dan un tono alegre al ambiente. Esa es mi impresión y ya lo he manifestado en crónicas anteriores.
De pronto, en la acera de enfrente observo una gran cola frente a Dorsay, que aún , por la tarde, no ha abierto sus puertas. Le pregunté a una chica el porqué de la cola y me contestó que era una de las tiendas sancionadas por el gobierno, obligada a bajar los precios y ofrecerlos al público.
Las redes sociales, la prensa y la televisión internacional propagaron la noticia de los saqueos ocurridos la semana pasada en Venezuela a las tiendas de electrodomésticos ante la triste expresión del jefe del gobierno en una de sus cadenas televisivas de: "Que no quede nada en los anaqueles". Vergonzosas imágenes lo demuestran: locales devastados como en una guerra, pues todos iban tras el botín al entrar como batallones, destrozando a su paso, muchos de los negocios de electrodométicos del país.
FOTO TOMADA DE LA WEB |
FOTO TOMADA DE LA WEB. |
De pronto, en la acera de enfrente observo una gran cola frente a Dorsay, que aún , por la tarde, no ha abierto sus puertas. Le pregunté a una chica el porqué de la cola y me contestó que era una de las tiendas sancionadas por el gobierno, obligada a bajar los precios y ofrecerlos al público.
Sólo había visto situaciones similares en la red. Más adelante me encontré con una zapatería en las mismas condiciones, sólo que a las puertas de este local se encontraban varios policías ante la hilera de personas que, también esperaba que se abrieran las puertas para entrar.
Me detuve en un tercer local que se encontraba en las mismas condiciones que los anteriores. Sólo que esta vez la cola era interminable al doblar la esquina. Tomé varias fotos, pues acostumbro llevar mi cámara para plasmar aquello que me llama la atención para mi blog. Como la cantidad de compradores abarcaba tres cuadras o más, varias personas observábamos, asombradas, al público que se arremolinaba en una especie de corral amarillo, bordeado por cuerdas del mismo color. Entonces me acerqué y tomé unas tres fotos, tratando de abarcar la fila en toda su longitud. Y sucedió que la gente que la formaba se disgustó cuando lo hice y empezaron a gritarme que por qué les tomaba fotos. Las voces de protesta se multiplicaron amenazantes contra mí. Les contesté que me gustaba tomar fotos, simplemente eso. Continuaron las voces airadas y sentí miedo de que se me abalanzaran y me quitaran la cámara, por lo que la lancé rápido a la bolsa de plástico negro de una mercancía que había comprado en un mayor sin más cola que la normal para pagar en la caja. A mí, como a todos, me gustan los precios bajos, y puede que camine mucho para encontrar mejores ofertas, pero en una tienda o supermercado en el que la desesperación no sea la protagonista.
Todavía sonaban las voces furiosas a mis espaldas, pero ya no contra mí, sino -aún más altas- contra un empleado de la tienda que les informó que venderían mercancía hasta un número determinado de personas - y señaló el sitio de la fila como el límite de ese día. Y agregó que las otras quedarían para el siguiente. Continuaban los gritos de protesta, cuando crucé la calle. El corazón me latía con fuerza, todavía cuando me acerqué a un muchacho recostado a la pared. Le conté lo sucedido, y mientras él observaba la escena del grupo alborotador me dijo:
-¡Qué desbarajuste! ¿Acaso ellos no pueden también tomar fotos con sus celulares? ¿Quién se los prohíbe?
Y era verdad, puesto que muchos portaban sus teléfonos celulares. Admito que en las circunstancias actuales, quizás me arriesgué tomándoles fotos a las personas que esperaban comprar la "oferta oficial" impuesta. Imagino que al ver la cámara se alarmaron. ¿Pero acaso ellos tenían más derechos que yo? Esas personas esperaban la apertura de una zapatería donde obtendrían con su compra precios bajos por orden del gobierno. No estaban haciendo nada malo, y yo tampoco.
Mi conclusión es que en la actualidad una ola de miedos se extiende por el país: miedo a la escasez que se enseñorea de nuestras despensas y neveras; angustias del pueblo que perciben la presencia de armas antiaéreas en Fuerte Tiuna; terror de que seamos víctimas del hampa; alarma ante la creciente inflación que amenaza en convertirse en hiperinflación y, Dios no lo permita, en estanflación.
Lo ocurrido esta tarde en las calles de Sabana Grande, forma parte de esas angustias del pueblo. Expresan temor, terror a no se qué, por parte de quienes formaban las colas para las "ofertas" gobierneras; a las fotos de mi modesta cámara fotográfica. Y también susto por mi parte, a que me la arrebataran y, lo confieso, miedo también a que me agredieran, en medio de ese desbarajuste.
Caracas, 21 de noviembre de 2013
Mi conclusión es que en la actualidad una ola de miedos se extiende por el país: miedo a la escasez que se enseñorea de nuestras despensas y neveras; angustias del pueblo que perciben la presencia de armas antiaéreas en Fuerte Tiuna; terror de que seamos víctimas del hampa; alarma ante la creciente inflación que amenaza en convertirse en hiperinflación y, Dios no lo permita, en estanflación.
Lo ocurrido esta tarde en las calles de Sabana Grande, forma parte de esas angustias del pueblo. Expresan temor, terror a no se qué, por parte de quienes formaban las colas para las "ofertas" gobierneras; a las fotos de mi modesta cámara fotográfica. Y también susto por mi parte, a que me la arrebataran y, lo confieso, miedo también a que me agredieran, en medio de ese desbarajuste.
Caracas, 21 de noviembre de 2013
Myriam, me parece casi de ciencia ficción lo que cuentas. La realidad venezolana la conocemos aquí poco, por lo que dan en las noticias. Lo último que he escuchado ha sido como ese señor In-Maduro puede gobernar a golpe de decreto, lo que me parece terrible y propio de repúblicas bananeras.
ResponderEliminarLa realidad cotidiana, ese trocito que tú nos has narrado aquí, también me parece alucinante.
Qué cosas más raras pasan en tu país, amiga, aunque te diré que en el mío también ocurren hechos vergonzosos.
Un abrazo y mantén siempre tu lucidez frente a la masa.
Hola, Isabel, muy agradecida por tu acertadísimo comentario. Es verdad, vivimos en un mundo de ciencia ficción. Inclusive yo pienso que somo el país de las paradojas: aquí, con este desgobierno, su escala de valores está al revés. Y no porque nosotros, quienes nos oponemos a este sistema atrasado y obsoleto, pensemos diferente. En absoluto, en una Democracia eso es lo normal. Pero aquí todo anda al revés. Ayer me enteré que el Desgobierno estaba repartiendo en Pdvsa (la empresa petrolera) ¡NEVERAS! Y todo con fines electoreros para comprar votos. Nos entristece ver cómo se destroza a nuestro país. Gracias mil por tu consejo ante la masa. Algún día escribiré otras experiencias ante ella, cuando me iban a desnudar en la universidad.
EliminarMuchos abrazos caraqueños,
Myriam