Mi padre, Luis Alberto Paúl, escritor y periodista.
Muchos de los primeros recuerdos de mi padre vienen de la época en la que vivíamos en Los Teques, cuando él trabajaba en Caracas en el diario "La Esfera". Estas remembranzas muestran cientos de facetas suyas traídas por la nostalgia.
Por ejemplo, veo al padre que por las noches venía cansado de su trabajo en el periódico", y que sus cuatro hijos esperábamos con el clásico "¿Qué me trajiste?". Entonces mi papá sacaba de sus bolsillos caramelos, chicles y yaquis. Nos traía también, para la cena, bolsas de acemitas dulces que compraba en la Esquina de Las Gradillas.
Por ejemplo, veo al padre que por las noches venía cansado de su trabajo en el periódico", y que sus cuatro hijos esperábamos con el clásico "¿Qué me trajiste?". Entonces mi papá sacaba de sus bolsillos caramelos, chicles y yaquis. Nos traía también, para la cena, bolsas de acemitas dulces que compraba en la Esquina de Las Gradillas.
También me acuerdo de las muchas veces que, luego del almuerzo dominical, en la sobremesa, mi padre preguntaba quiénes de nosotros queríamos quedarnos para la competencia de Castellano. Esta consistía en dictados de textos, o de palabras con "H" -intercalada o inicial-; "B" o "V" y su deletreo. Algunos de mis hermanos y primos escapaban con disimulo al reto, y permanecíamos sentados a la mesa sólo mi hermano Alberto y yo. ¿La atracción? ¡Un billetico morado de ¡Diez bolívares! que mi papá chasqueaba con la mano, como premio al ganador. Y nosotros no podíamos perder tal recompensa, que para ese entonces representaba un verdadero Capital destinado a las chucherías.
En las tareas escolares acudíamos al auxilio paterno para que nos tomara la tabla de multiplicar; nos corrigiera las composiciones y nos ayudara con sus maravillosos dibujos. De esta manera reforzábamos la asistencia que también nos brindaba nuestra madre. Pero aquí los premios- según nuestro esfuerzo- eran semanales, mensuales y, sobre todo anuales, si terminábamos el año escolar en forma satisfactoria. Entonces venían las vacaciones en una casita en la playa, que mis padres alquilaban y en la que permanecíamos dos largos y sabrosos meses en Los Corales.
Viene a mi mente la imagen de mi padre, cuando preocupado, porque estábamos enfermos, se iba al trabajo y no dejaba de llamar a mi madre por teléfono para preguntar por nuestra salud. Y lo mejor de todo es que las llamadas se producían tantas veces como hoy se podrían hacer por el celular.
Otras veces nos reprendía con severidad, cuando nuestra conducta dejaba qué desear. Jamás nos dio "pela" alguna. Nos hacía ver nuestros errores las veces que nosotros parecíamos ciegos a ellos.
Su gran humor nos hacía reír y también sus estupendas imitaciones de nosotros mismos. Sus historias de la infancia en los lejanos días llaneros en Tame, en el que sus aventuras competían con las de Tom Sawyer. Aparecían amiguitos que comían tierra, porque le gustaba, y azuzados por sus compañeritos de escuela, entre ellos mi papá, que le decían: "Gilberto, come tierra, come tierra" y que el chico muchas veces respondía "Esta no, porque está muy sucia".
El teclear de la máquina de escribir mecánica en las madrugadas, cuando redactaba sus crónicas, reportajes o sus libros, se volvió tan grato para mí, que siempre quise imitarlo desde la infancia. Desde muy temprano me gustó el oficio de escribir de mi padre, con sus pausas y su música.
Y así fue durante toda su vida. Sus escritos, sus libros y premios literarios se convirtieron en mi brújula. Cuando yo escribía y le daba a leer algunas de mis crónicas, e inclusive el inicio de una novela que intenté escribir cuando tenía dieciséis años, me aconsejaba cuidar la prosa y "castigarla". Siempre me aconsejaba escribir todo de una vez, y luego infligirle el castigo necesario. También me recomendaba escribir una página diaria. "Al año, verás que ya tienes un libro".
Su ayuda siempre estuvo presente tanto en el colegio como en la universidad; en mi vida personal y profesional; cuando tomé la gran decisión de irme a trabajar a Europa, sin haberla siquiera visitado. También me asistió en las indecisiones de mi vida.
Y estas sugerencias fueron tan acertadas, que una vez - dos meses tan solo antes de su fallecimiento, en noviembre de 2008- yo le leí un cuento que había escrito para un certamen de narrativa que se llevaría a cabo en Buenos Aires. La historia versaba sobre un marino del barco nazi el "Sesostris", hundido en Puerto Puerto Cabello en 1941. El título del cuento era: "Ordenes son Ordenes; episodio basado en la tragedia del "Sesostris", durante la Segunda Guerra Mundial", (subtítulo sugerido por mi padre) . Una vez que le hube leído el borrador, mi papá me preguntó si el protagonista moría, pues el final estaba algo confuso. Como le respondiera de manera afirmativa, me dijo: "Myriam, entonces describe mejor la muerte del personaje, pues es un hecho demasiado importante para sólo sugerirlo..." Al llegar a casa seguí su consejo e imaginándome las circunstancias terribles que enfrentó mi protagonista esa noche del incendio de su barco, describí como pude su triste final y el 30 de septiembre, fecha tope para la remisión de los relatos, envié la historia al " Quinto Certamen Literario de Cuentos de Pepe Fuera de Borda" en Buenos Aires, Argentina.
Dos meses después de la partida de mi padre, Luis Alberto Paúl, - el 26 de diciembre, cuando hubiese cumplido 98 años de estar vivo -, asistí a una misa en su nombre. Al regresar a casa sentí curiosidad por saber cuál habría sido el resultado del certamen, que por cierto, se daría al finales de diciembre. Al entrar en Internet busqué la página del certamen para ver los resultados preliminares, y me encontré conque mi cuento "Ordenes son Ordenes..." ¡Había quedado entre los Cuentos Finalistas!
Caracas, 21 de junio de 2015, Día del Padre.
Qué bonita historia querida Myriam; renace en mí el grato recuerdo que siempre me dejó el tío Paúl. Qué hermoso imaginarte, pequeña, conciliando el sueño bajo el rítmico sonido de sus teclas protectoras. Qué gran maestro y ejemplo fue para toda la chiquillería de primos y primitas aquel hombre grande. Qué siempre viva el tío Paúl... el escritor ¡¡¡. Pedro Alberto.
ResponderEliminarMil gracias por tu lindo comentario, Pedro Alberto, y también por el de Alvaro recordando la sopa de chicle y chocolate que le mencionaba mi papá y que tu hermano quiso comer una vez. Nos imitaba a todos los hijos y primos. A Iván que tenía pasitos cortos pues era muy chiquito, mi papá lo llamaba "Pisa pasito". El tuyo no lo recuerdo, a mí me llamaba Librada Tiluco, a Alberto mi hermano Serepe y a Dorita, Tipoe Poe. El disfrutaba mucho nuestras ocurrencias. Otra vez gracias por tus lindas palabras. Yo siempre recuerdo a tu Papá: me parece estarlo viendo. Desde Allá nos cuidan y guían. Muchos abrazos.
EliminarMyriam
Me encantó esa historia! Bellísima!!! Refleja a un Padre maravilloso y a una hija super encantada y orgullosa de tener ese papá! Me encantaron las fotos de tu papá! Un disfrute!
ResponderEliminarAgradecida por tu lindo comentario, Deyanira. Tú, como yo, valoramos lo que es un verdadero padre, no importando la edad que tengan los hijos. Yo también he visto fotos en Facebook de tu papá y me encanta el cariño que él regala, junto a tu mamá, a sus hijos y nietos. Muchos abrazos.
EliminarMyriam
Gracias Myriam! Mi papá es fuera de serie, puro amor! Un abrazo!
ResponderEliminarVaya. que hermoso recuerdo.
ResponderEliminarYo, también de Los Teques, recuerdo a Luis Alberto Paúl como uno de los mejores amigos de mi padre (Nicolás Caputto). Junto con Luisito Seijas, Varguitas, Artahona y un nutrido grupo de Los Teques se iban de Cacería para el llano y mi papá era el cocinero, porque era el que sabía preparar Venado, ChiGuire, Pato, etc. Me alegra que Paul (como lo conociamos) lo hayan podido disfrutar tantos años. Mi padre era dos años menor que él, pero duró hasta 1987. Recuerdo a Paul de niño, porque al igual a sus hijos, también a nosotros (mi hermana menor y a mí) nos premiaba igual, y tu cuento me lo recordó. Lo último que recuerdo de él fue en el desaparecido Bar Castalia, donde compartía con mi padre unas cervezas, frente a la Plaza Bolivar de Los Teques. Recuerdo que le teníamos mucho cariño.
Tengo algunos escritos de Paul, referidos a mi papá y sus dotes de cazador y cocinero, ilustrado con dibujos supongo que hechos por él.
Saludos a su familia, a quienes nunca conocí; no se si mis otros cinco hermanos (Ennio, Ezio, Enzo, sobre todo ellos porque eran los que iban de cacería).
Me encantó tu relato. A tus padres lo recuerdo como un caballero, educado y atento y de buen humor. Siempre tenía tiempo para dar un acertado consejo, especialmente sobre escritura. Un gran abrazo, querida.
ResponderEliminarMe encantó el escrito Miryam . es reflejo fiel de una época llena de valores en educación y amorosa a la vez. Hoy día no se ven ya estás normas en los hogares. No hay conexión auténtica entre padres e hijos. Todo se basa en la tecnología, que aunque es indispensable para el "hoy" , lamentablemente se ha convertido en un elemento nocivo para el espíritu humano. Me alegro de que clasificaras en aquel concurso!!! No podía ser diferente, escribes muy bello!!
ResponderEliminarEs Nora
ResponderEliminarSon TODOS personajes muy conocidos por su personalidad únicas en Los Teques desde los años 40
ResponderEliminarLinda remembranza de un gran hombre, que recuerdo como escritor y afable caballero.
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