Cada día que vivimos en Caracas uno se sorprende, angustia y preocupa. Trasladarse de una urbanización a otra significa siempre ver un espectáculo triste. Larguísimas colas de personas bajo el sol y ahora, bajo la lluvia. Se confunden los "bachaqueros" o quienes negocian con el hambre de los demás, junto a madres con bebés, niños y personas de la tercera edad.
Quizás ya los comerciantes del hambre tienen seguros los productos en los automercados con sus contactos internos, para luego salir con gigantescas bolsas que los delatan. Otros, sólo buscan el pan para sus hijos y se movilizan de un extremo al otro de la ciudad, a ver qué encuentran para volver luego a sus hogares casi con las manos vacías.
Quizás ya los comerciantes del hambre tienen seguros los productos en los automercados con sus contactos internos, para luego salir con gigantescas bolsas que los delatan. Otros, sólo buscan el pan para sus hijos y se movilizan de un extremo al otro de la ciudad, a ver qué encuentran para volver luego a sus hogares casi con las manos vacías.
Un día vi bajarse del autobús frente al Centro Comercial de Santa Fe un hombre tipo galán de barrio, que una vez en la acera dijo bien alto:
-Vamos a ver qué hay en esta vaina.- Presumo por la pinta que era un "bachaquero".
Esta mañana la situación se presentaba peor que ayer, pues ahora hay cartelones en todas las panaderías con la inscripción ¡NO HAY PAN! Entonces la colas crecen y se convierten en gigantes dragones hambrientos que pululan por la ciudad. La gente se agolpa al grito de ¡PAN, PAN!
En días pasados, de regreso a mi casa y cansada de pagar taxis - cada día más caros, para hacer mis diligencias- tomé el autobús que va desde Chacaíto hacia Santa Fe. A la altura de Las Mercedes se suben varias personas, entre ellas un niño de unos once años, que se sienta a mi lado. Lo acompaña un anciano que a su vez lo hace en la fila de al lado. Al poco rato el muchacho se echa hacia adelante, se mueve inquieto y por fin, se duerme. La cabecita tambaleante cae al fin en mi hombro izquierdo y, por supuesto, lo dejo estar. De pronto, se despierta y me mira apenado. Le digo que no importa, que continúe durmiendo si tiene sueño, que a mí no me molesta. Entonces se espabila un poco y aprovecho para preguntarle por qué tiene tanto sueño. Se restriega los ojos y me contesta:
-Es que me levanté a las tres de la mañana para ayudar a mi mamá con las compras.- Y al decir esto, señala el asiento delantero en el que se encuentra una señora joven tapada por el alto respaldar del asiento.
Le pregunto si va al colegio y dice que sí.
-Entonces te perdiste la clase de hoy - le comenté e imaginé la respuesta.
-Hace varios días que no voy a la escuela. - Dice soñoliento.
Cuando le pregunto que donde vive, me contesta que en Petare, luego bosteza y vuelve a dormirse para despertar frente al Centro Comercial Santa Fe. La mamá lo espera, mientras se acomoda mejor a un bebé de nueve meses que duerme sobre el hombro. El anciano los sigue para sumarse a la cola kilométrica frente al Excelsior Gama.
Caracas, 01 de mayo de 2016
IMAGENES:WEB
En días pasados, de regreso a mi casa y cansada de pagar taxis - cada día más caros, para hacer mis diligencias- tomé el autobús que va desde Chacaíto hacia Santa Fe. A la altura de Las Mercedes se suben varias personas, entre ellas un niño de unos once años, que se sienta a mi lado. Lo acompaña un anciano que a su vez lo hace en la fila de al lado. Al poco rato el muchacho se echa hacia adelante, se mueve inquieto y por fin, se duerme. La cabecita tambaleante cae al fin en mi hombro izquierdo y, por supuesto, lo dejo estar. De pronto, se despierta y me mira apenado. Le digo que no importa, que continúe durmiendo si tiene sueño, que a mí no me molesta. Entonces se espabila un poco y aprovecho para preguntarle por qué tiene tanto sueño. Se restriega los ojos y me contesta:
-Es que me levanté a las tres de la mañana para ayudar a mi mamá con las compras.- Y al decir esto, señala el asiento delantero en el que se encuentra una señora joven tapada por el alto respaldar del asiento.
Le pregunto si va al colegio y dice que sí.
-Entonces te perdiste la clase de hoy - le comenté e imaginé la respuesta.
-Hace varios días que no voy a la escuela. - Dice soñoliento.
Cuando le pregunto que donde vive, me contesta que en Petare, luego bosteza y vuelve a dormirse para despertar frente al Centro Comercial Santa Fe. La mamá lo espera, mientras se acomoda mejor a un bebé de nueve meses que duerme sobre el hombro. El anciano los sigue para sumarse a la cola kilométrica frente al Excelsior Gama.
Caracas, 01 de mayo de 2016
IMAGENES:WEB
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