Ponte Vecchio- Foto: MPG. |
Cuento enviado a: "Concursos. ...historiasdeverano, concurso de relatos 03 Jul. 2023 /ZENDALIBROS.COM ...historiasdeverano".
UN TARDÍO VERANO
Inicié, al fin, después de veinte años, mi anhelado viaje de vacaciones a Florencia, ciudad en la que un gran amor de juventud dejó una fuerte impronta en mí. Este breve romance, de sólo seis meses con Pietro, tuvo un final tan brusco y triste, que lo convirtió en una quimera difícil de olvidar. Pero, el tiempo, bálsamo divino, abrió un nuevo capítulo en mi vida, pues cuando estudiaba Economía en la Universidad, conocí a Carlos, un compañero de estudios, nos hicimos novios y nos casamos al terminar la carrera. Luego, nuestra felicidad la completó el nacimiento de Carlos Alberto, nuestro hermoso hijo.
Cuando
realicé el viaje a Florencia, hacía tres
años que me había divorciado de Carlos, después de dieciocho años de matrimonio, y me
desempeñaba como Gerente de Finanzas en una empresa internacional, por lo que
mi posición económica era estable. Pero pronto mi hijo se graduaría de Médico en la
Universidad Central, y haría un Post
Grado en Estados Unidos, según me había manifestado. Así que me quedaría sola.
Esto me preocupaba, necesitaba realizar un balance en mi vida, viajar, para
poner mis ideas en orden. Y, llevada por los recuerdos, me fui a Italia.
Al
llegar a Florencia recorrí los lugares que tantos recuerdos me traían:
el Ponte Vecchio, la Piazza de la Signoría, la Galleria
degli Ufizzi, el Palazzo Pitti. Luego de mucho andar, busqué el Caffe
Rivoire , frente a la Piazza Della
Signoría, el mismo en el que conocí a Pietro. Me senté a la mesa ubicada
hacia la esquina del local, el mismo sitio que ocupé aquella lejana tarde. Ordené un Capuccino.
Ese lejano día veraniego almorzaba sola, cuando un chico alto y moreno
se acercó para preguntarme si la silla frente a la
mía estaba ocupada. Le contesté que no, me extrañó la pregunta, pues las mesas
adyacentes estaban casi vacías.. El joven pareció leerme el pensamiento, pues
acto seguido me explicó, a modo de excusa, que era algo triste tomarse una café solo, y como imaginó
que yo necesitaba compañía decidió presentarse.
-Me llamo Pietro Allegri
¿Y usted? – Le dije que mi nombre era
Estefanía Pagal.
Para mi asombro, sin más
preámbulos, tomó asiento delante de
mí e inició la típica conversación
trivial sobre el estado del tiempo. Más tarde, por fortuna, la
conversación se tornó amena, y nos despedimos con los respectivos cambios
telefónicos para continuar nuestra incipiente amistad.
Salimos
varias veces, pues en ese entonces yo tomaba un curso de italiano, como parte
de un intercambio estudiantil entre algunas universidades internacionales.
Luego, Pietro y yo nos enamoramos y nos hicimos novios. Ambos éramos muy jóvenes y veíamos
el futuro luminoso. Mi curso terminó en
febrero y tuve que regresar a Caracas. Nos
escribíamos con frecuencia, pero luego de unos meses los correos por parte de.
Pietro comenzaron a hacerse menos frecuentes, lo mismo que sus llamadas, hasta que terminaron por detenerse y originar
la ruptura de nuestra relación. En aquel entonces, estar conectada a Internet
suponía una suscripción costosa, pero, yo
la cubría gustosa con mi mesada, al igual que mi conexión al móvil, en aras al
amor. Mi tristeza crecía al no
comprender la causa del silencio del
italiano. Tiempo después le
escribí a un amigo común y me enteré que
Pietro se había casado hacía poco con
una chica rumana que estudiaba con él Negocios y Administración, en la
Universidad de Florencia. Entonces el dolor se intensificó cuando supe la razón
de la ruptura. Estaba inconsolable. Al año siguiente le escribí por Navidad,
pero Pietro nunca respondió el saludo. Fue la última vez que
supe de él, y como dije antes, continué con mi vida. Hoy esa triste historia de
amor cumple ya veinte años.
Esas eran mis
reflexiones, mientras tomaba el desayuno. Pensaba en las jugadas del Destino. Entonces,
de pronto, tuve una corazonada. Sentí una fuerte emoción, una alegría que
borró las tristezas. Entusiasmada, me
dirigí al Palazzo Vecchio, y mientras
caminaba hacia el maravilloso museo, escuché
la entrada de un mensaje de Skype
en mi móvil. Lo abrí y el remitente hizo acelerar mi ritmo cardíaco al leer el
siguiente mensaje en italiano:
“Buenos tardes,, si eres Estefanía Pagal, y
estuviste en Florencia, en el verano de
2000, hace veinte años, por favor,
responde este mensaje. Quiero saber de tí. Soy Pietro Allegri, de
Florencia.”
Y acto seguido respondí:
“Si, Pietro, soy Estefanía Pagal, la misma
persona que conociste en Florencia en el verano de 2000, y ahora estoy en
Florencia de vacaciones.´´
En
el momento del reencuentro lo negativo se olvidó, sólo contaba el alegre presente
Pasada
la euforia de vernos de nuevo, cada uno
hizo el recuento de su propia vida. Al
mío siguió el suyo: Pietro se había divorciado hacía cinco años. Tenía
una hija, Chiara, que estudiaba Ingeniería de Sistemas en Londres. Luego, resurgieron el amor y las ilusiones,
pero de pronto, cuando hacíamos planes para tener un futuro juntos a corto
plazo, un zarpazo inesperado nos detuvo: llegó el Covid-19, y se instaló la pandemia sobre la faz de la tierra. Muchas
familias en el mundo sufrimos la tragedia del Coronavirus, Todo se hizo difícil
y doloroso. Entonces, ante la imposibilidad de viajar, por el cierre de las
fronteras, sufrimos el claustro de una
cuarentena obligada; nos comunicábamos por teléfono y por las redes sociales,
como el resto del mundo.
Pero ahora, a pesar de que el peligro de la pandemia
continúa, y lo hará por muchos años, al menos Pietro y yo estamos juntos. Luego
de infinitas llamadas, y dos o tres
viajes realizados entre Italia y Venezuela, cuando éstos se hicieron posibles, la
boda de Pietro y mía se celebró en Florencia este caluroso mes de julio de 2023, en presencia de nuestros
familiares y amigos. Las bendiciones del Creador, para quien sólo el bien de sus hijos es prioritario, se
presentaron, al fin, en el tiempo perfecto: un
tardío verano de nuestras vidas.
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