Ataba cabos mentales. Buscaba en mi interior, hurgaba en mi cerebro para tratar de escribir algunas frases que me llevaran a un
cuento, pero no lo lograba. Aunque tenía una vaga idea del tema, nada se me ocurría: mi mente estaba en blanco y también mi libreta, donde acostumbro a escribir la idea original para luego pasarla a la computadora. Por último, en vista de la ausencia de inspiración, dejé a un lado el cuaderno, y me dije que ya se me ocurriría algo. Entonces me recosté en el diván. ¡Se estaba tan bien!
La ventana abierta me
traía, además de la brisa, el canto de los grillos y las chicharras que, en hermoso contrapunto, anunciaban lluvia. De pronto, un
revoloteo, un zumbido cerca de la cara me hicieron espantar lo que yo creí era
un abejorro. Retomé entonces el hilo de mis pensamientos y traté de concentrarme, pero de nuevo el zumbido me distrajo y busqué con la vista al animalito.
¡Pero, no! Para mi
asombro no se trataba de un abejorro como había pensado, no. Junto a la estatuilla
haitiana del beso, se encontraba una diminuta figura alada que me miraba un poco sorprendida.
- Por favor, Myriam, no me mires con esa cara
de susto. Mi nombre es Musita y no te voy a molestar, al contrario, vengo a ayudarte.
Por supuesto que me quedé muda. Sólo la observaba. No podía creer el espectáculo que se ofrecía a mis ojos: la figura de una niña con alas de gasa del tamaño de mi dedo índice ahora se dirigía hacia el aguerrido practicante de Tai Chi, otra de mis estatuillas, y se arrellanó entre los pliegues de su bata oriental. Aturdida, le pregunté:
- Dime,
criatura ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? Pareces sacada de un libro de cuentos…
- Mi
nombre es Musita, ya te dije –afirmó enfática- No pertenezco a ninguna ilustración; soy un personaje real.
- ¿Un
personaje real? ¿A qué te refieres… ¿Musita?
- Pues es muy sencillo: soy una de las orientadoras de trabajo intelectual, porque creemos en nuestro grupo de trabajo, debido a que la inspiración viene de lo más profundo de cada escritor y de sus vivencias. Como ves, tengo la misión de ayudar a los aficionados, como tú, a
las letras, cuando se encuentran bloqueados. De las historias se encargan ustedes, después de nuestra ayuda.
- ¿Aficionados?
Sí, a los aficionados, como tú, pues a los escritores consagrados, a quienes ya hemos visitado cuando nos lo han solicitado, saben ahora cómo hacerlo. Esto no quiere decir que no nos vuelvan a requerir, no. Lo hacen y los orientamos, pero en forma menos frecuente. En mi propio caso, acostumbro a visitar a los escritores noveles que se encuentren bloqueados en la búsqueda de alguna idea para redactar un artículo, un cuento, o el bosquejo de una novela. En tu caso, yo presentí la llamada. Por eso vine, porque lo necesitas¿No es verdad?
Mi respuesta fue afirmativa, aunque no se me ocurría de qué manera podría ella ayudarme. No obstante, dejé mis dudas a un lado para decirle:
- Bueno, entonces, si es ese el caso, bienvenida a mi casa Musita, porque en realidad, por más que pienso,
no se me ocurre nada. Quería escribir un cuento, pero a pesar de que tengo el argumento de lo que deseo narrar, no logro encontrar las palabras, y mucho
menos las frases para iniciarlo.
- Déjame
darte una mano. Lo importante es no desmayar, Myriam. Persiste, siempre persiste. Llegar a escribir bien supone muchos
sacrificios y muchísimos intentos. ¿Recuerdas los consejos que tu padre te da
acerca de plasmar toda la idea, escribirla y luego “castigarla”? Eres hija de Luis Alberto Paúl, Premio Nacional de Periodismo.
¡Por Dios, Myriam! ¿Qué te pasa? Aprovecha sus conocimientos, sus enseñanzas.
Por otra parte ¿Recuerdas lo que dice Gabriel García Márquez al inicio de sus
“Doce Cuentos Peregrinos”, acerca de calentar el brazo y de la disciplina que
se imponía él para escribir?
- Sí,
ya lo se. Y leer los clásicos, además de los escritores contemporáneos; esos son
algunos de los consejos que mi padre siempre me ha dado. Pero hay algo más, escribir supone poseer una gran dosis de
creatividad; conocer a fondo el castellano e inspirarse en algo o en alguien, pero hay ocasiones en las que no podemos estructurar las ideas. Nos cuesta describirlas.
- Todo lo que has dicho está muy bien, pero hay algo que no debes olvidar y es que con sólo observar lo que tienes a tu alrededor y contárselo a alguien, ahí ya tienes una crónica. Lo mismo ocurre con tu propia vida interior, tus viajes -aunque éstos sean a la esquina. Tú atesoras recuerdos de la infancia, adolescencia, y ahora de tu madurez. Siempre has tomado nota los viajes que has realizado; de todo aquello que te ha llamado la atención. Por ejemplo ¿Donde está la libreta de notas de tu viaje a Estambul, la de Lisboa? ¿Y aquellos viejos diarios de tu infancia¿ El de Viena? ¿Donde se encuentran también los dibujos que realizaste en el tanquero Independencia I, cuando
hiciste aquel trabajo a bordo? ¿Dónde está todo ese material?
- En alguna parte archivado...- le respondí un poco avergonada.
- ¡Ajá, archivado. ¡Y por qué no lo sacas? Piensas que no-te-viene-la-inspiración… No, Myriam, ¡NO! Has
tenido, como todo el mundo, experiencias, vivencias hermosas. Has sufrido
también, como el resto de tus congéneres, en cualquier área, sobre todo en la vida amorosa, y esas experiencias cuentan al momento de escribir una historia, un cuento y hasta una novela.
Tienes en tu haber muchas anécdotas divertidas que una vez, hace ya mucho tiempo
empezaste a compilar. Creo que escribiste el viaje real con el Príncipe Feisa que una vez hiciste desde el Aeropuerto de Schwechat a Viena..
Se que te gusta narrar. Además, cuentas con un maravilloso grupo de amigos con
excelentes cualidades literarias, que al igual que tú, poseen sus propias
vivencias, hermosas todas. Puedes nutrirte de ellos y, a la inversa, ellos de tí. ¡Entonces, comienza a escribir!
Yo la escuchaba con gran atención y le dije que tenía razón y que trataría de encontrar esa información recopilada. Quizás pudiera escribir algo para inspirarme en los los autores de los libros que había leído desde niña.
-Eso está muy bien, pues la inspiración viene cuando escuchas o lees a las personas que narran sus propias experiencias. Son distintas, y el hecho de serlo, despiertan tu interés, así como las tuyas despiertan el de tu interlocutor o el de quien te lea. Más tarde viene la disciplina en el oficio de escribir. Así que medita sobre lo que te he dicho.
Recopila tus experiencias y comienza. Y, como dice también tu padre, escribe todo de una vez. Plasma la idea y luego “castigas” la prosa. Claro que sería aún mejor, como ya te ha dicho tu padre, que desde un principio, comenzaras a escribir bien. Pero, no te preocupes que eso viene con la práctica.
Entonces Musita se deslizó por el tobogán del pliegue chino y ya, un poco cansada, me dijo:
-Ahora me voy, Myriam. Me llaman de La Alameda y creo que también
de Cumbres de Curumo. Al igual que tú, hay otros escritores atascados.
- ¿Cómo lo sabes? – le pregunté, curiosa.
-Mi objetivo, como te dije, es ayudar a los escritores. No importa su edad. Recibo muchas
llamadas, aunque no uso celular. Me basta con mi poder mental, telepatía,
intuición. Todas mis percepciones las registro en los dos puntos azules interiores de mis alas para no olvidarme. Ahora, Myriam, sólo te pido un favor…
- ¿Deseas tomar algo, ir al baño?- le
pregunté avergonzada por mi olvido, como anfitriona.
- No, gracias. Sólo quisiera una gota de miel y otra
de agua, pues debo reponer fuerzas.
- ¿Sólo eso? ¿Y comer algo antes de
partir, Musita?
- No, querida, sólo eso. Estoy a
dieta, pues para volar necesito estar muy liviana.
No pude menos
que sonreír porque yo también estaba en la misma situación, aunque lo que hacía era caminar para, también, poder estar más liviana.
Una vez que Musita hubo tomado su merienda, se sentó sobre mi libreta y me dijo muy seria:
- Bueno, amiga mía, ahora sí tengo que irme. Recuerda lo que hablamos.
Transmite mis consejos a tu grupo de amigos escritores. Que nos llamen, si nos necesitan. Puede que algún día o una noche, si no llueve mucho, me cuele por
sus ventanas y converse un rato con ellos. Es posible que ya mis compañeros hayan ido en su ayuda. Somos muchos las Musas y los Inspiradores. Hoy yo estaba
disponible, pero quizás la próxima vez te
visite otro de mis compañeros.
Luego de agradecer su
ayuda, Musita remontó vuelo hacia mi cara. Sentí una cosquilla en la mejilla,
producida por el minúsculo beso de despedida de mi pequeña profesora. Luego, ella prendió una lucecita, se iluminó toda y salió por la ventana rumbo a La Alameda. La vi perderse en la distancia, hasta que se confundió con los cocuyos, en medio de la noche azul marino.
Me incorporé. La figura china en la repisa, ahora tenía los pliegues de la bata vacíos. Mi cuaderno de notas yacía en el suelo junto al
lápiz. En los cerros vecinos las luces de los edificios parecían luciérnagas, que se confundían como bandadas en la noche estrellada.
De pronto el revoloteo de un abejorro, que rondaba las flores del jarrón, me hizo volver la cabeza.
De pronto el revoloteo de un abejorro, que rondaba las flores del jarrón, me hizo volver la cabeza.
Caracas, setiembre de 1992, 2013
IMAGENES: WEB
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