lunes, 2 de abril de 2012

TURBULENCIAS



En el Aeropuerto de Schwechat, los pasajeros de Austrian Air Lines entregaban sus “Boarding Pass” a la azafata, que amablemente les sonreía a la entrada del vuelo 821 con destino  a Estambul, dándoles la bienvenida a bordo. Ya dentro de la cabina, cada uno buscaba su ubicación, mientras las aeromozas  ayudaban a sentarse a las personas ancianas y a las madres con sus bebés. 
-Buenas tardes, señorita - saludó  el joven pasajero, un poco tenso, a la chica que se encontraba en la fila B-1  y continuó diciendo: Tengo el  asiento A-1, pero la señora que lo ocupa, está renuente a dármelo. Así que me propuso el cambio.
 -Bueno, señor, si hizo el cambio, por supuesto que éste lo ocupará usted- contestó la chica, impaciente, mientras extraía de la cartera  un frasquito de pastillas.
         El joven asintió, sin comprender todavía por qué tenía que haberle dado explicaciones a la chica si ella no tenía que ver con ese cambio de asientos, y trató de sonreír mientras colocaba su equipaje de mano en el compartimiento. Observó que su compañera de viaje era muy linda. Muy elegante, pero llevaba el pelo tan despeinado, que no importaba, seguramente, que el aire acondicionado  jugara con   él a su antojo.
          La muchacha, a su vez, admiró el perfil del chico. Parecía un efebo, o un joven romano, por ahí iba; lo único que no le gustaba era esa barba tan sucia y tan de moda, de apariencia descuidada.
         -Buenas noches señoras y señores …- Se oyó la voz de la azafata, luego del despegue de la nave, mientras procedía a  explicar  las medidas de seguridad sobre los chalecos salvavidas en caso de emergencia, normas que algunos veían con cierta aprensión. Luego, se comenzó a escuchar el tintinear de los aperitivos, y más tarde el rico aroma  de la cena.
  Cuando todos los pasajeros disfrutaban de la comida, la nave de pronto se hundió en un vacío que, alarmó a los pasajeros. Algunos bebés  se despertaron; se oyeron voces de alarma en varios idiomas.
   -¿Qué pasa? preguntó la chica, a su compañero de viaje.
    -No se, pero no debe ser algo preocupante, por favor,  tranquilícese.
Se encendió la luz de “FASTEN SEAT BEALTS”.  Las azafatas iban de un lado a otro, atendiendo a los pasajeros. Entonces se oyó la voz del Capitán de la nave, quien trataba de calmar a la tripulación:
    -Buenas noches estimados pasajeros, les ruego, por favor, mantener la calma. Nada anormal ocurre dentro de la nave. Se trata solamente de turbulencias y vacíos muy propios de esta ruta hacia Estambul.
         -De pronto, una nueva turbulencia sacudió a la nave, esta vez tan violenta, que arrancó gritos de angustia a la tripulación, pues la comida se derramó y las bebidas se volcaron. La chica se sujetó a su compañero de asiento, y los pasajeros se movieron inquietos en sus asientos.
         -Traten de mantener la calma, por favor, -continuó diciendo el Capitán de la nave-  ya estamos saliendo de la zona de turbulencias. Calma, por favor, y manténganse en sus asientos. Ya estamos saliendo, no hay más turbulencias fuertes; quizás se presenten algunas menores. Buenas noches y descansen.

-             El susto le quitó el apetito a los tripulantes, y también el sueño. Pasada la angustia,  los dos compañeros de viaje entablaron conversación.  Ella era periodista; cubría las noticias del  Europa Oriental, Asia y el Medio Oriente para un periódico venezolano, y había hecho escala en Viena . El, residía en Alemania y trabajaba como ingeniero de computación, en una empresa de telecomunicaciones, dando entrenamiento a varias empresas internacionales.  Por coincidencia habían llegado al mismo Vienna Intercontinental Hotel, pero no se cruzaron, mientras estuvieron hospedados allí. Ellos hablaron de sus respectivos trabajos, compartiendo  algunas de sus experiencias, pero no intercambiaron ni  direcciones ni teléfonos. Luego se separaron y cada uno volvió a su país de origen. Mónica lamentó siempre no haberlo hecho, pero si Klaus no se lo había preguntado durante todo el viaje, ella no consideró apropiado solicitárselo. Ambos se perdieron en la aduana de Estambul con destinos diferentes.

PLAZA SYNTAGMA O DE LA CONSTITUCION,
ATENAS
-            Pasó el tiempo y una noche el viento  se divertía alborotando el cabello de una joven que paseaba por la plaza de La Constitución en Atenas. De pronto, ella detuvo el paso cuando escuchó que la llamaban. Pensó que su soledad la hacía desvariar. Pero, no. El viento le trajo nuevamente el sonido de una voz masculina, pronunciando su nombre. Julieta se paró en medio de la plaza, buscando quién podría pronunciar su nombre en un sitio tan lejano. No, sin duda sería otra Mónica. Y siguió su camino pensando en cuántos millones de homónimas tendría en los distintos puntos de la tierra. Sin embargo, continuaron llamándola y quien lo hacía era una voz masculina cada vez más cercana adonde ella se encontraba, entonces atemorizada, apresuró el paso.
-            -¿Quién me conoce aquí en Atenas? – se preguntó- esto es imposible: fue la casualidad la que me trajo a la capital griega. No conseguí un vuelo directo a  Bagdad, y hubo que hacer escala en Atenas…
-¡Mónica, Mónica,  detente por favor!
La voz jadeante de Klaus, la hizo pararse en seco. El chico jadeaba, en su esfuerzo por alcanzarla.- ¿Qué haces en Atenas, si puede saberse? Preguntó asombrado. ¿No me recuerdas? Viajamos juntos hace unos meses. Ante el desconcierto de la joven él se disculpó. La había visto en el Hermes Hotel cerca de la Plaza Syntagma... y te seguí.
Mónica sonrió y dijo confundida: 
- Hola, claro que recuerdo... ¡Imagínate, me seguiste...! Bueno, yo... Mi vuelo, por motivos de seguridad, hizo escala aquí, y mañana continuamos viaje hacia Bagdad- explicó  todavía desconcertada por el inesperado reencuentro.
-Pues celebremos  esta maravillosa casualidad –dijo el chico emocionado al ver  los juegos que a veces nos hace el destino.
Y así, se fueron a celebrarlo al Puerto de El Pireo. El ouzo los acompañó toda la noche, indiscreto, junto a la cena. A esta siguieron muchas citas en diversas partes del mundo. Un avión llevaba a otro: cuando no coincidían en sus viajes y uno se preparaba para dormir, el otro se levantaba al otro extremo del globo. Por fortuna ahora las comunicaciones funcionaban cada vez mejor: Skype les permitía verse, cuando no podían hacerlo en persona. Y así, pasó el tiempo...

          Hasta que una tarde  una   Iglesia  caraqueña brillaba llena de flores, y plantas tropicales. La gente se arremolinaba a la entrada,  pues iba a celebrarse un maravilloso acontecimiento. Llegaron los invitados; y luego de una larga espera, al compás del  Ave María, hizo su aparición la novia, hermosa en un atuendo que no disimulaba la dulce espera. El novio la aguardaba, impaciente, al pie del altar, muy elegante, con la  barba  cuidada, arreglada para la ocasión.
IMAGENES TOMADAS DE
LA WEB

Caracas,  01.08.2005



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