sábado, 16 de marzo de 2013

MUSITA




              Ataba cabos mentales. Buscaba en mi interior, hurgaba en mi cerebro para tratar de escribir algunas  frases que me llevaran a un cuento, pero no lo lograba. Aunque tenía una vaga idea del tema, nada  se me ocurría:  mi mente estaba en blanco y también mi libreta, donde acostumbro a escribir la idea original para luego pasarla a la computadora. Por último, en vista de la ausencia de inspiración, dejé a un lado el cuaderno, y me dije que ya se me ocurriría algo. Entonces me recosté en el diván. ¡Se estaba tan bien!   
           La ventana abierta me traía, además de la brisa, el canto de los grillos y las chicharras que, en hermoso contrapunto, anunciaban lluvia. De pronto, un revoloteo, un zumbido cerca de la cara me hicieron espantar lo que yo creí era un abejorro. Retomé entonces el hilo de mis pensamientos y traté de concentrarme, pero de nuevo el zumbido me distrajo y busqué con la vista al animalito.

         ¡Pero, no! Para mi asombro no se trataba de un abejorro como  había pensado, no.  Junto a la estatuilla haitiana del beso, se encontraba una diminuta figura alada que me miraba un poco sorprendida.
          -  Por favor, Myriam, no me mires con esa cara de susto. Mi nombre es Musita y no te voy a molestar, al contrario, vengo a ayudarte.
     
     Por supuesto que me quedé muda. Sólo la observaba. No podía creer el espectáculo que se ofrecía a mis ojos: la figura de una niña con alas de gasa del tamaño de mi dedo índice  ahora se dirigía hacia el aguerrido practicante de Tai Chi, otra de mis estatuillas, y se arrellanó entre los pliegues de su bata oriental. Aturdida, le pregunté:
        -  Dime, criatura ¿Quién eres? ¿Qué haces aquí? Pareces sacada de un libro de cuentos…
       -  Mi nombre es Musita, ya te dije –afirmó enfática- No pertenezco a ninguna ilustración; soy un personaje real.
       -   ¿Un personaje real? ¿A qué te refieres… ¿Musita?
    - Pues es muy sencillo:  soy una de las orientadoras de trabajo intelectual, porque creemos en nuestro grupo de trabajo, debido a que la inspiración viene de lo más profundo de cada escritor y de sus vivencias. Como ves, tengo la misión de ayudar a los aficionados, como tú, a las letras, cuando se encuentran bloqueados. De las historias se encargan ustedes, después de nuestra ayuda.



     -            ¿Aficionados? 
      Sí,  a los aficionados, como tú, pues a los escritores consagrados, a quienes ya  hemos visitado cuando nos lo han solicitado, saben ahora cómo hacerlo. Esto no quiere decir que no nos vuelvan a requerir,  no. Lo hacen y  los orientamos, pero en forma menos frecuente. En mi propio caso, acostumbro a visitar a los escritores noveles que se encuentren bloqueados en la búsqueda de alguna idea para redactar  un artículo, un cuento, o  el bosquejo de una novela. En tu caso, yo presentí la llamada.  Por eso vine, porque lo necesitas¿No es verdad?

      Mi respuesta fue afirmativa, aunque no se me ocurría de qué manera  podría ella ayudarme. No obstante, dejé mis dudas a un lado para decirle:
-      Bueno, entonces, si es ese el caso, bienvenida a mi casa Musita, porque en realidad, por más que pienso, no se me ocurre nada. Quería escribir un cuento, pero a pesar de que tengo el argumento de lo que deseo narrar, no logro  encontrar las palabras, y mucho menos las frases para iniciarlo.
          -   Déjame darte una mano. Lo importante es no desmayar, Myriam. Persiste, siempre persiste. Llegar a escribir bien supone muchos sacrificios y muchísimos intentos. ¿Recuerdas los consejos que tu padre te da acerca de plasmar toda la idea, escribirla y luego “castigarla”? Eres hija de Luis Alberto Paúl, Premio Nacional de Periodismo. ¡Por Dios, Myriam! ¿Qué te pasa? Aprovecha sus conocimientos, sus enseñanzas. Por otra parte ¿Recuerdas lo que dice Gabriel García Márquez al inicio de sus “Doce Cuentos Peregrinos”, acerca de calentar el brazo y de la disciplina que se imponía él para escribir?
          -  Sí, ya lo se. Y leer los clásicos, además de los escritores contemporáneos; esos son algunos de los consejos que mi padre siempre me ha dado. Pero hay algo más, escribir supone poseer una gran dosis de creatividad; conocer a fondo el castellano e inspirarse en algo o en alguien, pero hay ocasiones en las que no podemos estructurar las ideas. Nos cuesta describirlas.

           -   Todo lo que has dicho está muy bien, pero hay algo que no debes olvidar y  es que con sólo observar lo que tienes  a tu alrededor y contárselo a alguien, ahí ya tienes una crónica. Lo mismo ocurre con tu  propia vida interior,  tus viajes -aunque éstos sean a la esquina. Tú atesoras recuerdos de la infancia, adolescencia, y ahora de tu madurez. Siempre has tomado nota los viajes que has realizado; de todo aquello que te ha llamado la atención. Por ejemplo ¿Donde está la libreta de notas de tu viaje a Estambul, la de Lisboa? ¿Y aquellos viejos diarios de tu infancia¿ El de Viena? ¿Donde se encuentran también los dibujos que realizaste en el tanquero Independencia I, cuando hiciste aquel trabajo a bordo? ¿Dónde está todo ese material?
            -    En  alguna parte archivado...- le respondí un poco avergonada.

       -  ¡Ajá, archivado. ¡Y por qué no lo sacas?  Piensas que no-te-viene-la-inspiración… No, Myriam, ¡NO! Has tenido, como todo el mundo, experiencias, vivencias hermosas. Has sufrido también, como el resto de tus congéneres, en cualquier área, sobre todo en la vida amorosa, y esas experiencias cuentan al momento de escribir una historia, un cuento y hasta una novela. Tienes en tu haber muchas anécdotas divertidas que una vez, hace ya mucho tiempo empezaste a compilar. Creo que escribiste el viaje real con el Príncipe Feisa que una vez hiciste desde el Aeropuerto de Schwechat a Viena.. Se que te gusta narrar. Además, cuentas con un maravilloso grupo de amigos con excelentes cualidades literarias, que al igual que tú, poseen sus propias vivencias, hermosas todas. Puedes nutrirte de ellos y, a la inversa,  ellos de tí. ¡Entonces, comienza a escribir!
      Yo la escuchaba con gran atención y le dije que tenía razón y que trataría de encontrar esa información recopilada. Quizás pudiera escribir algo para inspirarme en los los autores de los libros que había leído desde niña.

         -Eso está muy bien, pues la inspiración viene cuando escuchas o lees a las personas que narran sus propias experiencias. Son distintas, y el hecho de serlo, despiertan tu interés, así como las tuyas despiertan el de tu interlocutor o el de quien te lea. Más tarde viene la disciplina en el oficio de escribir. Así que medita sobre lo que te he dicho. 
     Recopila tus experiencias y comienza. Y, como dice también tu padre, escribe todo de una vez. Plasma la idea y luego “castigas” la prosa. Claro que sería aún mejor,  como ya te ha dicho tu padre, que desde un principio, comenzaras a escribir bien. Pero, no te preocupes que eso viene con la práctica.

    

          Entonces Musita se deslizó por el tobogán del pliegue chino y ya, un poco cansada, me dijo:

     -Ahora me voy, Myriam. Me llaman de La Alameda y creo que también de Cumbres de Curumo. Al igual que tú, hay otros escritores atascados. 

         - ¿Cómo lo sabes? – le pregunté, curiosa.
    -Mi  objetivo, como te dije, es ayudar   a los escritores. No importa su edad. Recibo muchas llamadas, aunque no uso celular. Me basta con mi poder mental, telepatía, intuición. Todas mis percepciones las registro en los dos puntos azules interiores de mis alas para no olvidarme. Ahora, Myriam, sólo te pido un favor…
     - ¿Deseas tomar algo, ir al baño?- le pregunté avergonzada por mi olvido, como anfitriona.
    - No, gracias. Sólo quisiera una gota de miel y otra de agua, pues debo reponer fuerzas.
     - ¿Sólo eso? ¿Y comer algo antes de partir, Musita? 
    - No, querida, sólo eso. Estoy a dieta, pues para volar necesito estar muy liviana.
   No pude menos que sonreír porque yo también estaba en la misma situación, aunque lo que hacía era caminar para, también, poder estar más liviana.
    Una vez que Musita hubo tomado su merienda, se sentó sobre mi libreta y me dijo muy seria:
   - Bueno, amiga mía, ahora sí tengo que irme. Recuerda lo que hablamos. Transmite mis consejos a tu grupo de amigos escritores. Que nos llamen, si nos necesitan. Puede que algún día o una noche, si no llueve mucho, me cuele por sus ventanas y converse un rato con ellos. Es posible que ya mis compañeros hayan ido en su ayuda. Somos muchos las  Musas y los  Inspiradores. Hoy yo estaba disponible, pero quizás la próxima vez  te visite otro de mis compañeros.
      Luego de agradecer su ayuda, Musita remontó vuelo hacia mi cara. Sentí una cosquilla en la mejilla, producida por el minúsculo beso de despedida de mi pequeña profesora. Luego, ella prendió una lucecita, se iluminó toda y  salió por la ventana rumbo a La Alameda. La vi perderse en la distancia, hasta que se confundió con los cocuyos, en medio de la noche azul marino.

       Me incorporé.  La figura china en la repisa, ahora tenía los pliegues de la bata vacíos. Mi cuaderno de notas yacía en el suelo junto al lápiz. En los cerros vecinos las luces de los edificios parecían luciérnagas, que se confundían como bandadas en la noche estrellada.

       De pronto el revoloteo de un abejorro, que rondaba las flores del jarrón, me hizo volver la cabeza.
    
    - ¿Musita?










Caracas, setiembre de 1992, 2013 

IMAGENES: WEB
    










sábado, 2 de marzo de 2013

AMOR LIBRE


       Desnudos, pletóricos de felicidad, de bienestar, ellos salieron salpicando agua de la quebrada. Corrían despreocupados por la calle, importándoles poco la gente, a la que, en su euforia, arrollaban al pasar. Eran jóvenes y enfrentaban la vida con la insolencia propia de quien tiene la riqueza del tiempo en su haber. Jugar al amor en el agua, al estilo de la serie de televisión Pantanal y haber soltado las amarras de la tensión en el encuentro, les daba un brillo especial en los ojos.

         Ella, de andar grácil y elegante: músculos lisos, ausente la grasa, enfrentaba las miradas: curiosas unas, indiferentes otras. El, igualmente musculoso, elástico, joven como ella y juguetón, buscaba en el caminar acelerado, la cercanía de su pareja, en tierna caricia. Se sentían dueños del mundo. 

  Lejanos, felizmente, a los problemas que muchos hacen del amor o encuentran en este arte amatorio: continuidad-seguridad; discontinuidad-inseguridad. La duda eterna del me querrá, no me querrá. El clásico deshojar de la margarita, que, no obstante su humildad, cobra capital importancia en el mundo de los amantes.

      Pero la joven pareja carecía de esta clase de preocupaciones. No transitaba por esos complicados dédalos. Quienes la componían tenían compañero hoy y mañana también. ¿Distinta? ¿Qué importaba? ¿Y... el sentimiento? Bueno, eso concernía a los humanos...

VIVAMOS EL PRESENTE, QUERIDA, SOLO EL PRESENTE...
IMAGENES: WEB                                                                

    Ellos, perros satos comunes y corrientes, vivían el presente perdiéndose, felices, entre la muchedumbre que aprisionaba la calle arbolada y sinuosa de una urbanización caraqueña...

Caracas, 1993











sábado, 9 de febrero de 2013

"...UNA ESCENA DE HITCHCOCK..."




HELGA ANDERLE


Paisaje vienés. 2013 . Foto: HA


        Hace poco recibí de mi amiga, Helga Anderle - escritora y  periodista vienesa- un correo desde su  bellísima ciudad natal con un comentario  y una anécdota suya. Y lo hizo luego de haber leído la crónica "Dorita y su Copiloto"-publicada en este blog el pasado 15 de diciembre-, a propósito de una divertida aventura entre mi hermana y una rana del jardín de su casa. 
     Dorita y yo,  establecimos desde que  la conocimos en Viena, una hermandad de siempre con ella. En esa época Helga y yo éramos compañeras de trabajo en la OPEP y Dorita estudiaba piano. Todas nos hemos visitado en nuestros respectivos países. Cuando Helga vino a Venezuela en 1987, y ambas visitamos por primera vez Canaima, (Estado Bolívar); luego de esa visita ella escribió un cuento titulado "Kanaima", lleno de la magia y el misterio que proporciona esa lejana zona del sur venezolano a quienes la visitamos, cuando la selva nos llama, como dicen los indígenas de esas lejanas y bellas regiones venezolanas. 
   Debido al parentesco establecido entre las tres, nosotras hemos estado al tanto de los acontecimientos más importantes de nuestras vidas. Y en esta oportunidad y con la autorización de mi amiga vienesa, les incluyo la anécdota antes señalada, vivida por  ella y su perro Benji. Esta simpática crónica la incluyo a continuación, tal como ella me la escribió en su estupendo español aprendido cuando era niña en Santander, España, en ocasión de un intercambio estudiantil entre ese país y Austria.

     A continuación la crónica  de Helga Anderle:

 "...No sabes cuanto me reí con tu cuento de Dorita y la rana. Dorita y sus animales! Recuerdo las aventuras con los patos y muchos otros bichos que ella tenía. Por casualidad el gato de Patricia se llama Bruno también, Bruno porque ella admiraba mucho a Bruno Kreisky nuestro legendario canciller de los años 80. Te voy a contar una anécdota que me pasó últimamente.
      Estuve invitada en casa de una amiga de infancia con mis hermanas y otros amigos que teníamos entonces. Ella se llama Sissi y también ama a los animales. Delante de su casa hay un gran parque con una zona de perros (donde pueden correr libremente, en la otras partes del parque está prohibido). Sissi permitió que llevase mi perro.
Helga y su perro Benji en su casa. Viena, 2010.

                      "Nieve hasta donde la vista alcanza. Arboles congelados.  Silencio.  Frío. Cuervos que graznan de felicidad. Eso es  el invierno en Viena".

 "Contra el mal de la cabaña. www.vienaendirecto.com
  Para cansarlo un poco antes de ir allí, lo dejé correr por el parque. Debajo de un árbol había muchos cuervos (en invierno vienen de Rusia porque aquí hace menos frío y hay más de comer) peleándose sobre un gran pedazo de carne. Allí corre Benji y se lo lleva en la boca. Yo detrás de él para quitárselo pues a veces la gente bota carne envenenada para matar a los perros- en Viena hay muchos perros, mucha gente que los adora y otros que los odian. Así que yo corriendo detrás de Benji, y detrás de mí una docena de cuervos interesados en la carne.

     Yo, vestida de fiestas con tacón alto en el barro del parque (había llovido) tratando de capturar al perro y los cuervos, una escena de Hitchcock. Solamente  que no de pánico sino de risa – para la gente que nos observaba. Yo con un rabia echando chispas, Benji con ganas de jugar y tomarme el pelo y los cuervos dando saltitos en la tierra o volando. Eso duró s de media hora hasta que pude capturar al el perro. Al final resultó que fue Sissi quien tiró la carne, porque a ella le fascinan los cuervos y cada día les da de comer algo..."


        Muy divertida y simpática esta crónica vienesa de Helga. Como puede observarse, nuestro mundo en compañía de los animalitos domésticos y no tan domésticos, nos trae momentos  a veces angustiosos, pero con un final feliz, como lo demuestra en este relato, mi hermana vienesa. Espero que todos mis amigos lectores la hayan disfrutado tanto como yo.

Caracas, enero de 2013. 


IMAGENES: WEB





miércoles, 23 de enero de 2013

HAIKUS PARA LAS HOGUERAS DEL ALMA





  Suave hoguera,

  habitas en mi alma
  calentándola.

 Y al corazón

 regalas tus destellos;
 tibios rescores.

 Baila la danza

 de amores nocturnos
 entre las almas.

 Y en trópicos

 de mil soles se bañan
 deseos mutuos.



Traspasas cielos,
 noches y días ¡Amor!
 Mil cosas sientes

que el espacio 

no impide su vuelo
simultáneo.

Círculos de mar,

bóvedas estrelladas.
¡Tierras remotas!















Dátiles, mangos,
endulzan el paladar
con mieles de amor.

Abrasan al amor

los fuegos de pasiones
intemporales.


Hoguera suave,
en mi alma habitas
y la calientas.



Caracas, 17 de enero de 2013

 Imágenes: WEB

domingo, 23 de diciembre de 2012

UN MISTERIOSO AGUJERO

                   
¡FELIZ NAVIDAD, AMIGOS MIOS!


MI NACIMIENTO EN CASA
(Cuento publicado en www.uncuentoentreamigos.blogspot.com)

         Un día Martina y sus hermanos se encontraban jugando con sus primos en el patio trasero de su casa. Luego, cansados  y sudorosos se sentaron a descansar un rato. Como ya se acercaba la navidad, la conversación giró en torno a lo que le habían solicitado al Niño Jesús o a Santa para Nochebuena.
         -Yo pedí una patineta –dijo Nicolás.
         - Y yo una caja de pinturas al óleo - expresó Emiliana, mientras se tomaba un refresco.
         -Yo un muñeco orinón- terció Mariela.
         - Pues yo les pedí al que pudiera, el Niño o Santa, una bicicleta –  agregó Eugenia.
Como Martina permaneciera callada escuchándolos, Mariela le preguntó extrañada:
- ¿Y tú todavía no le has escrito a Santa, prima?
- Claro que sí. Hace unos días mi papá se llevó nuestras cartas para enviarlas desde su oficina.
-¿Y qué te van a traer, se puede saber?
- Pues además de algunos cuentos y una muñeca, les dije que me trajeran unos patines rueda libre de acero. Tú sabes,  los winchester  de primera. Les dije que no importaba si no me podían traer todo, pero que, por favor,  no se olvidaran de mis patines con municiones- expresó esperanzada.
La chica soñaba con ellos, pues sólo tenía unos  winchester de segunda clase que  reducían la velocidad de sus carreras, durante las patinatas navideñas.
Ese día de la tertulia se hacían las hallacas en  la casa y el olor del guiso se esparcía por todas partes.  Y sucedió que, en uno de los  constantes viajes de la patinadora a la cocina para cogerse las pasitas, su madre tomándola por un brazo le dijo:
- Martina, muchacha, deja ya de comerte las pasitas que después van a hacer falta. Hazme  más bien un favor, en lugar de estar curucuteando en la cocina. Ve a mi cuarto, y en  la última gaveta del  armario busca un rollo de pabilo y me lo traes rápido, que ya se me está acabando y me falta todavía envolver los bollos.
Cuando la niña buscaba el pabilo en la gaveta, su mano tropezó con un paquete  envuelto en papel navideño. “Posiblemente sea uno de los aguinaldos que mami tiene que dar en sus fiestas benéficas”, pensó. Y ya se iba con el encargo, cuando su curiosidad la detuvo. Sacó el pesado paquete, lo palpó, trató  de adivinar su contenido y como no lo consiguió, le abrió con mucho cuidado un huequito al papel. Sus ojos se agrandaron al ver que por él salía una rueda de patín ¡con municiones! Feliz con el hallazgo, comenzó a girar la rueda una y otra vez, hasta que la voz de su madre la sobresaltó:
- Martina, apúrate y tráeme el pabilo que lo necesito ahora, no mañana.
- Sí, mami, ya voy, ya voy- contestó azorada y rápidamente volvió a guardar el atractivo envoltorio en el mismo lugar en el que lo había encontrado. Pero sucedió que cada vez que se presentaba la oportunidad, y cuidando que nadie la viera, la chica iba al armario de su madre, sacaba  el maravilloso paquete  para admirarlo y darle vueltas a la ruedita. Mientras ésta giraba y giraba, ella sentía una profunda envidiaba del destinatario. “Quizás se trate del hijo de una amiga de mi mamá o uno de sus tantos ahijados”, se dijo esta vez.
Pasaron los días y llegó la tan ansiada Nochebuena, y con ella, la cena navideña. Los niños, engalanados para la feliz ocasión recibieron junto a sus padres, a los familiares y amigos. Llegaron cargados de regalos que colocaron al pie del arbolito o el pesebre. Más tarde vino la parte más emocionante de la noche: se cantaron villancicos al Niño Jesús, celebrando su nacimiento, y se intercambiaron  los presentes. Luego, se sirvió la cena en la que las hallacas, el pernil, la ensalada de gallina y el  dulce de lechosa hicieron las delicias  de todos.
Los niños  corrían y jugaban, cuando de pronto escucharon emocionados que sus padres tocaban la diana  para anunciar la próxima visita celestial, tintineando las copas con los cubiertos.
- Hijos míos, se acerca la llegada de Santa, así que a la cama. Si él ve alguno de ustedes despierto, pasa de largo sin dejar sus regalos. Miren que esta vez él acompaña al Niño Jesús, así que tendrán más trabajo y mayor prisa debido a que tienen que visitar otros chicos. ¡A dormir, pues, que ya se acercan!
¿Por dónde van  ellos ahora, mami? – preguntó ansiosa Emiliana.
-  Si salieron esta mañana de Europa, según mis cálculos, esta tarde llegaron a Venezuela. Así que ya deben estar en Caracas-  dijo la madre mirando fijamente su reloj pulsera. Recuerden que los trineos son muy veloces. ¡Ultima llamada! ¡A la cama todos, niños!
Esta vez la prole obedeció rápidamente para evitar que los encontraran despiertos.
A la mañana siguiente, la algarabía infantil, despertando a los padres era total:
- ¡Vino el Niño!
- ¡Vino Santa!
Los más pequeños observaron emocionados los regalos al pie de la cama. Luego los tocaron para comprobar que, todavía, conservaban el frío de las nubes, además del aroma celestial. Por último se abalanzaron sobre ellos para romper las envolturas.
Martina no podía creer que le hubieran traído tantos obsequios. “Gracias, Santa. Gracias, Niño Jesús. Les prometo que el próximo año me portaré mejor”, pensaba mientras  abría los paquetes y organizaba frente a ella los cuentos, la muñeca y el juego de damas chinas. Entonces, muy entusiasmada, procedió a abrir el siguiente.
 Y sucedió que al hurgar entre el montón de regalos, extrajo uno envuelto en un papel navideño algo sucio, arrugado y con un misterioso agujero.


Myriam Paúl Galindo © Caracas, 1992, 2009.





sábado, 15 de diciembre de 2012

DORITA Y SU COPILOTO

¡¡LA DECISIÓN DE DORITA!!
     En mi familia, como en tantas otras, se tienen y quieren a los animalitos domésticos. Como yo no los tengo  en mi casa, me encanta verlos cuando voy a las de mis hermanas, Dorita  o Norma, y  sus mascotas me reciben moviendo la colita. Bruno Elías, por ejemplo, me sigue por todas partes, yace en mi regazo o a mis pies, y es tanto el apego  que nos tenemos, que mi hermana me ha dado al perrito por "ahijado". Y sin pila bautismal alguna han recibido nombres del calendario católico como José, Filippo Antonio, y como antes mencioné, Bruno Elías.
 Allí nunca han faltado tampoco  loros, pericos, morrocoyes,  y aunque parezca extraño, alguna que otra culebra. Sí, una vez una mapanare pequeña, tal vez atraída  por la hospitalidad de sus dueños, se enrolló -para pánico de todos en casa- en el farol del porche, sintiéndose como en su propia casa. 
     Algunos de los canes han dejado huella en la familia, incluyendo dos perritas de mi Mamá,  que ahora duermen su sueño eterno en un rincón del lindo jardín de la casa de Dorita. 
      Norma, mi otra hermana, tiene por su parte una perrita llamada Wendy, y siempre  me comenta que recibe la visita de muchos pajaritos que se meten por la puerta de la cocina a comer el plato de arroz servido por ella. El único día  que no van - ¡Cosa extraña! - es el domingo. ¿Será, porque al igual que los humanos, ellos también descansan?
      Y el amor que Dorita les tiene a los animales domésticos, heredado por sus tres nietas, viene a colación en esta crónica, por lo que ella me contó que le había sucedido esta mañana y que creo vale la pena compartir.
       Como ella tenía cita con el dentista, se dirigió en su carro al consultorio que está situado al otro extremo de la ciudad, en El Marqués, por lo que tomó la Autopista del Este. Había iniciado ya su recorrido, cuando  ella sintió con extrañeza que no estaba sola, que alguien la observaba, pero sin prestarle mayor  atención de la debida a esta incómoda sensación, continuó manejando. Como ésta persistiera, dio un vistazo a su alrededor y se fijó que en el tablero de mando, en la consola, estaba cómodamente instalada una hermosa rana que  la miraba con fijeza. Mi hermana pensó que, con seguridad se había metido al carro -desde el jardín de su casa- al abrir la puerta.  o tal vez, al dejar la ventana abierta. En vista de que no podía sacarla, continuó guiando inquieta, en medio del terrible tráfico. Pensaba, mientras tanto en la manera cómo evitaría que la rana le saltara encima. De pronto, tal como había pensado, el batracio brincó, pero en sentido contrario, desde la cónsola hacia la guantera. 
¡QUIERO SALIR A PASEAR!
 Acto seguido  temió que la rana, que según ella misma afirma, quería ser su copiloto, llevada por la emoción del viaje esta vez olvidara su misión, y provocara un accidente. Dorita continuó su viaje bastante atemorizada, pero decidió impedir cualquier  otro “salto de rana”, tirándole encima, con gran cuidado para no hacerle daño, una pasmina que llevaba con ella. Efectivamente el chal cubrió al animalito por un momento, pero al rato, la rana asomó la nariz preguntándose quizás, por qué la arropaban si no hacía frío. Mi asustada hermana tomó de nuevo la tela por una punta y la tiró para volver a tapar al batracio.  
¡Y YO QUE DESEABA SER COPILOTO DE IDA Y VUELTA!









Esta vez transcurrió un lapso mayor, sin embargo aún quedaba un buen trecho de autopista, así que el peligro persistía. Por esta razón, Dorita decidió aparcar en el hombrillo, haciendo malabarismos en el tráfico mañanero, y con muchísimo cuidado,  justo cuando vio a un jardinero que  limpiaba el monte de una cuneta. Una vez allí le explicó la situación y le solicitó que sacara a la rana. El hombre entonces utilizó su gorra para recogerla y dejarla entre las matas de la autopista.
     En cuanto Dorita solucionó el problema,  suspiró aliviada de haber podido evitar un accidente y se contentó de que la ranita encontrara un lugar amable donde vivir. Pero cuando me contó lo historia me confesó, muy apesadumbrada, que se sintió muy mal por haber  tenido que abandonar  a uno de los animalitos domésticos de su  propio jardín en un lugar tan lejano a su hogar en Santa Mónica. 

-¡Pobre rana, - repitió muy triste- ahora tan lejos de su casa,  donde hubiera podido continuar siendo  tan feliz!



¡ NO IMPORTA, YA VERE LA MANERA DE VOLVER A CASA!


Caracas, 7 de diciembre de 2012




BRUNO ELIAS Y YO